Categoría: Agresores
MANIFIESTO MOVIMIENTO DE APOYO A SIRIA DEL PAÍS VALENCIANO
MANIFIESTO DEL MOVIMIENTO DE APOYO A SIRIA DEL PAÍS VALENCIANO
La guerra de Siria no es una guerra más. Hasta la disyuntiva entre civilización o barbarie se queda corta para definirla.
Hablamos de una guerra que supone un antes y un después. Tal y como lo fue la guerra española contra el fascismo, antesala de la Segunda Guerra Mundial. Hablamos de la cuna de la civilización que quiere ser destruida en su simbolismo y en su esencia. Hablamos del laboratorio de pruebas de una tercera y última guerra mundial ya en marcha bajo un silencio estúpido y cómplice. Hablamos de planes muy bien dispuestos para entrar en Irán y enfrentarse al final con Rusia y China en su mismo territorio. Todo al más puro estilo de conquista del espacio vital que tanto necesita este capitalismo occidental herido de muerte y que quiere matar creyendo que esa sangre prolongará su agonía.
Es enorme el daño moral y físico de siete años de guerra sobre Siria. Un daño que debería de tener un reflejo de espanto equivalente en las conciencias de la humanidad progresista. En esta guerra de cuarta generación, mercenarios criminales de más de 87 nacionalidades y a sueldo de Occidente han hecho estragos con este pueblo heroico.
Hasta los vestigios de un pasado milenario han sido saqueados y destruidos por los esbirros de los belicistas que sólo aman esos restos por su precio, nunca por su valor. Desde hace años Siria es uno de los países a destruir en los planes expansionistas del Pentágono después del 11-S . Con el pretexto de una falsa lucha contra un terrorismo que Occidente ha creado para justificar su intervención y hacer a la vez la guerra subcontratada, Siria ha sido bombardeada por varias potencias occidentales de manera metódica e invasiva. Una de esas potencias regionales es la misma que masacra a la población palestina. Un pueblo oprimido que siempre recibió el mayor apoyo de sus hermanos sirios y por ello ambos son víctimas del sionismo.
Los sirios no sólo han tenido que resistir frente a los ataques occidentales directos o interpuestos. También les han afectado de manera grave las sanciones económicas. Además han tenido que soportar una campaña mediática brutal a nivel mundial en la que la máquina de la propaganda de guerra ha elevado como nunca a la víctima a la condición de verdugo. La perversión de la propaganda y la compra de voluntades, ha llevado a muchas organizaciones políticas que en su día mantuvieron cierta lucidez antimperialista y contra la guerra, a hacer creer a sus afiliados en los cuentos que narran un día tras otro los medios de intoxicación mental del imperio. Los belicistas y sus tropas bienpensantes no sólo son los acusadores de quienes no se doblegan bajo ellos. También se han convertido por designación propia en filántropos a través de sus propios medios de comunicación. Ya no se cree ni en los hechos y directamente se fabrican para el consumo abotargado. Como esos supuestos ataques químicos que rueda esa sucursal yihadista de Hollywood, llamada Cascos Blancos. El grado de alienación llega hasta la náusea cuando fabricada la provocación y el montaje, pasa a convertirse en prueba a la que a su vez remitirán en bucle las agencias y todos los demás voceros propagandistas de la guerra. El imperio fabrica realidad, la subvenciona, la juzga, la propaga y actúa en consonancia con su ficción transmutada en verdad a través de su propia narrativa.
En las afirmaciones sin demostrar, en las crónicas que se retroalimentan respecto de las fuentes, en la propaganda de guerra, subyace la irracionalidad fascista capaz de sembrar de muerte Siria y el mundo. Los voceros del belicismo deben de ser juzgados como criminales de guerra. Hasta ahora ha sido más cómodo para la mayoría de occidentales creer en la versión única sobre lo que acontece en Siria. Pero si sabemos que el poder real en la metrópoli está constituido por ladrones, ¿qué desbarajuste psicológico ha sufrido su población para no caer en la cuenta que fuera de nuestras fronteras nuestros poderosos no se comportan tan sólo como ladrones, sino como criminales más impunes todavía? ¿Qué ha cambiado en los pretextos para la guerra desde las armas de destrucción masiva de cuando las formidables movilizaciones contra la guerra de Iraq? ¿Qué ha cambiado respecto de Israel, el apoyo que recibe y los enemigos que fabrica y que ataca impunemente? ¿Qué legitimidad moral puede tener el buenista que reivindica derechos para si mismo y olvida cómo en su nombre se roba y se mata?
El escenario de esta guerra mantiene un matiz que desconcierta respecto de las anteriores agresiones criminales occidentales. Es la aparición en escena de Rusia defendiendo al pueblo sirio. Nos han ocultado que la carta de la ONU reconoce este derecho de intervención si se produce de resultas de la petición expresa del estado soberano agredido. Y el gobierno legítimo de Siria forma parte de ese organismo. Poner en equivalencia la intervención criminal y de rapiña occidental con la de defensa de la población y del estado sirio forma parte del juego de la guerra en los tejemanejes de tantas ONG y organizaciones subvencionadas por los promotores de esta guerra.
