Tamer Sarkis Fernández
26 de febrero, 2014
Diario Unidad
Da regúrgito tener que oír estos días a algún indignado patrio empatizar con la turba de indignados ucranianos. “Denunciamos el curso que ha tomado el movimiento, pero apoyamos el hecho de la rebelión popular ucraniana”. Que es tanto como decir: “Estoy contra el curso tomado por la bala que asesinó a aquel niño desarmado, pero a favor de que la bala saliera del cañón. No en vano, esa pistola podría haber sido apuntada y disparada, en cualquier otro lugar, contra algún bellaco”.
Pero resulta que las balas no toman curso ni salen ellas de los cañones, lozanas. Ni las pistolas podrían haber estado en otro lugar más que justo en aquél donde fueron colocadas por unas precisas correlaciones de poder. El curso era algo determinado a priori por las características del acto. Lo demás no son más que engaños del lenguaje (aunque, curioso, la expresión misma se integra también como parte de lo denunciado: nótese “engaño del lenguaje”). De esta especie de síndrome del sujeto-espejismo (“irrumpe el trueno”, “el relámpago resplandece”, “pienso lo que quiero”, «la bala sale del cañón», «la bala está tomando curso», «el movimiento se mueve por derroteros lejanos a los suyos propios»…) nos alerta Nietzsche en Genealogía de la Moral, 1er Tratado.
Para el caso, “Pueblo de Ucrania” pasa a ser un ente en sí en el imaginario romántico de nuestro indignado, cuando todo Pueblo es en realidad el producto del conjunto de sus relaciones sociales (materiales e ideológicas) operativas sobre sí mismo (Marx, Tesis sobre Feuerbach). Sin embargo, nuestro indignado no se conforma con pensar una caractereología metafísica (un “ser Pueblo” en sí). Además –y he aquí lo grave- al traducirse para sí como “rebelión popular” las fragmentarias imágenes que le llegan del espectáculo, el “espontaneísta” ibérico vuelve a dejarse llevar por la fantasía del sujeto espectral e identifica al adjetivo –“popular”- con un sujeto actor en lugar de tasarlo en su justa medida, esto es, en tanto que sujeto actuado: agente y vehículo del proceso.
Pues lo actuante (lo motriz y lo in-formante al agente) es, como no podría ser de otro modo, materia social políticamente ordenada y así habilitada para tornarse conciencia en el seno del sujeto agente (cierta parte de la población ucraniana) a través de propiciar la codificación ideológica de éste (una u otra codificación: funcional a la producción soberana de vida social en dialéctica con los factores productivos insertos en el medio físico, o bien funcional a los expoliadores del grupo humano y del medio físico). ¿Quiénes han puesto en juego materia social deliberadamente orientada hacia el fin ideado (y logrado)?: recursos, dinero, “personalidades”, megafonía, armas, hombres importados, periodistas, respaldos diplomáticos y presiones, organización, aprendizaje táctico, una estrategia y metodología de acción…
¿Desde qué racionalidad han puesto todo eso en juego?: ¿desde una racionalidad tendente a avanzar en una apolaridad mundial o desde la racionalidad de apuntalar el Hegemonismo?. ¿Desde una racionalidad de la Soberanía Nacional y la convivencia pacífica entre los pueblos, o desde la racionalidad de escala bélica contra la competencia rusa?. ¿Desde el No-Alineamiento o desde la OTAN?. ¿Desde una racionaliad de re-definición horizontal de las relaciones productivas y mercantiles entre naciones, o desde un deseo de extender a Ucrania el saqueo financiero, la Ley imperialista de los Intercambios Desiguales y el trazado euro-alemán sobre la división regional del trabajo?.
