Tamer Sarkis Fernández
10 de enero, 2014
Justamente aquello que hizo de Erdogan uno de los Delfines predilectos de los intereses hegemonistas en la región, ha acabado por originar en ese mismo super-núcleo la intención de desbancarle.
Él y su perspectiva para Turquía son un auténtico cruce de caminos entre contradicciones internas y externas en dialéctica, y que, lejos de haber podido ser conciliadas para “bien común”, le están explotando en las manos a la Hermandad. Esta serie de contradicciones “integradas” no comparten rango, existiendo por contra, una principal, una secundaria y otras derivadas.
La principal de ellas radica en el epicentro político de los Estados Unidos. El poder estadounidense se ha partido -para el caso- entre sectores más o menos “filo-saudíes” y sectores más o menos “pro-turcos”. Esta partición no dejaba de traducir, a priori, una diferencia de sensibilidad y en la intensidad del apoyo, que parecía no comportar antagonismo, sino más bien colaboración entre sectores, quienes estudiaban consensuar la tasación de la justa medida para el rol de cada actor. De cómo y por qué tal contradicción ha ido agudizándose, hasta tornarse inconciliable («juego de suma cero»), hablaré más abajo. En cualquier caso, la contradicción no concuerda con los parámetros demócrata versus republicano o palomas (pigeons) versus halcones (hawks). Es, en cambio, una contradicción de naturaleza transversal:
Encontramos, junto a Obama y John Kerry, a republicanos netamente pro-turcos como el Senador McCain, quien viajaba cada semana a Turquía, se entrevistaba con los capitostes del llamado Consejo Nacional Sirio, y desde allí entraba al norte de Siria donde daba personalmente instrucciones a sus hombres del Ejército Libre, les leía la cartilla del “proyecto” y firmaba pactos de aprovisionamiento.
Entre los más o menos “filo-saudíes” hallamos a “célebres” demócratas como los Clinton, junto a la mayor parte de la constelación de monopolios y finanzas que componen el “complejo militar-industrial”, además de a los principales monopolios petroleros. Estos últimos no se decantan hacia los saudíes por amor al arte, sino porque prometiendo la hegemonía regional a los Saud se agencian el manejo y concentración de porciones importantes del petróleo saudí, que los estadounidenses emplean y venden mientras pueden acumular intacto el suyo (Arizona, Texas, Nuevo México) en previsión de crisis futuras de subsistencias.
Frente a ellos, hallamos a fracciones monopolistas estadounidenses ligadas al I + D, a la informática y “nuevas tecnologías”, a la producción de Medios de Producción y a las industrias de mercancías masivas, quienes no están interesadas en un Oriente Medio neo-medieval asolado por señores de la guerra al volante de todo-terrenos. Más bien les conviene consolidar y si cabe extender el modelo de “desarrollo capitalista dependiente” (CEPAL) encarnado por la versión turca del “islam político”, pensando recuperar su rentabilidad de inversiones y reactivar así en algún grado sus paralizados procesos de acumulación ampliada de Capital.
La derrota del Ejército Libre en suelo sirio y su ya más que parcial desmantelamiento, ha ido marcando una rápida traslación hacia la orilla filo-saudí en el eje distributivo de las apuestas estadounidenses. Quienes eran “más o menos” partidarios de los Saud, ahora lo son sin fisuras, y hasta los firmes contrafuertes yankies de Erdogan han sacado el puñal y le ganan la espalda. Eso no les hace filo-saudíes a estos últimos, y ni mucho menos les conduce a renunciar a un modelo turco “desarrollista” vasallo de las finanzas anglo-sionistas y de su provisión de capitales físicos.
Pero se acabó el reírle la gracia, como a los locos, a la fantasía neo-otomanista de Erdogan, ahora que el Ejército Libre se terminó y Turquía anda lejos de poder financiar su reciclaje, sumida la República en una dura crisis de solvencia financiera y por tanto monetaria, que, combinada con la devaluación de la lira hasta mínimos históricos, está disparando la inflación y así retrayendo el consumo y en tal medida golpeando el ingreso estatal en concepto tributario indirecto…
Es, en cambio, Arabia Saudí quien, boyante, está produciendo en apenas dos meses meteóricas apariciones de remake del Ejército Libre, «arrimando el ascua a su sardina», naturalmente. Primero, el “Ejército del Islam”. Tan sólo semanas después, el “Frente Islámico”. Y hay otros dos ejércitos más en actual preparación por Riad. Jabat Al-Nusra, al desmarcarse ya hace tiempo de su obediencia a la directriz de la “central de Al-Qaeda” en Pakistán, en el fondo se ha desmarcado de Riad. Por su parte, los lunáticos “autónomos” del ISIS van, nunca mejor dicho, salidos de madre, amenazando a todo, quijotescos contra todo, chantajeando a los saudíes con atacarles en su propio suelo si no reconocen su “pura” y exclusiva legitimidad teológica de yihadistas y pasan a inyectarles los petro-$. “¡¿Pero quién manda aquí?!: ¡¿pedís tributo a viejos mecenas?!”. Los estadounidenses también se han puesto en guardia, pensando que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”, lo que les acerca en su conjunto, más allá de unas y otras fracciones antes tensionadas, a converger con los saudíes al menos transitoriamente, creyendo al mismo tiempo que podrán limitar al ámbito regional la propia mano explosiva de Riad. En la cúspide directiva del mismísimo CNS han (im)puesto los Saud a «su hombre».
