Purificación González de la Blanca
16 de mayo, 2012, revisado 14 de febrero 2014
¿Medió el rey en la adjudicación del contrato de las obras del AVE a un consorcio de empresas españolas? Esto es lo que se viene afirmando, pero la realidad es otra, tan perversa que ningún gobierno la reconocería.
El 21 de marzo de 2011 los medios de comunicación anunciaban que España se sumaba a “la coalición internacional” que preparaba el ataque a Libia, con cuatro cazabombarderos F-18, equipados con misiles aire-aire de medio alcance AMRAAM y de corto alcance Sidewinder, una aeronave de reabastecimiento en vuelo (un Boeing 707), una fragata F-100, un submarino y un avión de vigilancia marítima. Despliegue que implicaba la participación de unos 500 militares españoles. Además, la ministra de Defensa, Carme Chacón añadió que el gobierno español ponía a disposición de la OTAN las bases aéreas de Rota y Morón, así como medios navales y aéreos, después de haber repetido hasta la saciedad, a través de los distintos medios de comunicación, la frase del guión -repetida también en versión inglesa y francesa por Obama, Cameron y Sarkozy, entre otros-: “Gadafi es un tirano que bombardea a su población”, y después de insistir en algo a lo que nadie daba crédito: que solo se trataba de abrir “un pasillo aéreo” en Libia. Guión seguido a pie juntillas en el Congreso por la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, que defendió “una intervención en Libia, destinada a proteger a la población de los ataques del régimen”.
Se había puesto en marcha la bautizada apocalípticamente por EE. UU. como “Operación Amanecer de la Odisea”, una de las agresiones más sanguinarias e ilegales que se cometiera en la historia contra un país soberano, un país amigo, por demás. Más de cuarenta países, con un despliegue bélico sin precedentes, contra uno de poco más de seis millones de habitantes, al que previamente habían obligado a desarmarse. Agresión ilegal, afirmamos, porque, no nos engañemos, lo de Libia es un suma y sigue de lo de Iraq. La Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU solo planteaba la defensa de los civiles libios de unos bombardeos tan reales como las armas de destrucción masiva de Iraq, es decir, pura invención. Pero es que el argumento de “una intervención humanitaria” para proteger a los libios de unos supuestos bombardeos de su gobierno respondiendo con otros bombardeos, estos reales, era ya tomarle demasiado el pelo al personal.
Tamaña explicación suponía estar muy falto de luces o muy integrado en la nómina de medios de comunicación amordazados de la que viene disponiendo el lobby anglo-judeo-arabo-americano, como la más eficaz de las armas de destrucción masiva. Además, esa Resolución no autorizaba la intervención por tierra, ni a bombardear hospitales, universidades, barcos de pesca, bibliotecas, viviendas, redes de abastecimiento de agua, rebaños, colegios, aldeas, estudios de televisión, tribus… como ha sucedido. Ni a asesinar al 2 % de la población libia, ni a dar un golpe de estado, ni a linchar, torturar y asesinar vilmente (no se nos olvide que a manos de personal de la OTAN que actuaban en tierra y que, para mayor oprobio, hablaban castellano) al Coronel Muamar el Gadafi. Es decir: la guerra de Libia ha sido tan abominable, tan sanguinaria y tan ilegal como la de Iraq.
En la guerra contra Libia han estado implicados hasta el tuétano Arabia Saudí y Qatar, pagando mercenarios, armas, empresas, políticos y países. Estos traidores a la causa árabe y colaboradores del imperio, ahora se esfuerzan en derrocar al legítimo gobierno sirio para facilitar los maquiavélicos planes imperiales “del Nuevo Siglo Americano” sobre control de recursos y rediseño del mapa en África y Oriente Medio, cuyo último objetivo es Irán. Arabia Saudita y Qatar han institucionalizado y pagado el variopinto equipo conocido como el Ejército Libre Sirio, que no es otra cosa que un organismo mercenario, al que han dotado económicamente para su sucio trabajo de sabotajes y asesinatos. Para estos fines disponen también de dos cadenas de información (es un decir), Al Jazeera y Al Arabiya, que se han especializado en ofrecer noticias a la carta, y en la filmación de películas de terror contra los enemigos que en cada momento les van señalando desde Washington. Que ese “régimen de la democracia y las libertades” que es Arabia Saudí, probablemente el único país del mundo cuyo estado se confunde con una familia, en nombre de una democracia que no practica, se dedique ahora a patrocinar golpes de estado en los países laicos con más logros sociales del mundo árabe para imponer gobiernos de Al Qaeda, ya riza el rizo de la perversión.
