Orlando Romero Harrington
3 de mayo, 2011
Orhpositivo
Hace rato leí la entrevista a Aníbal Garzón, editor de Kaos en la Red: “En Venezuela existe un proceso reformista y no revolucionario”. Y decidí escribirle una carta, mientras analizo el discurso de Raúl Castro a propósito de la apertura del Gobierno Cubano a la empresa privada.
Anibal Garzón se pregunta qué es una revolución bajo el concepto marxista-leninista. Se responde que es un “cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación” o como “cambio rápido y profundo en cualquier cosa”. Añade que (la revolución) “Antes se hacía con las armas, como sucedió en Cuba, actualmente se hace por el electorado y esto no es un método revolucionario sino reformista como se confirmó con el revisionista Eduard Bernstein en la II Internacional Comunista”.
Entonces para Garzón la Revolución Bolivariana, en principio no es tal porque no es rápida, no es profunda, no es violenta y se ha logrado con los votos. Es decir, todos estos argumentos le hacen declarar que el proceso venezolano es reformista. Al respecto, agrega: “En Venezuela existe un proceso reformista y no revolucionario, porque no ha generado un cambio de leyes de sistema o modo de producción, donde las normas del “libre” mercado siguen prevaleciendo. Solamente ha existido una transformación dentro del capitalismo, de base neoliberal a economía mixta del estado del bienestar inspirado en el economista John M. Keynes”.
Sin embargo, intentando aproximarnos a Marx encontramos que existen otras interpretaciones, otros aspectos interesantes para definir el concepto de Revolución. Y nos preguntamos, existe en Venezuela una Revolución de liberación nacional? Consideremos que Marx y Engels entendieron que la formación y la liberación de las naciones de los centros hegemónicos de poder era un aspecto positivo. Su aparición es el antecedente directo para la irrupción del proletariado y la consecuente lucha por el socialismo. Esto es válido tanto para la visión eurocéntrica de Marx y Engels (con su conocida predilección por los pueblos “grandes y vigorosos”, capaces de jugar papeles trascendentales en la historia) como para la historia venezolana antes de la irrupción de Hugo Chávez.
Una revolución de liberación nacional se caracteriza por la ruptura con la dominación de los grandes poderes imperialistas sobre los países coloniales, semi-coloniales y dependientes. Este quiebre con los entes de poder implica la aceptación y promoción de la soberanía nacional, la autodeterminación de los pueblos y la vigorización de la independencia en todos los ámbitos. Para una nación enteramente dependiente de su exportación petrolera hacia el imperio más poderoso de la historia, no es poco lo que ha logrado Venezuela.
Pero si de Marx se trata, y si nos ajustamos rigurosamente a la perspectiva marxista-leninista, tenemos que tener en cuenta las fluctuaciones históricas de los procesos sociales y las fluctuaciones intelectuales de los autores. Si Marx apoyó a Bismarck en el momento en que éste se enfrentó al régimen reaccionario de Napoleón III (1870) obviando sus características antidemocráticas y calificándolo de “progresista”, era porque según el materialismo histórico, era trascendental apoyar la conformación de un estado capitalista, unificado y moderno alemán para emponderar al proletariado. Como consecuencia, esto guiaría en el futuro al proletariado a liderar la lucha continental por el socialismo. No creo que la perspectiva marxiana sea un axioma infalible para determinar el qué, cómo o cuándo surge una revolución.
El Marx en sus primeros años que aplaudía la conquista de México afirmando que los Estados Unidos tenían no sólo el derecho sino el deber de arrebatarles la mitad septentrional de su país a los “mexicanos perezosos” en una guerra anexionista que “realizaron única y exclusivamente en beneficio de la Civilización era muy diferente al tardío, el cual entendió que la rebelión de los pueblos subyugados por el imperialismo europeo era un frente vital para el derrocamiento del capitalismo. Por cierto, seguimos esperando la reacción de los pueblos europeos frente a las nuevas arremetidas del capitalismo, seguimos desde acá, desde el reformismo venezolano añorando la hora en que la sumisión frente a los poderes fácticos transnacionales acabe en el seno de la comunidad europea.