O sea: existe correlación estrecha entre la derrota de la Inteligencia militar turca en Siria y de sus efectivos, y el abandono de Erdogan por sus avalistas. La estrategia de Obama, Kerry, McCain y cía había consistido en derrocar a los Gobiernos regionales anti-imperialistas y sustituirlos por nuevos Gobiernos “liberalizadores” de los sistemas financiero, inversionista y comercial (vende-patrias), hecho que exigía “liberalizar” previamente el sistema político dándose trono a los traidores y edificando por fin una “sociedad abierta”, en palabras epistemólogo liberaloide Karl Popper.
Pero los estadounidenses no estaban en condiciones de solvencia para sufragar la brutal ofensiva violenta necesaria a tal reemplazo de sistemas (cubierta con el espectáculo de “la revolución” o “la rebelión” “interiores”), y sus socios qataríes y turcos lo hicieron mal: desde el pragmatismo, primaron la cantidad por encima de la calidad; repartieron billete reclutando en masa lúmpenes amateurs y antisociales advenedizos faltos de un fanatismo sólido de fondo y por tanto faltos de una moral combatiente inquebrantable. Y los entrenaron en manejo ligero pero poco en táctica de campo, si se les compara con los yihadistas de Al-Nusra o con los veteranos iraquíes del ISIS (DAISH).
Los mismos cerebros organizadores pro carta turca de juego, tal y como Zbigniew Brzezinski y Henry Kissinger, quedaron shockados al constatar que la ofensiva violenta de los chicos de Erdogan no arraigaba en el territorio sirio poblado, y ni mucho menos en las grandes ciudades, ni prendía entre la población. Pero tal vehiculación interna prevista era imprescindible para la conquista del Poder político y la subsiguiente “liberalización” nacional a manos de los social-traidores contactados, que esperaban su momento desde Stambul, Londres, Madrid y París.
Rota la perspectiva política que había pretendido ser implementada por los asesores de Obama en la sombra, la táctica misma quedó enajenada respecto de cualquier racionalidad estratégica general, y a partir de ese vacío, impuesto por las circunstancias, los grupos que conformaban el ELS fueron mostrándose cada vez más según su disposición esencial: pandillas de mafiosos, oportunistas y vividores auto-justificados y auto-enaltecidos detrás de una larga barba de “regeneración” y de “ascetismo”. A unos por convertidos al fanatismo, y a otros por venales, resulta que Arabia Saudí iba a pagarles mejor y a ofrecerles más seguras perspectivas de manejo bandidesco micro-territorial, así que a miles fueron “desertando”.
Tras el revés estratégico sufrido en Siria, se han achantado las fracciones estadounidenses partidarias de construir ese “Nuevo Oriente Medio” consumidor de capitales y de “Proyectos” infraestructurales, que le hace falta al Hegemonismo para ir re-armando paulatinamente su competitividad económica imperialista. Como la zorra con las inaccesibles uvas, piensan para su consuelo “¡No están maduras!”: estas fracciones no han conseguido procurarle a su Capital nacional una “barra libre” próximo-oriental ya tan sumisa que depare condiciones rentables de ampliación/exportación de capitales incluso a ellos, fracasados, en vía de caducidad por el mismo curso de la historia y de la Economía Política mundial.
Sin olvidar la perspectiva de acometer su proyecto imperialista “liberalizador” y capitalizador en un segundo asalto futuro, estas fracciones se rinden ahora (por pura pragmática) a los brazos de los filo-saudíes, cuya racionalidad económica es neo-colonialista lata: hacer de Oriente Medio un nicho de expolio gigantesco de Capital Circulante (algodón, grano, fuentes de energía, por supuesto también el agua) y de Capital Variable (Fuerza de Trabajo) con miras especulativas, bursátiles o de reventa a aquellas burguesías mundiales que sí puedan incorporar rentablemente esos factores de producción a sus propios procesos industriales.
