Eduardo Luque Guerrero
27 de febrero, 2014
Crónica Popular
Socialismo 21
«¡Nuestra guerra es por la paz!» (Nicolás Maduro)
Las maniobras del gobierno de Washington para desestabilizar la democracia venezolana vienen de muy lejos. EEUU no puede permitir que el gobierno de Venezuela profundice su proceso revolucionario y se consolide en el poder. Según los papeles de Wikileaks, los correos enviados desde la embajada de Caracas al Departamento de Estado norteamericano y la Casa Blanca durante el período 2004-2006 revelan que EEUU invirtió 18 millones de dólares en penetrar las bases sociales del chavismo, utilizando para ello más de 30 ONGD de todo el mundo. Inversiones millonarias se produjeron igualmente en el 2008 y 2009.
Todo lo que está pasando en estos momentos en Venezuela tiene, en palabras del investigador francés Salim Lamrani, una fuerte impresión de «déjà vu». Estamos frente a un escenario similar al intento de golpe de Estado contra Hugo Chávez en abril de 2002.
La oposición venezolana a pocos meses de haber perdido unas elecciones democráticas, presidenciales y municipales, ha decidido intentar el asalto al poder por vía antidemocrática. Las elecciones en Venezuela, que auparon al poder a Nicolás Maduro, han sido un ejemplo de limpieza y transparencia como así lo han corroborado desde la Unión Europea hasta la Organización de Estados Americanos (OEA) o el Centro Carter.
Las algaradas callejeras que se producen desde hace semanas tienen como objetivo desestabilizar al país para justificar el uso de la fuerza contra Venezuela. La extrema derecha venezolana, incapaz de tomar el poder por vía democrática, ha optado por la violencia. La derrota en las elecciones presidenciales del 14 abril del 2013, aunque fuera por un estrecho margen de votos, representó para la oposición un terrible golpe que la sumió en un enorme desconcierto. El cambio de estrategia de la derecha se orientó hacia una victoria en las elecciones municipales que permitiera iniciar el proceso de revocación del presidente Maduro y, finalmente, la caída del gobierno revolucionario. La derrota en las elecciones municipales del 8 diciembre por más de 1 millón de votos y cerca de nueve puntos porcentuales hundió todas las esperanzas de la oposición. El gobierno de Maduro tenía dos años sin procesos electorales para profundizar los cambios revolucionarios.
En ese momento se abre paso la necesidad de un golpe de Estado. No es ésta, como afirma Atilio Borón, una cuestión opinable; desde el primer momento los líderes opositores han hablado de la necesidad de un “cambio de régimen”, así el lema de la manifestación opositora del 12 de febrero era “Saquemos al Maduro”. Se ha apartado a líderes que habían sido derrotados en las elecciones y se apuesta por otros que se han negado a respetar la voluntad popular desde 1998. Antes fue Capriles Radonsky, ahora son Leopoldo López y María Corina Machado los líderes de las fuerzas opositoras. Los dirigentes opositores más importantes abandonaron en Navidades Venezuela y marcharon a Washington a pedir apoyo, dirección política y financiación. Uno de los artífices teóricos del nuevo diseño es Pedro Carmona Estanga, el dictador más breve de la historia, que ocupó durante unos minutos la presidencia de Venezuela cuando Chávez recibió el Golpe de Estado que lo depuso en 1998.
La misma estrategia que contra Salvador Allende
La estrategia de Obama es calco de la estrategia de Nixon contra el gobierno chileno de Salvador Allende. Primero se inicia una campaña para hacer “hacer chirriar la economía”, se inicia el desabastecimiento programado, la especulación cambiaria…. Es un modelo de diseño claramente norteamericano, planteado de forma teórica por un agente de la CIA, Gene Sharp, en un manual denominado de la “dictadura a la democracia”; se incluye también en este método los ataques de la prensa, el terrorismo mediático para y en una fase posterior “calentar la calle”.
La oposición venezolana busca una situación similar a la de Benghazi en Libia o la guerra en Siria. El objetivo es destruir la economía y generar una crisis de gobernabilidad que justificara la intervención de las potencias occidentales llamadas en auxilio de la población para restaurar el orden. Nada de esto ha sucedido en Venezuela pero, desgraciadamente, no cejará en sus propósitos. La oposición es ya responsable de varios muertos en una situación que recuerda la matanza en puente Llaguno el 11 de abril del 2002, donde la policía metropolitana, a las órdenes de la alcaldía opositora, abrió fuego contra la población provocando decenas de muertos y heridos entre opositores y revolucionarios, mientras que grupos de militares golpistas intentaban desestabilizar las FFAA.
Ningún mandatario venezolano ha tenido jamás tanta legitimidad democrática como el anterior presidente Hugo Chávez que fue capaz de ganar 16 de las 17 elecciones a las que se sometió en 15 años, o del actual presidente Nicolás Maduro que desde su llegada al poder en abril de 2013, ha ganado claramente dos procesos electorales con total transparencia. A pesar de todo ello los medios de comunicación occidentales aliados con la extrema derecha están lanzando una campaña de demonización como pocas veces había soportado ningún otro país del mundo a excepción hecha del Irak de Saddam Hussein o la siria de Bassar Al-assad.
