Fuente: librered.net / Tim Anderson, Sidney University
La súbita reversión de Washington de su pretexto ‘guerra contra el terror’ para una intervención en Siria ha confundido al público occidental. Durante tres años han estado viendo historias de ‘intervención humanitaria’, que vertían menosprecio sobre la afirmación del Presidente de Siria de que estaba luchando contra terroristas financiados por países extranjeros. Ahora EEUU afirma estar liderando la lucha contra esos mismos terroristas.
(Tim Anderson es Catedrático de Economía Política en la Universidad de Sidney. Ha investigado el conflicto sirio desde 2011 y visitó Siria en diciembre de 2013)
¿Pero qué opinan los sirios, y por qué continúan apoyando a un hombre que según las potencias occidentales está constantemente atacando y aterrorizando a ‘su propio pueblo’?
Para entender esto debemos considerar la enorme brecha entre la caricatura occidental de Bashar al Assad el ‘brutal dictador’ y la popular cosmopolita figura que es en Siria.
Si creyésemos la mayoría de las noticias occidentales pensaríamos que el Presidente Assad ha lanzado repetidos bombardeos indiscriminados contra zonas residenciales, incluyendo el gaseamiento de niños.
También pensaríamos que dirige un ‘régimen alauita’, donde una minoría del 12% reprime a una mayoría musulmana sunita, aplastando una ‘revolución’ popular que sólo recientemente ha sido ‘secuestrada’ por extremistas.
El problema central con estas representaciones es la gran popularidad de Bashar en Siria. La popularidad de Bashar al Assad es real, aunque pueda existir el culto a la personalidad de los estados fuertes y descontento popular con la corrupción y el favoritismo.
Su gran victoria en las primeras elecciones con varios candidatos en junio consternó a sus enemigos regionales: Israel, Arabia Saudí, Catar y Turquía; pero no detuvieron su agresión.
Los sirios ven en Bashar al garante de la tradición plural y nacionalista de su padre y al modernizador de las reformas políticas.
Encuestas en Siria habían mostrado gran descontento con la corrupción y el favoritismo, y opiniones diversas sobre la economía pero a la vez habían mostrado gran satisfacción con la estabilidad, los derechos de la mujer y la independiente política exterior.
Las manifestaciones pro-reformas políticas en 2011 – replicadas con manifestaciones pro-gubernamentales que rápidamente fueron eclipsadas con una insurrección violenta – no fueron necesariamente anti-Bashar.
Los Hermanos Musulmanes y otros grupos sectarios islamistas sí le odiaban, al igual que odiaban al estado secular. Pero incluso estos enemigos, en sus mejores momentos, reconocían la popularidad de Bashar al Assad.
A finales de 2011 una encuesta del Doha Debates (creada por la monarquía catarí, uno de los principales patrocinadores de los Hermanos Musulmanes) mostró que el 55% de los sirios querían que Bashar se quedara.
Islamistas armados fueron más lejos. En 2012 Reuters, el Guardian y el Times Magazine reportaron a tres líderes del ‘Ejército Libre Sirio’ (ELS) en Aleppo diciendo que el Presidente de Siria tenía un ’70 %’ de apoyo; o que la población local ‘son todos leales al criminal Bashar, y nos delatan’; o que son ‘todos informantes… nos odian. Nos culpan de la destrucción’.
La impopularidad, claro, es fatal en una revolución; aunque para un fanático religioso es sólo un inconveniente. Estos tres grupos del ELS eran islamistas en buenos términos con al Qaeda.
A pesar de estas revelaciones los medios occidentales siguieron utilizando como fuente a los Hermanos Musulmanes, a fuentes alineadas con ellos, a ‘activistas’ y a ‘rebeldes moderados’. En particular, confiaban en Rami Abdul Rahman, que con sede en Reino Unido, se llama a sí mismo el ‘Observatorio Sirio de Derechos Humanos’. Estas fuentes mantenían vivo fuera de Siria a ‘El Monstruo Bashar’.
En el mito de ‘El Monstruo Bashar’ hay dos historias clave relacionadas entre sí: la historia de los ‘rebeldes moderados’ y la historia de ‘los lealistas de Assad’ o de ‘las fuerzas del régimen’ para describir a un gran y valeroso ejército nacional con inmenso apoyo popular. Para entender el mito es necesario hablar sobre el Ejército Árabe Sirio.
Con más de medio millón de soldados, el Ejército es tan grande que la mayoría de comunidades sirias tienen fuertes lazos familiares, incluyendo lazos con los caídos en la guerra.
Regularmente se realizan ceremonias para las familias de los ‘mártires’, con miles de personas orgullosamente mostrando fotos de sus seres queridos.
Además, la mayoría de los varios millones de sirios desplazados por la guerra no han salido del país sino que se han desplazado a zonas protegidas por el Ejército. Esto sería inexplicable si el Ejército estuviera realmente involucrado en ataques ‘indiscriminados’ a civiles.
Un ejército represivo provoca miedo y odio, pero en Damasco se puede ver que la población no tiene miedo cuando pasa por alguno de los muchos puntos de control del ejército instalados para protección contra coches bomba de los ‘rebeldes’.
Los sirios saben que hubo abusos contra los manifestantes en 2011; también saben que el Presidente destituyó al Gobernador de Dara por este motivo.
Saben que la insurrección armada no fue una consecuencia de las protestas sino que fue una insurrección sectaria que se puso a cubierto dentro de las manifestaciones.
El dirigente saudita Anwar el-Eshki reconoció en la BBC que su país había proporcionado armas a islamistas en Dara, y sus ataques con francotiradores en azoteas se parecían mucho a la insurrección fallida de los Hermanos Musulmanes en Hama en 1982.
Hafez al Assad aplastó esa revuelta en unas semanas. De ese incidente la inteligencia estadounidense dijo que las bajas fueron probablemente de ‘unos 2.000′ incluyendo ‘300 o 400′ miembros de la élite de la milicia de los Hermanos Musulmanes.
Desde entonces la Hermandad y las fuentes occidentales han inflado los números, llamándolo una ‘masacre’. Islamistas armados haciéndose pasar por víctimas civiles tienen una larga historia en Siria.
Bastantes sirios me han criticado al Presidente Assad, pero no en el sentido de los medios occidentales. Me dicen que quieren que sea tan firme como su padre. Muchos en Siria le consideran demasiado blando, lo que le ha dado el sobrenombre de ‘Sr. Corazón Blando’.
Soldados en Damasco me han dicho que hay una orden del Ejército por la que se debe hace un esfuerzo especial para capturar vivos a los combatientes sirios. Esto es causa de polémica, ya que muchos les consideran traidores, no menos culpables que los terroristas extranjeros.
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