Entonces, Aníbal, las consideraciones que hace en su artículo sobre la pertinencia o no de llamar Revolución al proceso de Venezuela distan mucho de ser categóricas. Y a su vez, parecen intrascendentes. No solamente porque los avances que día a día se materializan en Venezuela apuntan a la conformación de un Estado nacional moderno y eficiente de carácter democrático-popular revolucionario, sino porque el desarrollo económico independiente, la industrialización masiva con progresivo desarrollo tecnológico autónomo y productividad creciente, no es un logro que pueda hacerse sin antes transformar las relaciones económicas subyacentes en lo interno del país; las verdaderas directrices que perfilan aún el panorama pseudo-colonial en el cual nos convirtieron las trasnacionales petroleras y sus parásitos.
Y allí creo, viene la piedra de tranca en su discurso. Porque, si el método electoral, de participación popular en la elección del destino político del país es ineficaz y reformista, cuál es el indicado? Tiene que ver con las armas, con “la colectivización forzosa”? De otra manera, no capto las recomendaciones de nacionalizar pequeñas y medianas empresas, porque lo veo día a día ocurrir en el país; me parecen acertados, pero desfasados los consejos de apoyar proyectos cooperativistas públicos cuando el plan central del ejecutivo se basa en fomentar la creación de empresas de diversos órdenes (mixto, social, familiar, etc.). Pero lo más importante de todo Aníbal es que este proceso tan complejo y difícil se produce de manera original, única en el planeta. Se transita a través de los votos, en un ejercicio democrático transparente. Se produce bajo la combustión espontánea de una nación que ha apostado a recorrer el sendero hacia un sistema que responda a los grandes problemas que tiene el colectivo.
Dentro de sus reflexiones, encuentro un agudo análisis del aspecto económico al cual consideras el principal aspecto a encarar para transformar tu percepción sobre la realidad venezolana. Afirma que “La manera principal es tocar la base económica venezolana, es no seguir siendo una economía de mercado“. Dices también que “si se quiere seguir profundizando el proceso bolivariano (…) la dialéctica principal será entre los ricos y pobres venezolanos, entre empresarios nacionales y trabajadores“. Verás, Aníbal lo que sucede en Venezuela es que existe la voluntad política de cambiar las cosas. Pero hay sectores de la población que se resisten a participar en el rumbo progresista, habitualmente por sus prebendas de clase, sus intereses económicos. Son sectores que dominan aún el circuito comercial; distribuidores, importadores y productores alineados frontalmente contra la propuesta bolivariana. Para el logro de la soberanía agroalimentaria y el establecimiento de las bases para el desarrollo pleno de la entidad nacional el estado venezolano ha tenido que intervenir innumerables empresas, latifundios, canales de distribución y medios productivos; hoy, ahora mismo sigue la batalla entre los de acá y los de allá. Una batalla que pasa por la exploración de nuevos modos de autogestión comunitaria, inéditos en cuanto son producto de la experiencia obrera: inéditos y originales porque surgen del acervo cultural, social y afectivo de los trabajadores venezolanos, y a ellos deben su estructura y modus operandi.
Aún en desarrollo, porque abandonan progresivamente la anexión a estructuras sindicales que nacieron cobijadas por las prebendas patronales, que se convirtieron en apéndices de poder a partir de los logros obtenidos por los trabajadores. Esas estructuras sindicales que extorsionaban, amenazaban y aplastaban a las verdaderas aspiraciones de igualdad y justicia social obreriles. Estas estructuras, a las cuales das tribuna en la página de Kaosenlared.net para atacar inclementemente al proceso bolivariano y que no se diferencian en nada de la tristemente célebre CTV (Confederación Nacional de Trabajadores) que en su momento conspiraron, apoyaron y dirigieron el golpe de estado que instauraría la dictadura más voraz (y afortunadamente, más efímera) que conoció Venezuela en la contemporaneidad.
Pero, hay un aspecto que me intriga sobremanera de su análisis. Afirma que “La conversión de la dialéctica entre metrópoli-satélite como define la teoría de la Dependencia todo y no ser eliminada, por que Estados Unidos intenta desestabilizar al gobierno de Hugo Chávez, debe ser pasada a un segundo rango“. En otras palabras, y si me permite la interpretación, debemos ocuparnos de nuestros asuntos internos y dejar de dar importancia a la amenaza imperial. Pero paradójicamente, dice que “la buena relación con el tirano Juan Manuel Santos es una traición a la llamada Revolución Bolivariana y a la camaradería internacional”.
