Orlando Romero Harrington
16 de febrero, 2014
ORH+
Mariches, Domingo 16 de Febrero del 2014
Escribo desde la oscuridad de la oficina, en lo que ahora es la Escuela Latinoamericana de Medicina Dr. Salvador Allende. Una oscuridad voluntaria, cónsona con la neblina que te da dos metros de distancia y luego te sumerge en las paredes invisibles, las que se mueven y no. Un frío del coño, en un amanecer solitario. Adivino las calles de Caracas sombrías, solas en un domingo para dormir. Sale el sol, suena la música, se extraña a quien se quiere, se sigue adelante.
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“Esto lo hacemos es cómodo“, recita el Nigga Sibilino. La ELAM funciona en los espacios del antiguo Colegio Militar, un reducto de jóvenes militares, un sembradero de la CIA y pasaporte seguro para la Escuela de las Américas. La presencia de los organismos de seguridad (otro eufemismo gringo para designar a los cuidadores del negocio petrolero) tiene larga historia, en Venezuela. Desde la mafia del Caucho, en el Amazonas con los Dupont, hasta las mafias de Chevron en la contemporaneidad. Desde que Hugo Chávez insurgió contra Carlos Andrés Pérez, estas unidades dependientes del Departamento de Estado están activadas, estableciendo relaciones, espiando, formando jóvenes, financiando proyectos, regalando dinero. Utilizando a paramilitares egresados con honores de las Águilas Negras, escudería paraca de Álvaro Uribe. Leopoldo López, Henrique Capriles Radonsky, María Corina Machado, todos formados, moldeados, utilizables y enteramente dependientes de Estados Unidos. Han desplazado del mapa político a todos los candidatos de los partidos políticos venezolanos, copan los titulares, encienden la mecha. Mueven, convencen, manipulan, mienten, sabotean. Todo bien pagado en dólares en una cuenta segura, en algún pedazo de tierra caribeño. Fijémonos en Leopoldo López, a.k.a. Niño Bomba, por su capacidad de destrucción de cualquier tipo de organización social. Lo aplica a conciencia, en el Municipio Sucre y en diversos barrios del país. Lo que no compra, lo elimina.
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Jean Guy Allard afirma que López estudió en la Kennedy School of Government, semillero de la CIA. Cito: “Muchos elementos en la vida de López, además de su actual actividad de provocador golpista, lo vinculan a los órganos de inteligencia estadounidense. Hijo de una familia que siempre prosperó en las más altas esferas de la fauna política derechista, se identificó desde joven a Estados Unidos y a las élites del universo imperial.……en 1989, el joven López desembarca en el muy exclusivo Kenyon College, en el estado de Ohio desde el cual descubrirá a su nueva patria. Casi cinco años se pasó en esta prestigiosa institución reservada a los ricos: el costo anual del prestigio académico para chiquitos con plata se eleva hoy día a… 60 000 (sesenta mil) dólares del Tio Sam, una verdadera fortuna.” Aquí, el artículo.
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Decía antes que eran cientos de once de abril. Que aquellos que no han reaccionado ante lo evidente, lo hagan. Que estamos en medio de un golpe de estado triturador, que generará sucesos de donde no lo hay, que asesinará, mentirá, manipulará, comprará, sobornará, inflitrará y saboteará de así indicárselo desde Washington. Que las muertes son un mensaje a la resistencia armada, que esto no es mentira y que no van a parar. No mientras exista una gota de petróleo debajo del suelo, diamantes, oro, aluminio, gas, hierro, joyas, coltán. Se preparan nuevas marchas, nuevas agresiones. La muerte, disfrazada de jóvenes estudiantes. Matar al hombre es matar a la patria, y ellos lo saben. Este frenesí de destrucción, este vandalismo contra todo (incluso contra ellos mismos) que nos escupen las cámaras de televisión, las fotografías es más Mussolini que Clinton. “Han perdido el control (aparentemente) de la situación”, afirmaba ayer una ficha de la USAID de bajo rango, Ramón Muchacho. Alcalde de Chacao, quizás el Municipio que concentra más riqueza (en sus habitantes) del país, Muchacho tiene en nómina a jóvenes cuadros de esta generación de mierdas perfumadas. Mentira. Siempre han tenido el control de la situación, y quieren saber hasta dónde llegar. Quieren provocar el descontento, el caos. Anarquizar sectores de la ciudad, poco a poco, hasta ir cerrando el círculo.
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En las Revoluciones de Colores, los gobiernos han reprimido y también, se han conformado con ver el fuego desde las canteras. Mientras no jodan a los demás, quémense en su propia salsa. cuando empiezen a jodernos mucho los cojones, y ya la policía sea insuficiente, sus trucos de desarme y de satanización contra el pueblo chavista, no les valdrán de nada. Esta vez el fuego se les prendió en el comedor, y como dice el viejo Tosh, “and we ain´t got no water”..
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