Nuestra actitud crédula en extraña paradoja entra en contradicción con una supuesta mayor posibilidad de acceso a la información alternativa. Sin embargo, de nada sirven el derecho internacional, los convenios de Ginebra de 1949, la carta de la ONU frente a las patrañas amplificadas por todos los medios. Muchas ONG en apariencia neutrales actúan como avanzadilla de los ejércitos occidentales, señalando objetivos en base a falsos informes. La preocupación de ciertas ONG por los refugiados sirios tiene más que ver con criminalizar al gobierno legítimo de Siria que con denunciar y acabar con los orígenes reales de la catástrofe. Occidente se ha erigido en el gran e impune matasanos: Inflige la herida su máquina de guerra para que su misericordiosa población de integrantes de ONG ponga luego las vendas sin rechistar. Medicina paliativa en vez de preventiva. Los supuestos derechos humanos tan invocados para justificar la guerra «humanitaria» sólo han servido en el accionar de las buenas conciencias para conculcar el más sagrado: El derecho a la vida. El humanitarismo que solo piensa en la caridad y en la íntima satisfacción de la limosna olvida que la forma activa de solidaridad es exigir la justicia, es denunciar y abolir la guerra. Incluso desde esa prevalencia interesada de los supuestos derechos humanos sobre el de la vida, es inadmisible que se acepten todo tipo de atrocidades para intentar acabar con un gobierno laico que goza del apoyo de su pueblo y actúa de barrera frente al fanatismo criminal. Por ejemplo, en Siria las mujeres viven con las mismas libertades formales que conocemos aquí. Sin embargo y por exclusión, Occidente opta por la única alternativa que tienen programada, el fundamentalismo que han creado y amparan.
Es vergonzoso que un país que ha introducido progresivas reformas constitucionales desde 2011, multiétnico y multiconfesional, resulte ser un apestado en el subconsciente colectivo modelado y aturdido por la mentira repetida hasta constituirse en verdad incuestionable. El concepto de democracia occidental exportada consiste en imponer su modelo. Un modelo muy flexible para sus intereses y que nunca respeta las decisiones de los pueblos si son contrarias a ellos. Un modelo que la intelectualidad acomodaticia dice cuestionar de puertas para adentro y que sin embargo exige cumplimentar de modo absoluto para el resto del mundo en base al diseño de sus mecenas belicistas. Hasta las monarquías rancias y corruptas se atreven a meterse en este lodazal invocando el asunto de la supuestas dinastías laicas, aunque de fondo esté el incuestionable respaldo y refrendo del pueblo sirio hacia su gobernante que ha demostrado una competencia y un liderazgo más que merecido.
La experiencia histórica, la milenaria y la de las guerras imperialistas, está ahí. Que nadie se equivoque: Siria es el centro del mundo no sólo por ella misma y su pasado. Siria ha sido declarado país codiciado y a destruir por su panarabismo, por ser puerta de entrada a tres continentes, por sus riquezas, por ser el escenario en la guerra de cuarta generación del enfrentamiento tan ansiado con Rusia. Lo es porque Siria supone la subsistencia o no de nuestra especie, en este intento desesperado del imperio anglosajón por sobrevivir matando. Tomemos conciencia de que no es sólo el futuro de Siria lo que está en juego. Es también la posibilidad de liberación de los demás pueblos y de su transformación social. Siria resiste y vencerá por y para si misma. Pero cómo en la gesta del pueblo soviético resistiendo y triunfando frente a la bestia fascista, resiste y vence por nosotros, por la humanidad entera. La disonancia cognitiva que provoca la red de falsedades en que nos tienen sumergidos es muy dolorosa, pero el sentido común es el que al final debe de enjuiciar. La ignorancia impuesta le hace desconocer a una gran parte de la población occidental muchas cuestiones relevantes sobre Siria. Por ejemplo, que el 85 por cien de la población siria apoya a su gobierno en estos momentos. O que hay un gobierno de coalición que incluye a dos partidos comunistas que a su vez apoyan también al gobierno frente a la invasión. La oposición existe y es respetada, al igual que esa misma oposición democrática no quiere esta guerra. Pero en modo alguno puede llamársele así a las bandas de forajidos mercenarios.
Apoyar a Siria es apoyar este punto de inflexión entre un mundo en guerra o en paz. Es poner los cimientos para desarrollar y poner en marcha un gran movimiento contra la guerra mundial. Hoy en día debería de ser pan comido la coordinación y el respaldo mutuo entre organizaciones antibelicistas de distintos países. Este movimiento debe de llevar como en Núremberg a todos estos criminales de guerra frente a una justicia que debemos de exigir. Tienen que dejar en paz a Siria respetando el principio de no injerencia y el fin del bloqueo económico. Deben de salir las fuerzas ocupantes de Siria, tanto sus ejércitos regulares como sus mercenarios. Debe de ser respetada su soberanía e integridad territorial. Hay que apoyar los planes diplomáticos honestos que buscan la paz. Hay que reconocer la legitimidad de la representación diplomática del gobierno sirio reanudando relaciones normales con su gobierno. Hay que exigir indemnizaciones a los países atacantes por la destrucción ocasionada. Hay que comenzar a exigir el cese de toda hostilidad bajo la evidencia de que el mundo ya es multipolar. Apoyar a Siria es defender la causa de la paz. Tenemos una deuda inmensa con Siria. Desde el principio del tiempo y hasta este precipicio sin tiempo al que nos abocan si no respondemos con la máxima urgencia a los planes más siniestros que han registrado la historia. La Internacional del Siglo XXI es esta lucha contra la guerra. Caudal humano hacia otra luz, en palabras del poeta de la paz con pan, Blas de Otero. La que agrupará al género humano de los oprimidos. Y no será la lucha final
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