A estos fines, el cipayo funcional no es el turco “productivista”, sino el rentista saudí, a quien encomendar la gestión y vigilancia de los grandes procesos de trabajo caracterizados por relaciones de producción formalmente feudales y hasta esclavistas, aunque, claro está, insertos en una matriz racional de concentración hegemonista de capitales provisora de acumulación capitalista a los Estados Unidos, y para beneficio subsidiario entre los cipayos locales retardatarios (retrato, a fin de cuentas, de la clásica “semi-feudalidad”). A los lugartenientes de Riad se les crea el espejismo de haber sido elevados a la condición de “polo hegemonista regional”. Y así se les pondría a controlar procesos locales de extracción, por medio de sus cien mil tentáculos armados operativos y de sus Emires, reyezuelos de Taifas, sátrapas, matarifes, mezquitas y Xeihs, con cuyo terror, en la tierra o “condenatorio tras la muerte”, ordenar población, recursos y territorio neo-medievalizando la sociología regional y destripando el Oriente Árabe en micro-unidades políticas cada una “de su señor” o señorito.
En el plazo inmediato, y si hubieran impuesto su perspectiva en la zona, esas fracciones del imperialismo estadounidense habrían procedido dividiéndose el trabajo con turcos y qataríes: los dos últimos actores, en buenas condiciones inmediatas (sobre todo Doha) de invertir en exportación de capitales y de abrir tramos de producción, de construcción, de obras “públicas”…, habrían puesto el Capital-riesgo. Mientras el Hegemonismo, con sus bases militares rodeando todo el perímetro árabe-oriental, se habría especializado en ser “garante del proceso”, de la “edificación de paz”, de la eliminación de comandos de sabotaje al trazado de infraestructuras y otras condiciones.
En un segundo lapso, ya trillado el nuevo territorio político-institucional en aras de los óptimos gananciales, el propio Hegemonismo -tal y como le corresponde- habría ido tomando la delantera en la “iniciativa económica”. Así pues, Erdogan pasa a ser un Desecho tan pronto como Turquía fracasa en el plano llamémosle militar -junto con qataríes y también, en un plano netamente subalterno, jordanos.
Sin embargo, a la derrota ofensiva hay que sumarle el fracaso turco también en el plano de la Economía Política, pero por ser demasiado exitoso en este segundo caso. Y es en este punto donde la contradicción secundaria (interna turca) se funde con la contradicción principal, ya expuesta. La síntesis resultante ha vuelto a Erdogan un indeseable a ojos de los Jefes, no importa la fracción desde la que se le mire ni por dónde le miren:
La contradicción secundaria, a escala general del proceso en análisis, no es otra que la contradicción principal interna turca a escala económica: mercado interno insolvente (bajos salarios, deuda familiar, inflación en alza…) para una producción mercantil y sectorial extraordinariamente exitosa (calzado, textil, maquinaria industrial, construcción, energía, vehículos pesados, cemento, agro-industria y derivados pecuarios, conductores eléctricos, etc.). Luchando contra esta tónica creciente de sobre-producción, Turquía había llamado a las puertas de Europa ya desde antes de Erdogan. Con el tiempo, cuando vio con claridad “de qué iba eso de la UE” sumado a la creciente insolvencia de los mercados europeos meridionales y hasta francés, Turquía se retractó y ha ido girando sus exportaciones hacia Rusia y hacia Centro-Asia (repúblicas caucásicas + Turcmenistán). Es curioso cómo la UE, con su chovinismo de siempre, ha aprovechado el desencuentro para propagandear el camelo de que “la UE bloquea a Turquía a fin de proteger -cual ángel guardián- la competitividad comercial de sus países miembros meridionales” (sobre todo en concepto agro-industrial). ¡Como si a los alemanes les importara mucho la salud de las exportaciones españolas, portuguesas, griegas o italianas!. ¡Además, la UE está actualmente como para no interesarle la entrada turca en materia de inversiones conjuntas y de participación vía inyecciones de Capital (compra de acciones)!
En fin… Turquía pasó de Europa y viró hacia Oriente. Pero en el mercado centro-asiático lo tiene muy crudo, pues, a pesar de sus ligámenes consanguíneos, diplomáticos e idiomáticos evidentes, ese área es por el momento para los chinos. Entonces, Erdogan, ni corto ni perezoso y con voluntad de hacer de su burguesía nacional algo más que un grumete tolerado por los Capitanes, se va a hacer migas con Irán. No fundamentalmente pensando en exportarles mercancías de consumo (¡la producción iraní es de casi el 3% del valor mercantil mundial total!), sino pensando en grandes proyectos de co-inversión (vertebración territorial, paso de gaseoductos, prospecciones…), para lo cual, todos lo saben, hay que avenirse en mayor o menor medida a Rusia. La condición persa es el cese del rol asesino que Erdogan ha jugado contra Siria, pero es que Erdogan ya había aflojado notablemente en materia de mercenariazgo y habilitación de armados (por mera real-politik y balance de costos/resultados). En esta clave económica -y no sólo geopolítica- hay que leer su reciente encuentro con el Presidente Rohani. La reunión no ha hecho demasiada gracia a los sionistas, y muchísimo menos a los sionistas israelíes.