El 28 de marzo de 2011, Roberto Centeno publicaba un artículo premonitorio, del que extraemos algunos párrafos: “La urgencia de Francia por iniciar la guerra contra Gadafi, su precipitación en reconocer como un “Gobierno legítimo” a la amalgama de golpistas (islamistas radicales unos, ex altos cargos traidores otros) hacía evidente la existencia de intereses económicos muy poderosos por parte de Francia, para cambiar un Gobierno que favorecía mucho más a las empresas españolas e italianas que a las francesas”. “La prensa italiana ha desvelado con todo lujo de detalles como los servicios secretos franceses organizaron el pasado mes de noviembre en París y en Bengasi con un grupo de traidores libios el golpe para derrocar a Gadafi, que no era un peligro para nadie”. “El ministro francés de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, no ha tenido rubor en delinear cómo deberá ser el futuro de Libia, explicando con total desvergüenza quién representa y quién no a los rebeldes”. “Las decisiones de Rodríguez Zapatero han sido una tras otra un rosario de disparates, generalizaciones y maldades… No obstante, uno no creía posible una estupidez como la intervención en un golpe de Estado para derrocar a un presidente amigo”. Como en otros golpes similares, los servicios secretos y los golpistas libios “han montado una rebelión popular contra la que han disparado francotiradores desconocidos, construyendo así la patraña de defensa de los derechos humanos. Unos derechos que a Francia le importan un pimiento, como le importó un pimiento el exterminio de 800.000 seres humanos en Ruanda, donde enfrentó unas etnias con otras por el control del coltán, un mineral estratégico esencial; o los genocidios ignorados en otros países africanos por el control del cobalto, la bauxita o la cromita. La participación de España en el ataque a un país, para cuyo Gobierno no tenemos más que motivos de agradecimiento, no solo es un error histórico y una felonía, es un autentico disparate en lo económico y un desastre potencial en lo político.” (N.A. Y una clara demostración de que los derechos humanos, los crímenes y los asesinatos de lo que ya va por 200.000 libios también importan al gobierno de España un pimiento)
“El desastre está en los miles de millones que las empresas españolas, mimadas por Gadafi, van a perder tanto en el caso de que éste acabe ganando, como si pierde. Nuestros políticos de uno y otro signo que han apoyado esta locura de Zapatero sin informarse de lo obvio y sin analizar siquiera las consecuencias, son un hatajo de irresponsables, que aparte de haber secuestrado la democracia en su propio beneficio ahora nos han metido en un conflicto en que perderemos sí o sí. Porque España era la tercera nación del mundo con más intereses económicos en Libia. En 2007, durante una visita a España, Gadafi fue agasajado como el Emperador de China por Zapatero. No fue para menos, porque el viaje se saldó con un río de contratos a empresas españolas por valor de 12.300 millones de euros: 7.300 en infraestructuras, 3.500 en petróleo y gas y 1.500 millones en armas, exportaciones de armas que subieron desde entonces un 7,7%. Situación de trato favorable a España, que mejoró más aún a raíz de la última visita a Libia del Rey en enero 2009, que cerró contratos por valor de casi 5.000 millones de euros. En aquella ocasión, Don Juan Carlos abrazó con efusión a Gadafi y le llamó hermano. Y todo esto, es lo que Zapatero, con el apoyo unánime del resto de la dictadura partitocrática coronada, acaba de tirar por el fregadero.”