La punta de lanza de la actual revuelta han sido sectores estudiantiles de clase media y media alta. El centro neurálgico ha sido la facultad de Derecho que recibió, según los mismos correos de Wikileaks, financiación directa de EEUU. Las reivindicaciones agitadas por los estudiantes, que no representan más allá de una pequeña minoría del conjunto de los estudiantes del país, son del tipo “Contra la carestía de la vida y la inseguridad”.
La carestía está siendo fomentada precisamente por los grandes acaparadores ligados a las estructuras de la oposición. El 8 de noviembre del 2013, en pleno proceso de acaparamiento, se detectaba en Puerto Cabello, 47 contenedores que los importadores mayoristas valoraban en12.799.000 $ cuando, según la comprobación de los albaranes de importación, el importe real era de 1.358.000$. Casos de ese tipo proliferan en un intento de evadir divisas y encarecer de forma artificial el precio de productos de consumo. La intervención decidida del presidente contra los acaparadores bajo la amenaza de nacionalizar esos recursos palió la situación.
La segunda gran reivindicación de la oposición es la inseguridad pública. Aun siendo un hecho real, la oposición obvia que las cifras más altas se producen allá donde la oposición ostenta el poder municipal. A estas reivindicaciones se ha unido una tercera, el “absolutismo chavista”. Hablar del “absolutismo” cuando la prensa en Venezuela está, en un 80%, en manos privadas es un sarcasmo. El gobierno de Maduro ha respondido con la movilización social de sus bases y la convocatoria de una Conferencia Nacional por la Paz, que se sustenta en el denominado Plan de Paz y Conciliación al que están convocados todos los sectores sociales y políticos de la nación.
La Guerra Fría 2.0 y la manipulación de la opinión pública
Estamos frente a otro episodio de lo que se está dando en llamar “Guerra Fría 2.0″, donde supuestas voluntades populares son truncadas por la acción “dictatorial” de los dirigentes políticos de turno, curiosamente siempre enemigos de Estados Unidos. Se justifica así la intervención de las potencias occidentales a favor de esta oposición tildada por los medios y de forma unánime como “democrática”, “pacífica” o “prooccidental”.
La condición “sine qua non” es manipular a la opinión pública tanto interna como internacional haciendo ver una realidad que sólo existe en los medios. Hace tres días El País, El Mundo, la televisión pública (La 1)… se hacían eco de las masivas manifestaciones en Caracas contra Maduro. Tal y como revela la “Red Voltaire”[1] las imágenes que aparecen de la ingente multitud, supuestamente opositora, no corresponden a ninguna manifestación, sino a la adoración de la divina pastora en la Catedral de Barquisimeto. Imágenes tomadas en Chile son presentadas como la represión policial del presidente Maduro, la instantánea de un grupo de cadáveres atribuidos a la acción de grupos armados chavistas corresponde a yihadistas muertos en Siria, la escena de una chica arrastrada por la policía corresponde a las movilizaciones contra Mubarak en el Cairo…
Da igual. La prensa, y muy especialmente la española, está empeñada desde hace decenios en una campaña sistemática contra la revolución venezolana. La democracia en Venezuela se encuentra en un grave riesgo; Europa y EEUU , como estamos viendo en Libia, Siria o Ucrania, no dudan en violentar los principios democráticos más elementales con tal de imponer su modelo económico y su forma de dominación. Casos como el de Ucrania (donde los grupos de extrema derecha con el apoyo de la Troika europea y EEUU han violentado el resultado electoral imponiendo otra realidad política), el caso griego o el de Italia (con su tercer primer ministro sin pasar por las urnas) son elementos que nos habrían de hacer reflexionar sobre el riesgo que corren las libertades públicas.
El modelo que ensaya Occidente contra gobiernos que no les son afines es simple. Primero, generar el conflicto económico, provocar la crisis o la escasez; después, la algarada o el golpe de estado; y, finalmente, la guerra. Una vez conseguido el objetivo, se han de administrar las situaciones e imponer un gobierno afín a sus intereses.
Europa se ha convertido en un eslabón de la cadena de dominación estadounidense. La UE y el Parlamento europeo son actores esenciales de este proceso que no duda en tomar partido por los dictadores, apoyando revoluciones “naranjas” o “árabes” o intervenciones militares decididas en el estado mayor de la OTAN.
La oposición venezolana lleva varios muertos sobre sus conciencias. Sólo el castigo a los culpables dentro de la más estricta legalidad y la movilización popular en defensa de la revolución pueden hacer fracasar los planes de la oposición y aventar el peligro de un asalto fascista al poder. Lo que está en juego no es sólo la Revolución venezolana sino, indirectamente, el de toda América latina. Adolfo Pérez Esquivel lo denuncia estos días “La violencia y los ataques a Venezuela son un ataque a todos los gobiernos democráticos del continente,” pero como sabemos, la democracia se gana en las urnas pero se pierde en los despachos del FMI y el Banco Mundial.
http://www.voltairenet.org/article182259.html.
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