Pero es que el mercado “natural” (de capitales y de mercancías) no deja de ser para los turcos un Oriente Medio cínicamente “liberalizado”, y Erdogan, al mismo tiempo, se sabía necesitado en tanto que cabeza de puente regional para la fracción de los Obama y los McCain. A esta confluencia en lo que se refiere a intereses de ingeniería económica y de re-definición regional, Erdogan, en su fantasía, la vio en términos de “alianza”. O, mayor locura aún, la percibió en términos de carta blanca a sus afanes hegemonizadores sobre la Península Árabe (de intercambios y en la ordenación centrípeta de la División del Trabajo Social, en la especialización por sectores…) al son épico de reeditar el “esplendor otomano”.
Estos afanes, claro, chocaban de pleno con la vocación también hegemonizadora regional que tiene la niña mimada qatarí, cuyo Capital está infinitamente más presente que el turco en las Bolsas de “occidente” y condiciona su marcha en mucha mayor proporción. Mas eso no es nada en comparación al choque con Israel, cuyo mandatario Benjamin Netanyahu no ha olvidado el interés que había presentado en su día el “Plan Peres” de “Confederación Comercial arabo-israelí”, si el Oriente Árabe deviniera domesticado. Netanyahu lo dijo hace semanas: “voy a convertir a Israel en el Singapur de Oriente Medio”. La República turca tenía necesidad, potencial y voluntad de manejar el Oriente Árabe tal como Alemania parece manejar el Viejo Continente. Pero Alemania tan sólo lo parece; por eso se la tolera. El Hegemonismo no consiente un organismo con poder y con querer de ser la Potencia de la zona. Donde manda patrón, no manda marinero. ¿O qué creía Erdogan?
Erdogan, hoy en vías de cadaverización política, ha procurado y aún procura abanderar la fracción con visión productivista (en dependencia, eso sí) dentro del llamado “Islam político”. Eso le distingue de Mursi, un simple regala-patrias abstencionista, quien todo lo que hizo fue hipotecar por los siglos el futuro de los egipcios, firmando con el FMI la soga gorda al cuello del Pueblo, aunque el “convenio” ha sido afortunadamente rescindido por Al-Sisi. Mursi lo paralizó todo: toda fuente material, todo proceso de riqueza. Las patentes empresariales no monopolistas se borraron a cientos de miles de suelo egipcio. La agro-industria, falta de medios, se paró, y con ella faltó el pan. Ni petróleo se sacaba, en espera de lo que dictaminaran los israelíes, guiados por una intención de acumularlo para sí.
En Egipto, Túnez, Libia, el plan hegemonista llamado “Islam político” va fracasando -o el propio Hegemonismo lo va empolvando en el cajón. Y esa falta de aliados le da a Erdogan poco menos que “la puntilla”. En Sudán del Sur, los Estados Unidos apoyan hoy a Al-Qaeda contra la que hasta ayer era su propia baza gubernamental pro-sionista. Digo “los Estados Unidos” -las fracciones políticamente dominantes en la actualidad del Hegemonismo-, y no digo “Obama” o “Kerry” apoyan a Al-Qaeda. Pero van tragando su propia retirada estratégica.
No descarto que el conjunto de fracciones de clase dominante estadounidense, haya consensuado mantener a Erdogan en su lugar, pero poniéndolo draconianamente “en su sitio”. De ahí la campaña para minar su popularidad y para bajarle de golpe las ínfulas. A su vez, los think-tanks hegemonistas han concluido ya hace tiempo que, por cuestiones sociológicas, el Estado islámico jamás cuajará en Turquía y que siempre se le tendrá que arrastrar sus “pies de barro” desde el punto de vista de la “cohesión” y la “paz” sociales. Por querer, puede que las fracciones hoy dominantes en el seno del Hegemonismo hasta suspiren con “saudizar” Turquía; pero saben que antes volarían las vacas. Y más allá de surrealismo onírico, despunta realmente el lobo: la integrista Comunidad Gülen (también “Movimiento Hizmet”), ampliamente presente en el legislativo y fuertemente arraigada en el judicial y en las comisarías, está siendo la encargada de ejecutar la campaña hegemonista de acoso y derribo al Gobierno. Su Jefe ha vivido en los Estados Unidos durante más de diez años, donde Mursi, quien trabajó en la NASA, había sido formado como astrónomo y cipayo. De momento, ese Jefe, quien resulta ser nada menos que el Presidente, ya ha anunciado que de cara a las próximas elecciones se escinde de la coalición, y que se presentará separado de Erdogan y frente a éste. ¿Intenta el Hegemonismo un Mursi para Turquía?
Tamer Sarkis Fernández, DIARIO UNIDAD.
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