LA TIERRA NO ES UNA COSA, ES UN SER VIVO

ALFREDO SFEIR: «LA TIERRA NO ES UNA COSA, ES UN SER VIVO»Revista Mundo Nuevo (Ex representante especial del Banco Mundial ante la ONU)
“Sin un camino espiritual colectivo, donde haya una gran conciencia colectiva planetaria, no avanzaremos frente a los desafíos del cambio climático. Somos un todo inseparable; un todo material y espiritual. Es por eso que debemos construir una institucionalidad de gobernancia planetaria.” Iván Andrés Santandreu conversa con Alfredo Sfeir Younis. El medio ambiente como realidad interna
“Hay dos grandes leyes espirituales subyacentes a todo lo que se pueda hacer o lograr como humanidad en relación con la crisis del medioambiente. Ellas no responden a una creencia o a un dogma en particular. Si los países no las abrazan, nuestro futuro será un soberano fracaso”. Esta es una de las primeras frases de Alfredo Sfeir, en una extensa conversación con Iván Andrés Santandreu, director de Revista Mundo Nuevo, en el marco de la próxima COP25, y que comenzó por saber cuál es la relación que ve este execonomista ambiental del Banco Mundial entre medioambiente y espiritualidad.


“Hay dos leyes fundamentales subyacentes a todo lo que se pueda hacer o lograr como humanidad en relación con la crisis del medioambiente.
La primera ley sugiere que tenemos que descubrir las interacciones mutuas entre el medioambiente externo y el medioambiente interno. El aire contaminado externo afecta nuestro aire interno, y esto es cierto en relación con el espacio, el agua, la tierra y el fuego. Por más que tomemos medidas materiales externas, esto no se va a arreglar definitivamente. Con esta aseveración, no estoy sugiriendo que no deban tomarse las acciones externas; al contrario, pero definitivamente no son las únicas. Hoy vemos cómo las sociedades están muy alteradas por el estrés, el miedo, los riesgos permanentes, las incertidumbres…todo provoca un gran recalentamiento interno. Los tsunamis externos van de la mano de los tsunamis internos.
La segunda ley sugiere que nuestro bienestar es interdependiente, es mutuo y, por lo tanto, la cooperación, la solidaridad, la justicia, la equidad, etc., son fundamentales. Es decir, no debemos solo practicar valores de carácter individual, sino de carácter colectivo. Mi bienestar está totalmente conectado al bienestar de todos. Y cuando uso la palabra “todos”, me refiero a los seres humanos, a los seres sintientes y a la naturaleza. Me refiero al conjunto de todas y todos dentro de esta matriz de vida.
Sin un camino espiritual colectivo, donde haya una gran conciencia colectiva planetaria, no avanzaremos frente a los desafíos del clima. Somos un todo inseparable; un todo material y espiritual. Es por eso que debemos construir una institucionalidad de gobernancia planetaria.
Todo lo que se habla y se debate es acerca de las dimensiones materiales y económicas del cambio climático…
Se habla mucho de lo material, y esto es muy importante, ya que la destrucción material del cambio climático nos afecta a todos, y afecta más fuertemente a los pobres y a los más vulnerables. Lo material es importante, y nunca he estado en contra. Sin embargo, debemos tener presente que no somos seres materiales. Somos seres espirituales viviendo una vida material. Y dónde vivimos esta vida material es clave para nuestra transformación, tanto material como espiritual. Todos somos responsables de nuestro planeta. Es una responsabilidad que va más allá de nuestra generación; una responsabilidad que va más allá de las fronteras de un país; una responsabilidad que abraza el bienestar de todos.
No obstante, tenemos que ir más allá de lo material. Y eso significa un reconocimiento de nuestra realidad sutil, de nuestra realidad interior, de nuestro clima interno. Debemos abordar la rabia, la avaricia, el ego, el odio, la comodidad exagerada y todo lo que recalienta nuestra alma. Esto le puede parecer a muchos algo esotérico, pero no lo es. Esto es concreto y práctico. Es un nuevo camino colectivo. Recordemos que en algunas décadas más seremos casi diez mil millones de habitantes en el planeta. El mundo ha cambiado, y la juventud y los niños lo saben muy bien, y reclaman un cambio de paradigma. Ellos ven que les entregamos un planeta lesionado y enfermo. Es un tema intergeneracional de gran envergadura, donde todas las generaciones debemos unirnos y actuar juntos ahora. Cada vez más, los procesos de urbanización y de interconectividad irán marcando un camino eminentemente colectivo. Desarrollo consciente
Lo anterior llama a un nuevo paradigma, no solamente del clima, sino de cómo vivir en este planeta como humanidad. Quisiera compartir rápidamente algunos atributos de este nuevo paradigma del “Desarrollo Consciente”; es decir, un “Desarrollo Sostenible con una Ciudadanía Empoderada”. Este es el otro camino. Este paradigma considera, por ejemplo, una nueva definición de lo que constituye un colectivo, incluidos todos los seres; considera una interdependencia e interconexión total; reclama que todo tiene conciencia, incluido nuestro planeta; defiende que el planeta es uno y que constituye una unidad total y viva; señala que estaremos gobernados por la gran energía femenina; considera que los seres humanos tenemos identidad natural (un cuerpo y una mente natural); entiende que los elementos de la vida, como el agua, la tierra, el fuego, el aire y el espacio, poseen sabiduría intrínseca; considera que no solamente debemos aceptar y ejercer la compasión, sino que tenemos la obligación de crear una sociedad compasiva, y esto se aplica a todos los valores colectivos; aboga por que practiquemos la economía del cuidado y fortalezcamos el ecofeminismo; entiende que no podemos dejar que la economía y la política se practiquen en un vacío ético y moral; etc. Estos atributos, y otros más, son el camino para la sanación de la Tierra. ¿Podrías agregar algo más en relación a las dimensiones espirituales del cambio climático?
