Flavio Signore
28 de julio, 2013
Bamako se despierta bajo el sol el día de las elecciones presidenciales. En pleno Ramadán la gente se mueve rápida en las calle desiertas para alcanzar la sombra y descansar, quieren ahorrar toda la energía posible. Parece una ciudad fantasma, hasta llegar a una escuela que acoge 15 mesas electorales en el centro. De repente vuelve el bullicio de las capitales africanas, una muchedumbre desordenada se amontona delante de la entrada, sin reparar en el sol. En el patio las colas son impresionantes.
La gente vive las elecciones como el posible punto final de la inestabilidad que ha vivido el país (de la cual hablaremos en un próximo reportaje), y la comunidad internacional las ha puesto como condición previa para reanudar las importantes ayudas económicas, como los 3250 millones de euros donados para las elecciones por la Unión Europea y los 3 billones prometidos en ayudas y planes de desarrollo. Un proceso electoral impuesto por intereses económicos, esencialmente franceses, y que se ha hecho a toda prisa y sin reunir las condiciones democráticas mínimas.
Se han continuado distribuyendo las tarjetas electorales, las tarjetas NINA, con datos biométricos, hasta pocas horas antes de la apertura de las mesas electorales, y si los datos oficiales hablan de un 85% de tarjetas distribuidas, parece poco probable que se puedan aplicar estas ratios al interior del país y sobre todo al norte, que continúa inestable y donde el MNLA (Movimiento Nacional por la Liberación del Azawad) ha llamado al sabotaje de las elecciones, no obstante el acuerdo de paz firmado hace menos de un mes con el gobierno central en Uadagudú, la capital del Burkina Faso.
Además los numerosos desplazados por el conflicto (se habla de entre 300.000 y 400.000), no pueden alcanzar los lugares donde se supone que son llamados a votar, lo cual representa un porcentaje importante teniendo en cuenta que hay unos 7 millones de votantes.
Entre los 27 candidatos (al principio eran 28, pero uno se retiró antes de los comicios) que compiten por el cargo presidencial, nadie representa los intereses del norte en conflicto y solo dos parecen tener reales opciones: IBK, como le llaman aquí según su acrónimo, o Boubacar, sostenido por una amplia coalición que comprende miembros del gobierno provisional que ha conducido el país a las elecciones, y que cuenta con el respaldo de las clases más pobres y de la parte del ejército que ha liderado el golpe, y Cissé, que con su historial de economista cuenta con el apoyo de la clase media y de muchos operadores económicos internacionales.
Una peculiaridad de estas elecciones es que los candidatos se presentan sin apenas programa, reducido a proclamas nacionalistas y de lucha contra la corrupción, con apenas matices diferenciales. Todos pertenecen a las familias y tribus que gobiernan el país, y todos aspiran a participar en el gobierno de amplia coalición que se constituirá después de las elecciones.
Hay también una candidata, novedad absoluta en este contexto, otra Cissé, que no tiene posibilidad alguna de obtener la presidencia pero que puede aspirar al ministerio de asuntos sociales y de la mujer.
Uno de los candidatos, Sacko, un ex ministro que se ha ganado a pulso fama de luchador en contra de la corrupción, acaba de votar y sale al patio de la escuela que acoge las mesas electorales. En una improvisada rueda de prensa, de pié y bajo el sol, transpirando, insiste sobre los posibles fraudes electorales e invita a los observadores africanos y europeos a estar vigilantes. Sobre todo en el norte, en Gao y Kidal.
Mientras tanto en una de las mesas electorales se ha montado un alboroto. Las votaciones se desarrollan muy despacio, los votantes esperan en cola desde hace 3 horas y nada parece moverse. Empiezan los empujones y tiene que intervenir la policía para calmar los ánimos.
Un joven se queja de no poder encontrar la mesa que le corresponde desde hace 2 horas. «Ha sido muy fácil encontrar mi preciada tarjeta NINA, y ahora resulta imposible encontrar donde tengo que votar». Le responde una mujer que enseña el dedo manchado de tinta indeleble que aquí indica que has votado: «Yo he vuelto desde París para votar, porque esta es la vez que vamos a devolver el Mali a sus ciudadanos». Un hombre contesta que Francia nunca dejará gobernar a nadie en contra de sus intereses y que el ejemplo reciente de Costa de Marfil es contundente. El aire se llena de comentarios entusiásticos y denigratorios, de quejas en contra de las elecciones y de entusiastas de este u otro candidato, de discursos grandilocuentes y de lugares comunes.
Hace su entrada un desfile de coches, SUV de ultima generación, de ECOWAS, la misión de la Union Africana en Mali. Bajan, saludan, declaran delante de las cámaras y vuelven a salir hacia otra mesa electoral. Una misión que cuesta millones de euros, entre intervención civil y militar. También cuestan cara la misión de los observadores europeos y la misión de la UN en Mali, el MINUSMA, que ha ocupado el más importante hotel de Bamako, el Hotel de la Amitié, y ha acabado tirando a la calle (literalmente) el mobiliario, para comprar otro de oficina que probablemente volverá a tirar en unos meses.
Solo para alimentar y alimentarse de esta máquina que occidente ha creado: el aparato de las elecciones, el proceso que certifica que una nación es parte del club en el cual se puede invertir dinero. Una maquinaria con un formidable aparato de propaganda que ha convencido a los malienses a acudir en masa a las urnas porque con las elecciones llega el cambio y el bienestar.
También si alguien mejorará sus condiciones de vida material, el coste será probablemente alto para el país, quizás se producirá una aceleración del desarraigo de sus tradiciones, que aquí no son historias orales bonitas; aún constituyen el esqueleto de la vida social. Y este proceso no se organiza como una elecciones.
Ahora solo queda saber el nombre del candidato que gobernará en Mali, pero para esto habrá que esperar aún unos días. Sea quien sea, Francia y las multinacionales que quieren explotar los recursos minerales y energéticos del área, ya se están frotando las manos.
¡¡¡Bienvenido Mister Marshall, bienvenidas las elecciones al sol!!!
Flavio Signore
28/07/2013, Bamako..
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