Fuente: http://elcomunista.net / Del bog ‘Un vallekano en Rumania / Un vallekan în România’
Los que organizaron el golpe de estado en Rumania para reinstaurar definitivamente el capitalismo, durante aquella Navidad de diciembre de 1989, se aseguraron de vender su crimen como una “revolución” contra la “dictadura”, con mentiras que han ido desvelándose como tales o, en algunos casos, puestas en cuestión por cada vez más personas, durante estos 25 años de saqueo y destrucción bajo las garras del neoliberalismo salvaje.
La propaganda sobre el hambre que supuestamente pasaban los rumanos, acerca del poder omnimodo de Nicolae Ceausescu, o de la salida masiva a las calles de los trabajadores, todas ellas ya han sido demostradas como falacias publicitarias para imponer una ideología anticomunista y asentar la verdadera dictadura, la del capital, Hoy, al contrario, la mayoría de los rumanos sabe que en la Rumanía Socialista se vivía materialmente mejor (trabajo, vivienda, sanidad, cultura, etc…), que los trabajadores no participaron masivamente en las manifestaciones y, si lo hicieron, como demostró Virgil Zbaganu en su libro “El siglo XXI será comunista o no será“, fue bajo el lema de “Las fábricas para los trabajadores” (es decir, más comunismo, y no como se suele decir en los medios de propaganda, en pos del capitalismo), y que la figura de Nicolae Ceausescu era, en lugar la de un dictador, la de un títere en manos de una élite, la del partido, que fue creciendo conforme el Socialismo degeneraba, y que fue favoreciendo la reinstauración capitalista para romper los límites a su enriquecimiento personal que la frenaban en la economía socialista.
Como describe en su libro el que fue primera víctima de la represión capitalista tras el golpe de estado, Virgil Zbaganu, “Nadie gritó el 21 de diciembre de 1989 «queremos capitalismo, queremos pobreza, queremos desempleo, queremos ser despreciados». Es más, el 23 de diciembre, en la fachada de la Fábrica de Mecánica Fina”, de donde salió la primera columna obrera en la noche del 21 al 22 de diciembre, “ponía: «La fábrica es nuestra», y no «Queremos que nos privaticen la fábrica»”.
Poco a poco van cayendo los mitos, y recientemente se ha desvelado otro. Aquel que afirmaba que Nicolae Ceausescu y su mujer huyeron como cobardes en un helicóptero desde la azotea de la sede del Comité Central del Partido Comunista de Rumania, en la mañana del 22 de diciembre de 1989. Según los medios de propaganda de la dictadura del capital, impuesta sobre la clase trabajadora rumana tras el llamado por sus pasquines mediáticos “triunfo de la Revolución”, ante la agitación de los ciudadanos presentes en la Plaza de la República, el jefe de estado de la República Socialista de Rumania decidió huir para salvar su vida. Recordemos que toda la historia termina con otro mito y una lamentable verdad: Ceausescu sería detenido junto a su esposa en la ciudad de Targoviste, juzgado (en realidad, una pantomima de juicio que estaba destinado y diseñado para acabar con su vida y quitarse del medio a ambos, sumariamente, sin posibilidad de defenderse) y con su rápido fusilamiento .
Sobre la sospechosa huida, en la que jamás creyeron demasiados rumanos, todo hay que decirlo, se habian matizado ya algunas cosas, intentando justificar un poco las contradicciones de la versión oficial. Por ejemplo, el general Stanculescu, uno de los lideres militares del golpe, afirmó que él había sido el que convenció personalmente a Ceausescu para que se protegiera de “las masas”, aconsejándole subir al helicóptero. Sorprendentemente, Stanculescu sería el presidente del tribunal que simularía juzgar al presidente y que sentenciaría por la vía rápida que se pusiera fin a su vida.
En realidad, las cosas parece que fueron diferentes. Según documentos que van saliendo a la luz y declaraciones de testigos que veinticinco años después se van haciendo públicas, Ceausescu y su esposa fueron detenidos y forzados a subir a aquel helicóptero, versión que cuadra bastante mejor con lo que significó, para los cronistas oficiales del golpe, la imagen del aparato “escapando” de la azotea bajo la mirada atónita de los rumanos que lo vieron en directo por la televisión; es decir, el triunfo de lo que llaman ellos “la revolución”.
Según las declaraciones publicadas recientemente de algunos oficiales, hoy en la reserva, en especial del actual coronel Vasile Zarnescu, el matrimonio Ceausescu fue golpeado y obligado a montar en el aparato que les llevaba no a la salvación, sino directamente al lugar designado para su ejecución. Parece que el asesinato de los Ceausescu fue seguido de otras misteriosas muertes, como las de otros testigos de su detención, tal que el piloto del helicóptero, Vasile Malutan, que tuvo un trágico accidente dos dias después de declarar en una Comisión de investigación en el Parlamento que, igualmente, el presidente había subido en el helicóptero obligado y con un maletín lleno de importantes documentos, que le fue arrancado de las manos por los que le habían detenido.
Imagen de los Ceausescu en el simulacro de juicio antes de su ejecución
Curiosamente, en 1995 tuvo lugar una catástrofe aérea a pocos kilómetros de Bucarest, tras estrellarse un avión recien despegado y en el que, parece, iban a bordo dos importantes personajes militares con documentos comprometedores de la “revolución”. En 2008 el Consejo General de la Magistratura abrió investigaciones, rápidamente cerradas, alarmado porque la Fiscalia no había terminado la investigación de aquel accidente, hasta constatar que una parte importante del dossier 712/P/1995, que inicialmente tenía 1.081 páginas, había desaparecido. Algunas investigaciones han llegado a la conclusión de que el avión cayó en picado tras haber sufrido una explosión tras haber sido golpeado por un objeto desde abajo.