Y, last but not least, ¿a través de qué ideología han podido ser amalgamadas y orientadas las fuerzas materiales invertidas hacia la consumación de la racionalidad directriz?: ¿ideología comunista o anticomunista?; ¿ideología patriótica?, ¿o ideología del “camino individual de la vida optimizando gratificaciones a través de la relación práctica con los demás y con una sociedad-objeto de lo individual” (darwinista)?; ¿ideología de la liberación nacional y de los pueblos oprimidos, o ideología (por lo demás alucinatoria) de entrar en un Club VIP para ser parte de los depredadores y no de “los parias” de la Tierra aun a costa de esos “parias”?. ¿Memoria de la heroica guerra de Crimea y de las glorias de Stalingrado, donde juntas las gentes agredidas dieron muerte al invasor?, ¿o resentimiento anti-ruso que vuelve bajo la forma de colaboracionismo con el IV Reich, tal y como hubo sido en otros tiempos colaboracionismo con el IIIº y con sus SS?.
Se ha puesto a ondear las banderas de las ratas anti-sirias contra un país, Siria, que ha resistido al conato ultra-violento de su secuestro por el jinete apocalíptico de la deuda externa y por la Bolsa de Chicago. Han sido puestas a ondear banderas israelíes y las azules de ese IV Reich franco-alemán, contra la roja bandera de la famélica legión internacional que ellos parasitan y que tratan de seguir criando, hundiendo y repelando. Banderas del viejo orden parasitario contra el presente emerger de los países y su disidencia, que deja desnudos a los ladrones y a tanto “triunfador” por cuenta ajena.
No ha resonado un futuro de la dignidad común de poder al fin pensar lo que uno quiere hacer y poder hacer –materializar- lo que uno piensa y planifica, sin que terceros alienen el sentido de los proyectos colectivos. O enajenen el producto de ese trabajo colectivo. O, en fin, impidan la socialización del producto colocando a éste un precio enemigo de las necesidades del semejante. Y en cambio han resonado, ante banderas ponzoñosas saludadoras, las peroratas de un Bernard Hénry-Levi vestido de color “liberal-futuro” para la ocasión (y no ya de negro-“islamista moderado” como cuando estuvo en Siria en 2011); relatando ante la Plaza Maidan de Kiev el cuento de la lechera del Oeste de Libertad que deja hacer al individuo en su épica personal hacia “lo más alto” mientras le entretiene con gran glamour y oportunidades de pasar buenos ratitos. “Bienestar”, “consumo”, “Ego”, “y que le dejen a uno en paz”, “hágame yo y perezca el mundo si el mundo no se espabila”. Es ése el Horizonte de la muchedumbre atomizada que ejecuta la rebelión ucraniana (mientras se auto-complace en aparentar creer que la protagoniza). ¿Rebeldes contra qué y conformistas o anhelantes con qué?. Si eres joven y rebelde, coca-cola te comprende.
Tal vez sea también auto-complacencia lo que se esconde tras las ensoñaciones del españolito simpatizante con los rebeldes ucranianos. Una especie de sublimación de la impotencia propia delegando (inconscientemente) en lo ajeno fetichizado: “Ya que yo estoy cosificado hasta en mi cobardía y pasividad, me consuelo al menos idealizando en otros lo que yo debería hacer por cuenta propia”. Ésta es la lógica honda del espectáculo, que alimenta las imágenes mediáticas que vuelven acto seguido al espectador, generándose y volviéndose a generar recíprocamente oferta y demanda, demanda y oferta. Ese abrazo del espectáculo, donde el mentiroso –también el espectador- se miente a sí mismo hasta el delirium tremens.
¡Pero sea usted, por una vez en su vida, honesto con su figura: señor Juanico, zeñó Josele, señora Tere…!. Si lo de Ucrania resume un espléndido estallido de la espontaneidad, sólo a posteriori corrompida o “secuestrada”, que había tomado pistolas, escopetas perdigoneras, granadas de mano y escudos anti-bala…, contra la opresión: ¡¿por qué no toma usted entonces ese camino, señor Juanico, zeñó Jozele, señor parado, señor precario, señor timado, señor ensuciado, dirigido, de país anulado, culo del Mundo?!. ¿Acaso están los ucranianos hechos de otra pasta?. ¿Los tienen cuadrados, de plomo?. ¿Son ellos parientes de Atila y ustedes tan civilizados que no pueden más que protestar del “hecho social” en días extraordinarios de catarsis sindicalmente seleccionada o parloteando en la cola de la pescadería o del supermercado?.
