Fuente: Pressenza
Más allá de la condena generalizada del atentado a la revista, el subsecuente debate sobre la libertad de expresión y el derecho a la ofensa ocupa a los franceses en fervientes discusiones, y con el correr de los días las voces críticas se manifiestan con mayor énfasis y ponen en cuestión la pretendida imagen de “unidad nacional”.
Por Hernán Campaniello
“Je suis Charlie” (Yo soy Charlie), el eslogan creado en Twitter por Joachim Roncin, de 39 años, director artístico de un semanario de moda, que se multiplicó por el mundo horas después del ataque, tiene su contracara en “Je ne suis pas Charlie” (Yo no soy Charlie), reivindicado por numerosos franceses, principalmente por la mayoría de los casi seis millones de musulmanes que viven en Francia.
“¿Qué se esconde detrás de Charlie? ¿Quién es Charlie? Somos todos pero ¿a quién representa? El slogan lo creó un publicista y decenas de personas fueron corriendo a patentar la marca. Están tapando nuestros verdaderos problemas y nos piden unidad nacional”, dijo Valerie, una politóloga parisina de 28 años.
“Soy Charlie, pero también soy las víctimas de Boko Haram en Nigeria y Camerún, los 43 estudiantes mexicanos, la Palestina y todos los conflictos silenciados”, pudo verse en una foto compartida en las redes sociales de un cartel en la multitudinaria manifestación celebrada en París el domingo 11 de enero para repudiar el atentado.
“Dicen que toda Francia salió a la calle, pero no había ni el 10% de la población. La emoción no nos deja ver el fondo y las reacciones políticas son precipitadas”, apuntó la joven politóloga, empleada por una ONG internacional.
Las voces discordantes buscan hacerse oír; numerosos son los que afirman que el debate en torno a los atentados se centra en el reclamo de mayores medidas de seguridad y no en abordar con responsabilidad el racismo o el contenido provocador del semanario satírico, que en los últimos años centró sus irreverentes chistes en el mundo árabe.
En Twitter, el hashtag #JeNeSuisPasCharlie, concentra los cuestionamientos a la pretendida afirmación unánime del gobierno y los medios de que todos los franceses son “Charlie”.
“Bizarro. Cuando digo Yo no soy Charlie me insultan, pero cuando insultan a nuestro profeta es libertad de expresión”, resumió el usuario SinanLeTurc en la red social.
“Condeno el atentado y los ataques que tres idiotas cometieron en nombre del islam. Pero yo no soy Charlie, porque soy musulmán y tolero a las otras religiones, y no podría defender nunca a una revista que me trató de estúpida por creer en un Dios”, respondió Nawal, un estudiante de Historia de 23 años, a una consulta de Télam.
“El problema de esto, es que si ante un periodista no empiezo con la frase ‘condeno el atentado’, enseguida voy a ser caricaturizada”, se encargó de aclarar Nawal, insistiendo, desconfiada sobre la procedencia de este cronista en un café parisino.
“Ellos nos insultaron siempre, se burlaron de los musulmanes. Nosotros no podemos dibujar a nuestro Dios y ellos lo hacían en cuatro patas sodomizado por el Papa. Es triste lo que pasó, pero yo no soy Charlie, yo soy musulmán”, dijo por su parte Medhi, estudiante de 24 años.
“Cuando Charlie Hebdo publicó (2006) las caricaturas de Mahoma todo el gobierno los trató de irresponsables, y ahora Hollande viene a decir que la movilización es para defender la libertad de expresión y después invita a la manifestación a líderes políticos de Turquía, Hungría o Gabón. Parece un chiste”, acotó indignado Kevin, ingeniero de sonido y judío no practicante, de 35 años.
Y prosiguió el sonidista, cuyo estudio se encuentra en el barrio de Belleville: “Es indudable que todo cambio, hay militares en la puerta del supermercado, del correo, en las escuelas. Siempre fuimos un Estado policial, ahora es irrespirable”.
Editorialistas y líderes de opinión de Francia también expresaron su incomodidad por tener que adherir a una frase que busca asociar a los franceses en momentos de tensiones religiosas.
“Cuando hay más de 50 ataques contra mezquitas o musulmanes en una semana, hay que potenciar la educación. Los medios son responsables de la estigmatización que vivimos a diario los musulmanes en Francia”, remarcó Asif Arif, abogado y director de la revista Culturas y Creencias, en una columna en el diario on line The Huffintong Post.
Arif propuso que “para terminar con la división” sean judíos quienes vigilen las mezquitas y que musulmanes se encarguen de custodiar las sinagogas.
De su lado, el popular periodista Abdelkrim Branine, director de la radio Beur FM (Arabe al revés en francés), consideró en el diario Le Monde que “el verdadero problema de los actos de islamofobia y antisemitismo es “la importación del conflicto israelí palestino en nuestro territorio. Debemos parar eso”.
En las calles, los mercados y comercios del norte de la capital, barrios donde los inmigrantes y los jóvenes son mayoría, los habitantes parecen dejar de lado su particular reserva y desconfianza, y no dudan en debatir sobre la situación.
“No podemos juzgar a los musulmanes por este acto. Integristas hay en todos lados, el porcentaje es menor. Es una caza de brujas… Somos franceses y estamos tristes y sorprendidos por esta violencia”, dijo a Télam Mustapha, maliense y musulmán de 32 años instalado en París.
“Cuando vemos en la televisión que una chica rubia y bonita dice: ‘Salí a manifestar contra los árabes… eh perdón contra los musulmanes’, queda claro el mensaje que quieren pasar los medios: contra quién es esta guerra”, insistió Mustapha, músico y empleado en una crepería del barrio de Menilmontant.
Otro comerciante del multiétnico noreste parisino, el egipcio Adjib, dueño de una almacén desde hace 32 años, consideró que “se habla mucho de antisemitismo, pero hoy es más difícil ser musulmán que judío en Francia”.
“Estos chicos eran franceses, como mis hijos, mis nietos”, señaló, en alusión a los dos hermanos musulmanes franceses sindicados como autores del ataque a Charlie Hebdo, ambos muertos por la policía.
“Esto es el fracaso de Francia y su educación, de nuestras escuelas, nuestras universidades, pero sobre todo de la negligencia de las políticas sociales del Estado”, remarcó irritado el dueño del comercio, donde, entre diversas especialidades de Medio Oriente, se ven también paquetes de yerba mate argentina y uruguaya, “adquirida por sirios, libanés o sudamericanos”, precisa.
“No podemos dar la impresión al mundo de que toda Francia se reconocía en Charlie Hebdo. Vendían 10.000 ejemplares (ndr. 30.000) y somos mas de 66 millones”, expresó, por su parte, Jean-Pierre, denunciando “una manipulación del gobierno”, al sumarse a la la discusión en la ‘épicerie’ (almacén) egipcia Le Caire de Belleville.
“Se dice que estamos en guerra. ¿Contra quién? Habrá que definir los objetivos de esa guerra y repensar la relación de nuestro país con Estados islamitas como Qatar, Arabia Saudita o Pakistán, el control de nuestras fronteras y nuestros medios de seguridad”, continuó, entonado, Jean-Pierre, “jubilado, católico y elector conservador de toda la vida”.
Sorprendido, pero sin ser descortés con su cliente, Adjib espetó con una sonrisa que “va a ser difícil que salgamos de esta situación de la mano de los responsables políticos que nos llevaron a ella”.
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