Claro que sí. El tema del cambio climático no es solamente un desafío económico, científico y político. Es un gran desafío espiritual, ético y moral. Por ejemplo, el planeta no es una cosa, sino un ser vivo, que tiene conciencia, quizás tanto o mayor que la humana, y es fundamental definir bien la relación que existe entre nosotros y el planeta. Nosotros estamos en un planeta creado, y no creado específicamente por nosotros, lo que nos obliga a respetar y cuidar esta creación. Debemos generar confianzas y un gran sentido de solidaridad, lo que conlleva la autorrealización de la unidad inseparable de la creación y todo lo creado. Demanda un cambio fundamental en los conceptos que están dominando a la humanidad, tales como bienestar, progreso, transformación, conducentes a una inclusión de lo espiritual (por ejemplo, el bienestar espiritual). También exige la capacidad de velar por nuestros propios intereses, como también velar por los intereses colectivos, lo que representa un cambio fundamental en nuestro comportamiento humano y social. Por lo mismo, es necesario instalar en nuestra gramática social la justicia ecológica y la justicia redistributiva, basadas en la espiritualidad profunda que demanda un humanismo interdependiente y la vida humana en este planeta, que es uno y que es nuestro. Y finalmente, está la necesidad de establecer un nuevo tipo de liderazgo consciente y capaz de abordar los temas de sustentabilidad, de forma directa y con gran sabiduría.
Actualmente, somos testigos de una brecha entre los objetivos e intenciones de los gobiernos y la necesidad de un despertar de la conciencia colectiva. Hoy parece un sinsentido focalizarse solamente en el “crecimiento económico”, que conlleva más destrucción del planeta, pues no fomenta formas armónicas de habitar nuestro planeta. El uso actual de las tecnologías es más bien para poseer y dominar, o para convertir los deseos en “necesidades” a través del marketing o para despertar los miedos y así generar más utilidades.¿Por qué hay un gran vacío entre los que toman las decisiones políticas internacionales y la sociedad civil?Ese es el gran desafío: la acción colectiva; que es algo difícil en una sociedad básicamente materialista e individualista, donde el gran esfuerzo de la educación es el saber para hacer y el hacer para tener. Esto lo testimoniamos todos. Lo importante ahora es otro tipo de educación: la educación del ser, la educación interior, la educación de la sabiduría, la educación del cuerpo, de la mente y del alma; no solo de la mente. Es más fácil decirlo que ejecutarlo, pero el tema del cambio climático pasa por esta reflexión.
Yo soy un convencido de que la acción colectiva es posible, pero ella demanda cambios profundos en nuestras sociedades, en las instituciones internacionales y en los conceptos más poderosos que mueven a las economías: nada de fácil, pero indispensable. La suma de las acciones individuales en forma individualista no hace un colectivo feliz y humanizado.
Lo más importante es cultivar la espiritualidad colectiva. Para ello, debemos orientar la espiritualidad hacia al menos dos dimensiones fundamentales: la espiritualidad experiencial y la espiritualidad en el ámbito de lo público. La espiritualidad no es una teoría, es una experiencia diferente a la experiencia material. En burdo, la experiencia material es una experiencia del tener. La experiencia espiritual es la experiencia del ser. Ambos, tener y ser, deben conjugarse en unidad; no por separado. Es lo que los hindúes llamaban Karma Yoga: unión en la acción; la espiritualidad en la acción cotidiana. Por eso es que yo practico la espiritualidad experiencial. Debemos crear las condiciones para experimentar los grandes beneficios de la acción colectiva. Ello demanda derrumbar el ego, los miedos y el estrés colectivo. Al mismo tiempo, practico la espiritualidad en el ámbito de lo público: en la política, en la economía, en lo social, en lo corporativo… La política sin espiritualidad es un camino suicida. La espiritualidad sin política es una teoría. Siempre he dicho que la espiritualidad debe estar donde no hay. De lo contrario, formemos un club de amigos.