La ensoñación del españolito antes con Libia, Siria, y ahora con Ucrania, es de una bajeza y fariseísmo tales que casi da ganas de poner al orden del día otra vulgar bajeza; eso de que “tenemos lo que nos merecemos”. Su paja mental es típica del esclavo que necesita compensarse inventando trasmundos imaginarios y “viviéndolos” con esperanza puesta. En corolario, el españolito no puede más que desdoblar artificialmente, aquello que es en realidad un proceso Unitario, en una metafísica de “rebelión-rebelión” originaria (jovial, generosa, mozalba e ingenua, retrato de ese “pueblo” abstracto estereotipado) fatalmente pervertida (siempre un caso tras otro: ¡oh, casualidad!) por una “física del Poder filtrado”.
Todo este desdoblamiento y contraposición significa nulo comprender que, en el actual estadio hiper-desarrollado de Potencia política hegemonista yankie para producir acontecimientos, lo de Ucrania o Venezuela son síntesis de laboratorio donde rebelión popular (de un sector poblacional más o menos cuantioso) y reacción conducida centralizadamente desde el epicentro hegemonista, son lo mismo. Son los polos dialécticos conformadores de una Totalidad preparada. La producción Hegemonista de cambios políticos no es Magia Potagia; necesita su vehículo, su sujeto actuado, su carne de cañón. Y la carne sería nada más que carne amorfa –ni tan siquiera se origina como “carne de cañón”- si no fuera por los cañoneros y por el cañón que toman en sí a esa carne para apuntarla y dispararla. Igual que la bala que da inicio a este artículo, y que no ha sido en modo alguno “manipulada”, “desviada” o “perversamente usada por la pistola o el pistolero”; ¡¡sólo desde una metafísica grosera puede ese trozo de materia ser nombrado “bala” considerada aisladamente a ese artefacto y a ese artificiero precisos, que tomando a ese pedazo objetual en su racionalidad lo están produciendo socialmente como bala!!. Antes, no había nada.
En libre paráfrasis a Dani Estulín, podemos decir que los despliegues Hegemonistas de agitación y Golpe o de segmentación contra países y sistemas políticos desobedientes, no son cuatro viejos babosos con kipá conflagrando desde una lejana torre de marfil. Son, en cambio, una densa y compleja red de relaciones extendiéndose desde el epicentro a las periferias. Es una fuerza objetiva produciendo lo subjetivo y tomándolo en su seno, incluida la subjetividad “Pueblo”, su cabreo y su “rebelión”. Por supuesto que ha habido en las calles ucranianas una subjetividad moviéndose cargada de razones –reales algunas de ellas- para “su” “propio” estar-en-la-calle. Yanukovich no es del Pueblo: ¡¿y qué?!. Tal banalidad no explica un ápice de la realidad objetiva desenvuelta sobre Ucrania e impuesta a ese país. Hay rebelión, y por ella se consuma la reacción. Hay un plan reaccionario, y es su materialidad política, logística, ideológica y armamentística aquello que engendra la rebelión.
A fecha de 2014, no podemos seguir repitiendo dogmáticamente aquella gran verdad revolucionaria del Presidente Mao: “La rebelión se justifica”. Eso era en sí verdad en vida de Mao. Incluso al inicio del presente siglo. Pero en unos años, el propio hiper-desarrollo ingenieril del Hegemonismo anglo-sionista ha jubilado esa gran verdad. “Sólo conocemos una ciencia: la ciencia de la historia” (Marx). Hoy, la rebelión se justifica… o no. Hoy “la rebelión se justifica” tout court se ha transformado en un Mito abstracto con cuya invocación “izquierdista” el propio Hegemonismo no hace otra cosa que justificar sus Operaciones posesivas sobre distintas sociedades civiles. Fracciones poblacionales posesas por el espectáculo de la “rebelión” y de la “libertad occidental” que el Hegemonismo despliega, y que acaban imitando con movimientos reales al espectáculo referencial. Y este paroxismo hegemonista hasta llega a encarnarse personificándose como perfecto rebelde-reaccionario: Hénry-Levi, Salim Idris, Rico, Vives, Capriles, las Femen, Timoshenko o Miley Cirus.
Tamer Sarkis Fernández,
Vice-director de DIARIO UNIDAD.
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