Fuente: Tercera Información / Pablo Fernández
Desde el punto de vista mediático, Evo Morales y Bolivia suelen quedar “ocultos” detrás de otros presidentes como Rafael Correa, por ejemplo con el debate en torno a la ley de medios de comunicación, Fernández de Kichnner y la nacionalización de YPF, Dilma Rousseff y el Mundial de fútbol, o Nicolás Maduro.
En el país sudamericano acaban de celebrarse las elecciones, donde el presidente aimara ha sido el claro vencedor de las elecciones con casi el 60 % de los votos, mientras que la siguiente fuerza electoral, Unidad Demócrata, no ha llegado al 25 %. Más allá de las primicias, incluso en los análisis profundos, contrastados y veraces de los procesos latinoamericanos, la realidad boliviana suele quedar en un segundo plano. Sus grandes peculiaridades inducen a que se escapen a los ojos de Occidente, pero merece la pena conocer el proceso boliviano, pues presenta, tal vez, los elementos más originales y profundos de las transformaciones de los países del ALBA.
Bolivia ha sido el país más pobre de América Latina en los años 90, con una economía muy dependiente del Norte y sus recursos naturales continuamente expoliados desde poco después de la llegada de Cristóbal Colón, de hecho el cerro rico de Potosí llegó a ser la mina que más oro y plata producía para Europa en siglo XVI. Es el país con más población indígena con diferencia de América Latina, un 62,2% según la CEPAL, pues los siguientes son Guatemala (41%), Perú (24%) y México (15%). Hasta 1950 los originarios no tenían derecho al voto, siempre discriminados bajo gritos de “collas” (palabra que designa peyorativamente a los habitantes de la zona occidental y/o indígenas). Esto es importante hasta el punto de que no se puede entender los movimientos sociales sin la cuestión étnica, ya que está muy presente en las identidades colectivas. Así, la llegada al poder de Morales desembocó en la fundación del Estado Plurinacional, una suerte de estado multicultural que agrupa las diversas formas de vida bolivianas.
En el año 2000 se desataron fuertes oleadas de protestas contra la privatización del agua en Cochabamba, la tercera ciudad más poblada del país. Tres años más tarde, el gobierno intentó exportar el gas a través de Chile a precios irrisorios, lo que desencadenó nuevas movilizaciones multitudinarias. En ambos casos, los movimientos sociales ganaron la batalla. Estos hechos son premisas para la victoria a finales de 2005 de Movimiento al Socialismo(MAS), partido de Evo Morales, pues llega al poder en unas dinámicas, que, alejadas de electoralismos, es el reflejo de los movimientos sociales que desembocan en las urnas. Las organizaciones y plataformas, cuando creen conveniente, echan un pulso al gobierno legislativo, como sucedió en 2012 con el proyecto de crear una carretera a Brasil emplazada en el parque nacional TIPNIS, política que la presidencia rectificó.
En el marco del nuevo constitucionalismo latinoamericano, en 2009 se ratifica la Constitución Política, que funda el Estado Plurinacional de Bolivia. El horizonte final del gobierno y de los movimientos sociales es el “Buen Vivir”, traducción de “sumak kawsay”, en lengua quechua, que considera al ser humano como una parte de la Madre Tierra, la Pachamama, y por tanto que debe tomar lo necesario sin excederse. En ese eje se promueve la despatriarcalización, la descolonización, la recuperación de la soberanía, o la lucha contra el racismo (Morales acaba de impulsar la primera conferencia indígena de la ONU). En la Constitución, el “buen vivir” hace presencia directa en diferentes artículos.
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Sin embargo, como todo proceso, tiene contradicciones internas. Para Álvaro García Linera, vicepresidente de Morales, existen cuatro formas civilizatorias que coexisten en Bolivia: La industrial (adoptada por el Estado), la comunitaria, la doméstica y la amazónica. La propuesta de transformación es la inclusión institucional en el Estado Multicultural de todas las formas de vida. Hasta qué punto eso se conseguirá o supondrá la fagotización del poder popular a las instituciones estatales y el reforzamiento de éstas, es algo que requerirá tiempo, según avanza el proceso.
La otra gran contradicción son las políticas del “nuevo extractivismo” como forma dedesarrollo social y la complicada transición a un modelo acorde con la naturaleza y antineoliberal. A partir de las políticas iniciadas en 2005 Bolivia se ha convertido en un país que crece al ritmo del 6 % y la tasa de pobreza ha descendido un 12,5 %. En buena medida esto se debe a la subida del impuesto directo, a la industrialización de los recursos naturales para crear valor añadido y, sobre todo, a la nacionalización de los hidrocarburos de 2006 (el gas es el principal producto de exportación) para que los beneficios se reinviertan en el país y no se “exporten”. Gracias a la subida de los precios y la estabilidad macroeconómica, esta bonanza permite aumentar año tras año la inversión social.
Pero este tipo de desarrollo le han valido de críticas por parte de intelectuales como James Petras o Eduardo Gudynas, porque la explotación de los recursos naturales reproduce la globalización neoliberal y sus hegemonías. Las exportaciones son claves en el desarrollo económico, a través de los monocultivos o de la industria minera, mientras que las consecuencias de la crisis global iniciada en 2008 son reducidas en el país, pues las importaciones están aseguradas, ya sea desde Europa o desde Asia, especialmente China. Desde posturas contrarias a estos intelectuales se argumenta que el extractivismo es una necesidad para desarrollar parque industrial, como necesidad básica que Occidente creó a partir de la revolución industrial, pero que los pueblos latinoamericanos jamás tuvieron la ocasión de desenvolver.
Mientras, la concentración de las fuerzas opositoras se venía produciendo en lugares concretos, como Santa Cruz, zona petrolera. Sin embargo, desde las elecciones de 2010 hasta las de 2014 el conflicto geográfico ha disminuido, gracias a que el gran desarrollo económico permite a la burguesía de Santa Cruz hacer buenos negocios (a pesar del rechazo del gobierno a las “recomendaciones” del FMI, este organismo ha felicitado a Bolivia en alguna ocasión), y el MAS ha mejorado posiciones en distritos que eran considerados opositores.
Evo Morales ha referenciado su triunfo como una victoria de los países del ALBA, en la integración latinoamericana. Este nuevo periodo de mandato será crucial, máxime cuando el presidente no podrá presentarse de nuevo a la reelección en 2020 por normativa y el MAS tendrá que buscar un nuevo líder. Recuperar la soberanía, caminar hacia el Buen Vivir, avanzar en el desarrollo económico-social, y la unidad a través del ALBA son los grandes retos que deberán afrontar en estos cinco años.
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