Por: atherine Weibel/Resumen Latinoamérica/Palestina Libre, 14 de julio de 2015
Un año después de que su hogar fuera destruido como consecuencia del conflicto armado, una niña y toda su familia aún siguen viviendo en el mismo lugar, ya que en Gaza las labores de reconstrucción apenas han comenzado. Y probablemente pase mucho tiempo más antes de que los afectados puedan volver a la vida normal.
Los 51 días de hostilidades que vivió el año pasado Malak, una niña de 12 años, son algo que nunca podrá olvidar.
“Antes de la guerra, mis amigas venían a visitarme a casa, pero ahora ya no me visita nadie”, comenta. “Ni siquiera vienen nuestros parientes, porque tienen miedo de que la vivienda se les derrumbe encima”.
Malak y otros 59 niños de su familia aún residen en el edificio en ruinas, que se encuentra en Beit Hanoun, una de las zonas de Gaza más dañadas por el conflicto del año pasado, que dejó un saldo de 551 niños muertos y 3.370 heridos.
En el edificio de cuatro pisos residen 10 hermanos y sus familias. Pese a que la vivienda resultó destruida por un bombardeo aéreo, los miembros de la familia ampliada aún siguen residiendo en el mismo lugar, ya que no tienen dónde ir. Viven entre los escombros de lo que una vez fue un edificio hermoso, como lo demuestra un cartel desplegado sobre lo que fue la entrada principal.
Aparte de ciertas reparaciones menores y algunas labores de rehabilitación, la reconstrucción de las más 12.600 viviendas de Gaza que resultaron totalmente destruidas por el conflicto aún no ha comenzado, lo que prolonga aún más las vicisitudes de unos 100.000 damnificados, la mitad de los cuales son niños.
Hasta ahora, sólo se ha podido introducir en el territorio un 2% de todos los materiales necesarios para reconstruir Gaza.Pe
Pesadillas
“No hay puertas ni ventanas, y también han desaparecido las paredes”, explica Malak. “Desde que se derrumbó mi habitación he estado durmiendo en un colchón con mis dos hermanas. Como no hay paredes, cualquiera puede verme cuando duermo. No tengo intimidad. Es como si viviéramos en la calle”.
En su corta vida, Malak ya ha sufrido las consecuencias de tres conflictos violentos. La niña tiene pesadillas todas las noches.
Varios de sus primos sufren otros problemas, como deficiencia de atención, sentimientos de desaliento y temores constantes de que estallen de nuevo las hostilidades. Un año después del conflicto que dejó una secuela de 551 niños muertos y 3.370 heridos, en algunos casos con discapacidad de por vida, más de 300.000 menores de Gaza siguen sufriendo trastornos psicológicos.
El año pasado, las hostilidades más intensas se produjeron durante el mes sagrado del Ramadán. Este año, el Ramadán transcurre en circunstancias más apacibles, aunque las familias de Gaza, un enclave costero bajo bloqueo desde hace ocho años, sufren los efectos de una de las tasas de desempleo más altas del mundo, del orden del 43%, y un nivel de inseguridad alimentaria del 73%.
En la planta baja del edificio, Omar, un primo de Malak de nueve años de edad, asa en un fogón unos pocos tomates con los que almorzarán los niños que son demasiado pequeños para ayunar.
Como todos los niños de Gaza de su edad, Omar no conoce otra existencia que la que ha vivido bajo el bloqueo. Su familia tiene acceso limitado a servicios básicos, como el suministro de electricidad, agua potable y gas natural para cocinar.
Alrededor de Omar, decenas de bebés y niños de corta edad gatean, caminan o se trepan a los escombros acumulados en lo que aún queda de la planta del edificio. En la calle, los niños un poco más grandes juegan entre los restos de los automóviles y una excavadora que destruyó la explosión.
“Como no tenemos adónde ir a jugar, nos quedamos en casa”, comenta Omar de buen humor. “El coche de mi papá quedó destruido por una bomba, al igual que el de mi abuelo, así que también los usamos para nuestros juegos”.
Pero varios minutos más tarde, Omar ya no se siente tan alegre.
“Sé que no es bueno vivir aquí”, comenta. “Me gustaría poder vivir como los demás chicos del mundo”.
Un futuro mejor
A Malak le gusta leer en una de las pocas habitaciones del edificio que no perdió el techo, cerca de una fotografía enmarcada de una adolescente. Se trata de una tía de Malak que murió debido a un disparo que le alcanzó en este mismo hogar durante una serie de hostilidades militares previas, en 2009. El retrato está colgado sobre un orificio en una pared donde todavía está alojado el proyectil que le causó la muerte. La familia afirma que el disparo fue efectuado por un soldado israelí.
Malak, una lectora voraz, comenta que sus calificaciones escolares no son tan buenas como antes, pero a pesar de ello está entregada a sus estudios, porque sueña con un futuro mejor.
“Quiero dedicarme a la ingeniería, como mi padre, para reconstruir viviendas. Nuestro hogar, los de nuestros vecinos, los de nuestros amigos”, afirma. “Quiero ayudar para que todos se sientan seguros”.
UNICEF encabeza varias intervenciones humanitarias orientadas a que los niños como Malak y Omar superen los efectos del conflicto. A tal efecto, se atiende al bienestar de los niños prestándoles apoyo psicosocial, restableciendo el suministro de agua, construyendo una nueva infraestructura para la distribución de la misma, reconstruyendo las escuelas que sufrieron daños y brindando educación de recuperación a los muchos estudiantes que quedaron rezagados.
El mes pasado se puso en marcha una nueva etapa de reconstrucción, que contempla la erección de 12.600 viviendas que quedaron completamente destruidas, así con la construcción de unidades nuevas.
Un año después del conflicto, es imperativo que el mundo no abandone a los niños de Gaza y que ayude a reparar los daños que han sufrido sus vidas. Porque de esa manera se hará posible que ellos puedan hacer realidad su sueño de un futuro pacífico y mejor.
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