Hoy vemos una sociedad civil muy sensibilizada frente al tema, no solamente material sino valórico y espiritual. Como resultado, podemos observar la dedicación de los países y organismos internacionales solamente a lo material, al ego y a lo que ellos quieren defender individualmente. Las demandas de la sociedad civil son muy avanzadas y estructurales: eliminar el consumismo, cambiar el sistema económico neoliberal, tener sociedades de derecho, implementar la justicia ecológica y la redistributiva, etc. Los gobiernos hablan solamente de crecimiento económico y acumulación de capital, de riqueza material y de todo eso. Es un gran choque de lenguajes y emociones. Yo estoy con la sociedad civil. Si no fuese por la sociedad civil, quizás en qué planeta estaríamos viviendo. El gran desafío hoy es hacer las paces con la naturaleza, con el medioambiente. Para ello, necesitamos una nueva conciencia, un nuevo liderazgo y una nueva forma de hacer economía, tanto política como social. Necesitamos nuevas instituciones y nuevas formas de democracia.
Mahatma Gandhi decía que en nuestro planeta hay para todas y todos, excepto para satisfacer la avaricia y la codicia de algunos. Es decir, si hubiese un enfoque colectivo adecuado, podríamos tener espacio para millones de millones de personas más. Hoy, vemos que no es posible, ya que los incentivos son consumir más, producir más, comerciar más. Los incentivos dicen: ‘más es siempre mejor’. Para mí, esto es una falacia. No hay incentivos para alcanzar una sociedad frugal, una sociedad que se contenta con lo adecuado. En las sociedades actuales, la escala del desarrollo crece desproporcionadamente a costa de todos estos problemas ecológicos y ambientales. Hay países en los cuales, para mantener su nivel de bienestar material, se consume más de cinco planetas Tierra. Alguien está perdiendo sus ahorros verdes, por ponerlo de alguna manera. Y esto ocurre sin considerar los problemas intergeneracionales: permitirles a las futuras generaciones un derecho a la vida y a un medioambiente limpio y sano. Hoy debemos ir a la acción, pero a la acción correcta: a la acción éticamente validada por nuestro colectivo humano, teniendo en consideración los impactos en todos los seres sintientes y en la naturaleza. Abordar adecuadamente el cambio climático es la prueba de fuego de cómo hay que actuar en este colectivo planetario.Sé que hay muchos derechos, pero quisiera escucharte en el ámbito de las responsabilidades. ¿Qué tipo de responsabilidades tenemos frente a la realidad que está creando este problema?Sí, hay muchos derechos: no solo los derechos civiles y políticos, sino también los derechos económicos, sociales y culturales. Hay dos formas de derecho de las cuales no nos referimos mucho: derechos con importantes formas de jurisprudencia y justiciabilidad. Uno de ellos es el derecho económico y ambiental a nivel internacional; un derecho derivado de los derechos a la vida y a un medioambiente sano. La jurisprudencia se basa, además del derecho a la vida, en muchas de las convenciones de la ONU. Quisiera enfatizar también el derecho al desarrollo. En esto, me tocó colaborar y formular su concepto y jurisprudencia cuando era el Representante Especial del Banco Mundial ante la ONU.
Todos tenemos responsabilidades en relación con nuestro planeta. Aquí, me gustaría distinguir entre tres tipos de responsabilidades; dos de ellas no me gustan. La primera es la responsabilidad independiente, como la que se practica en Estados Unidos. Es decir, yo me responsabilizo de lo mío y que el resto se las arregle como pueda. No estoy de acuerdo, pues si cada país adopta esta forma de responsabilidad, el total siempre será menor que la suma de sus partes. La segunda es la responsabilidad dependiente, en la que yo me responsabilizo para beneficiarme de la dependencia que creo en los demás. Una manera en que esto se manifiesta es en el uso abusivo que hacen ciertos países de los recursos naturales y de los servicios del medioambiente originados en países en vías de desarrollo (también a nivel puramente corporativo). Esta es una relación de dependencia a favor de los países ricos. No me gusta este tipo de responsabilidad. La tercera, y que apoyo fervientemente, es la responsabilidad interdependiente. Es aquella en que todos somos iguales y cocreadores de una vida en este planeta que beneficie a todos; una interdependencia entre los seres humanos, todos los seres sintientes y la naturaleza. También considero parte de esta responsabilidad la interdependencia espiritual, la cultural, la étnica, etc. Esta es la responsabilidad del mantra que compartí anteriormente.https://www.mundonuevo.cl/alfredo-sfeir-la-tierra-no-es-una-cosa-es-un-ser-vivo/?fbclid=IwAR2rUv0y6icF7rqapyfwtEHn2wGLs49PvwfFTtHN-09wV6R9pUi_TcaFMSU

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