He realizado una especie de prospección sobre cómo se delibera en relación a la vacunación. La he realizado, entre otras formas, dirigiéndome personalmente a un número de personas de las que doy fe que piensan, saben escribir, son juiciosas y, muchas veces, se dirigen al público en general animando a que éste opte por la opción de administrarse la dosis que haga falta.
He escogido este grupo de personas, por un lado, porque deseo mirarme en el espejo, y hacer un poco de autocrítica con mi propia percepción o mis modos de intentar llegar a saber qué está sucediendo en el mundo. Por otro, porque en realidad, deseo saber su opinión y, lo más importante, cómo han llegado a ella.
Por tanto, hay una aproximación deliberada que, ante todo, se ha realizado con respeto. Pero también, con cierta curiosidad que, si bien no es que no me deje dormir, si me “angustia” un poco. Este acercamiento no ha sido extraño para mi, porque todas las personas con las que he contactado forman parte “de un círculo aproximado”. Podríamos decir que, generalmente, tenemos una visión de lo que acontece a nuestro alrededor, bastante similar y, a todas luces, desde una perspectiva clara de izquierdas.
Quizás por ello mi sorpresa ha sido muchas veces relevante y constante. Digamos que me cuesta comprender cómo es posible que una mayoría absoluta de éstas personas que, normalmente, son muy críticas con el poder, con los medios, y con todo lo que se mueve, en relación a la vacunación miran hacia otro lado o, lo que es peor, no utilizan las mismas pautas de recogida de información, análisis, reflexión y crítica, de la que sí hacen gala habitualmente.
Me explico, y dejo sobre la mesa los hechos que pretendo analizar. La mayoría de las personas, y me incluyo, tenemos grandes dificultades para salir de nuestro “caparazón intelectual”. Creemos tener unas ideas bien fundamentadas. Y no solo reflexionamos sobre ellas sino que, además (y así es en todos los casos con quien he contactado), tenemos el valor de proponerlas o compartirlas. Intentando hacer una invitación de puesta en común, me encuentro con unos resultados que son muy descorazonadores. No porque no haya conseguido convencer a nadie (que no era mi intención); sino porque ninguna persona se ha detenido a reflexionar sobre un documento que les he hecho llegar. Sencillamente, porque nadie cree que yo vaya a aportarles ningún tipo de información que pueda hacer mella en su discurso o sus opiniones. O dicho de otra forma, nadie piensa que pueda hacerles llegar algo que no han estudiado anteriormente o que desconozcan. Sé que todas las personas a las que he escrito pasan mucho tiempo de su vida investigando o intentando comprender todo aquello que sucede en nuestro entorno y, muy importante, leo a todas ellas, generalmente, con gusto, porque siempre aportan y considero que atinan mucho con sus obsequios.
Pero creo que hay un elemento fundamental que nos lleva a esta situación. Creen, descaradamente, que lo que les hago llegar no es verdad. O que no es posible que pueda llegar a tener el más mínimo sentido (y si lo tiene, será justificado como otro elemento más dentro del sistema normalizado del funcionamiento de la industria farmacéutica). Por desgracia, les hablo de cifras. Entendiendo perfectamente el cansancio y saturación que puede llegar a significar hablar de cifras. Lo hace todo el mundo. Nos han vendido muchas motos con ellas. Nos han vendido el miedo muy bien con una cantidad intolerable de números. Pero para mí, éstas cifras son especiales. Y necesito hablar de ellas, necesito compartirlas. Y, lo más importante, necesito más que nunca que alguien venga y me lo diga: esos datos no son reales, los reales son éstos. Porque si ello no sucede, mis análisis proseguirán con la misma desconfianza y con el mismo ánimo de siempre, intentando poner sobre la mesa aquello que creo es clave.
Nos engañan. Nos siguen engañando y no comprendo por qué cerramos los ojos ante tanta desinformación. Ahora lo están haciendo con las muertes post-vacuna. Pasado el furor/conmoción por el fallecimiento de una mujer de 43 años en Marbella, decidieron que no sería viable ni tolerable que la población pudiera llegar a pensar que las vacunas estuvieran asociadas a peligro alguno. Desde entonces, la opacidad se instala en el proceso de información. Ya no existe la fatalidad, como gusta de expresar el colectivo médico. Quedan en el olvido todos y cada uno de los fallecimientos que se van produciendo en Europa, y tanto la Agencia Europea del medicamento como todas las subagencias estatales rinden tributo al supuesto beneficio sobre la más mínima duda (es del todo revelador el flagrante olvido que han tenido con el fallecimiento del militar de 35 años en Navarra). Y para aligerar peso, por eclosión instantánea y encantamiento grupal, todos los turoperadores informativos nos llevan de viaje a laboratorios e instituciones sanitarias, donde nos esperarán eminentes especialistas para decirnos, fíjate tú por donde, que los riesgos de una toma de Astra Zeneca son inferiores a los que puede llegar a producir la aspirina, la píldora anticonceptiva, el ibuprofeno o lo primero que se les viene en gana. Todo ello, aderezado, sí, con resplandecientes datos.