Supongo que algún lector del continente europeo puede interpretar erróneamente las anteriores afirmaciones. Sobre todo porque la relación del proceso bolivariano con sus vecinos es, al menos, particular. Vayamos allá. Nuestro principal coterráneo continental es nada menos que Colombia, un país con una guerra civil de 50 años, unas Fuerzas Revolucionarias insurgentes (FARC) perseguidas y acosadas por los gobiernos colombianos de turno y que tiene como principal amenaza las Fuerzas Especiales de Estados Unidos. Miles de kilómetros de frontera selvática, miles de conciudadanos y ciudades fronterizas, 7 o más bases militares de Estados Unidos y una política de derecha. Con todo, el gobierno de Hugo Chávez está comprometido en restablecer las relaciones rotas a partir de los desencuentros con el expresidente Álvaro Uribe.
El porqué? Usted lo sabe, y bien. Economía. Las dos naciones se necesitan a nivel comercial, y dependen en gran medida del flujo económico que derivan las importaciones y exportaciones; sin mencionar que ciudades enteras de lado y lado se complementan en aspectos que trascienden este ámbito e implican lo cultural, lo social y lo humano. Pero me asalta una duda: Sabía usted que la URSS mantuvo relaciones comerciales con Estados Unidos, incluso en las épocas más duras de la Guerra Fría? Por supuesto que lo sabe. Intuyo que sabe también que el aislacionismo no es la vía por la que puede afianzarse cualquier revolución, en cualquier parte del planeta. Y sabe también que los dos presidentes están condenados a comprenderse, más no a fusionarse; primero, porque las divergencias ideológicas son abismales y segundo porque uno representa el peligro más inmediato y más tangible que sufre el pueblo venezolano. Una invasión para derrocar al gobierno revolucionario, legitimado muchas veces y a través de los votos, por un pueblo que ya pasó por la indiferencia, la satanización y el repudio internacional a su líder y a su modelo.
Y es que la Revolución Bolivariana y su desarrollo está íntimamente ligada a la comunidad internacional pero a su vez, depende vitalmente de las satisfacciones a su pueblo; o como decía Marx, “Los pueblos no estarán en condiciones objetivas ni subjetivas para iniciar la lucha por el socialismo, hasta tanto no hayan satisfecho sus aspiraciones nacionales y nacionalistas”. Quiero decir que la revolución es un proceso dialéctico, de relación de sucesos y políticas. Pero en el caso venezolano Aníbal, no nos pidas que pasemos a “segundo rango” la situación entre el Imperio norteamericano y nuestro país. No incurra en la tesis que solapa la descarada intervención en los asunto internos de nuestro país por parte de Washington. Sobornos a funcionarios, periodistas, dueños de medios. Promoción de paros patronales y sabotaje civil. Aislamiento sistemático a nivel internacional. Guerra psicológica y mediática. Bloqueo de servicios. Confabulación con asociaciones de empresarios para generar desabastecimiento e inflación. Conspiración. Manipulación. En otras palabras, Guerra de 4ta Generación. La conoce, Aníbal?. Supongo que no. Sobretodo porque vive en un país que la promueve “de puertas para afuera”.
Por último, y en medio de nuestras fallas, nuestras inacabadas y poco eficaces gestiones y nuestros errores, hay algo que no puede pasarse por alto: Nuestro socialismo es nuestra idea colectiva de cómo encarar el futuro. Nuestro sistema es un enorme cadáver exquisito, en sistemática construcción y cotidiana faena. Pero es un socialismo democrático, pujante, nervioso. Un socialismo pacífico, pero no desarmado; sus principales cañones son la emancipación progresiva de un pueblo y su conciencia de clase, su perspectiva histórica. En democracia, con la participación de todos. Y con ellos encontramos significantes que expresan el destino de seguir transformando, quizás equivocándonos algunas veces, acertando otras muchas. Pero es a nuestra manera indoamericana, negra, mestiza y blanca. A nuestro modo, en un crisol de futuros inciertos y sudor, y sonrisa, y pasión, y optimismo.
Me despido mientras leo que Venezuela, en medio de la crisis mundial, es el único país a nivel planetario que sube los sueldos y las pensiones a los trabajadores, a propósito de la gigantesca y colorida marcha en Caracas durante el 1ero de Mayo por parte de los trabajadores y en apoyo a la Revolución Bolivariana. Algo que resultaría impensable allá en Europa, aquí sucede con frecuencia. Obreros al lado de funcionarios en un solo cantar. Y me convenzo que es normal que lo que ayer no formaba parte de nosotros, hoy se incorpore en una evolución dialéctica, tal como es la esencia del Materialismo Histórico. Porque al final, quién soy yo para contrariar a Marx?.
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