Ni que decir tiene que esta manifestación nada espontánea arrastra a miles de seguidores que hacen de altavoz y se dedican a decorar las redes sociales con preciosas infografías para el deleite artístico de nuestra mirada. No nos debemos preocupar. La mayoría de medicamentos tienen sus efectos secundarios, y no nos detenemos a leer sus prospectos porque si lo hiciéramos limitaríamos la toma de cualquier sustancia de forma considerable. Chis pun…!
Apagamos el televisor y nos vamos de vacuna, como quien se va de feria. Pero…, vamos a detenernos un instante. Análisis detallados de los datos hasta el 14 de abril de 2021, tal y como ellos mismos describen en su página, nos dan una serie de resultados dignos de tener en consideración. Resultados que son los que yo hice llegar a una serie de personas y que, por lo visto, no les parecieron lo suficientemente elocuentes como para debatir sobre ellos.
Ellos son el gobierno británico. Es decir, todos y cada uno de los datos que van a ir apareciendo en los diferentes enlaces, son contabilizados y ofrecidos por las propias instituciones políticas y sanitarias del Reino Unido. La página en cuestión es una web de investigación y análisis que va detallando el resumen semanal de los informes que se reportan a través de la Tarjeta Amarilla. Esta tarjeta es utilizada en todos los países de nuestro entorno, y en pocas palabras, es un tipo de formulario que sirve para evaluar posibles relaciones de causalidad entre un medicamento y una medicación adversa. Se podría definir como el depósito donde se van guardando las respuestas nocivas a los fármacos. El caso que nos ocupa nos lleva a estudiar las reacciones adversas a la vacuna contra el coronavirus (Covid-19).
La Agencia Reguladora Británica de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) nos dice, a fecha 28 de abril de 2021, lo siguiente. En relación a las dosis inyectadas de Astra Zeneca: Total Fatal Outcome Reports, 627. Dejo a vuestra entera imaginación qué puede llegar a significar esto. En relación a las dosis inyectadas de Pfizer/BioNTech, 334. Estos dos documentos, a falta de los de Moderna y otros medicamentos, reportan todos y cada uno de los casos documentados a través de las tarjetas arriba mencionadas. Los más de mil resultados fatales (muertes) obtenidos entre todas las vacunas, y secuenciados perfectamente con la causa correspondiente, al parecer, son un dato insignificante para los científicos, gobernantes, investigadores, periodistas… y gran parte de la ciudadanía, preocupada como está por escuchar que las probabilidades de tener una trombosis es más baja que la de tener un accidente de coche.
He de decir que cada documento de los aquí analizados tiene alrededor de 80 páginas, pero no hay más que ir a la última para obtener los resultados globales. Los aquí mencionados corresponden solo al Reino Unido. Si hacemos un posible balance de lo que podría estar sucediendo en Europa, es probable que la ciudadanía en masa saldría espantada.
Como siempre, todo tiene sus lecturas. Por un lado están los propios Estados, la Industria Farmacéutica y la OMS, narrando una gran historia en la que cuentan que todas estos efectos adversos no tienen su correspondencia real con el hecho de haber sido vacunado. Es decir, no hay investigación que determine que esos efectos y muertes se deban a las vacunas, más bien son debidos a la vejez y a muchas patologías asociadas a ella, o a otras adversidades que ya habitaban en esos cuerpos sufrientes. Por otro lado están todas aquellas personas que a la mínima observan una clara relación entre la vacuna y todos los males del mundo. En medio, está tú.
En este pequeño artículo está mi invitación, para que quien quiera, tenga acceso a todos los informes elaborados por el grupo de expertos que asesora al gobierno británico en todo lo concerniente al proceso de vacunación.
Te van a decir que no eres científico, y que ni sabes ni puedes llegar a leer los datos como merecen. Y que, por lo tanto, mejor que permanezcas en silencio. Pero, al menos, ahí los tienes. Una inmensa mayoría de la población tampoco sabe lo que es una circunscripción, cómo se contabilizan los votos, en qué consiste una papeleta en blanco, cómo se consigue un escaño o cuál es el programa real de un partido, pero no por ello te dicen que no vayas a votar o que no creas en la democracia.
Cuidaros! Un abrazo
OTAN No – Bases Fuera
Nota importante; leer los enlaces, sobre todo los que llevan a Astra Zeneca y BioNTech
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