“Sin embargo, el aspecto económico, pese a ser importante, puede acabar siendo una broma si se produjera la caída de Gadafi. Sus opositores son mayoritariamente islamistas radicales, que tienen de demócratas lo que servidor tiene de obispo, y que en caso de ganar con nuestra ayuda la guerra abrirían una plataforma gigantesca al Islam radical en todo el Norte de África. El muro de contención que es hoy Gadafi para los terroristas de Al Qaeda que dominan los países de su frontera sur (Níger, Chad o Sudan) desaparecería. Tendrían una salida perfecta al Mediterráneo para extender su guerra santa contra los infieles, es decir, nosotros, financiados además con los inmensos recursos del petróleo libio. Un escenario que se convertiría en apocalíptico, si como es más que seguro, la ultrarradical Hermandad Musulmana… se hace con el poder en Egipto. Esta ola de radicalismo anegaría todo el Norte de África. Tendríamos literalmente el enemigo a las puertas.”
“Para esto Zapatero nos mete de lleno en una guerra, con el apoyo de un Rajoy que ha dicho amén como un corderito, permitiendo que esta barbaridad salga políticamente gratis a los socialistas. Realmente estamos en manos de insensatos, pusilánimes y oportunistas, como la pacifista Carme, que después de haber laminado literalmente la capacidad operativa de nuestras Fuerzas Armadas parece encantada con la guerra como vía de promoción para sustituir a Zapatero. Es el mundo al revés”. Hasta aquí los párrafos del artículo de Roberto Centeno.
Con fecha 25 de mayo de 2011 los medios de comunicación informaban de una visita de la ministra de Asuntos Exteriores Trinidad Jiménez a Arabia Saudí “para promover las inversiones de empresas españolas en este país, en especial, la participación en el proyecto de construcción del tren de alta velocidad entre las ciudades santas de La Meca y Medina”, proyecto al que aspiraba un consorcio de empresas españolas. Además de abordar los asuntos económicos, el objetivo de la visita era “afianzar las relaciones políticas entre ambos países en un momento de cambio en el mundo árabe”. En realidad los saudíes pedían a España una mayor implicación en la guerra contra Libia. La ministra detalló la aportación de España a esta “intervención humanitaria” y pidió a cambio la adjudicación de las obras del AVE. La información publicada en los medios añadía que el Gobierno español “se ha volcado en los últimos meses en intensificar la relación económica con países del Golfo Pérsico, como Qatar y Emiratos Árabes” -ahí es nada-, casualmente los que trabajan codo a codo con el lobby y llevan el terrorismo allí donde se les indica.
Era vox pópuli en los círculos del poder que la contrapartida a la entrada de España en la guerra contra Libia podría ser la adjudicación de las obras del AVE a empresas españolas. ¿Qué menos, tras haber perdido miles de contratos al implicarse contra Libia -en donde España ocupaba el número dos en las importaciones- que recibir algún tipo de compensación por parte de uno de los principales socios del lobby: Arabia Saudí, que había pedido expresamente la participación de España?
El 20 de octubre de 2011 los medios de comunicación informan de la “muerte” de Gadafi. En España la noticia es apagada con otra, la del cese definitivo de la actividad armada de ETA. Pero el vídeo de la tortura, linchamiento y asesinato del Coronel, y, posteriormente, la exhibición de su cuerpo vilipendiado hasta la saciedad, conmueven al mundo. Rubalcaba declara que “la muerte de Gadafi es un avance”. Pero pese a que la maquinaria del PSOE tiene anestesiada a la práctica totalidad de la militancia, algunos de sus dirigentes piden explicaciones: no era ese el guión de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad. La indignación es grande, dentro y fuera del partido. Las ministras Chacón y Jiménez, que continúan sin pronunciar la palabra “guerra”, son fuertemente cuestionadas, y Zapatero –que evita las apariciones en público- cae a los niveles más bajos de popularidad. Los pronósticos aventuran la pérdida del poder, como ya sucediera con el PP y su participación en la guerra contra Irak.
A raíz del vil magnicidio la movilización en el gobierno es general y las gestiones con Riad se intensifican: las voces pueden ser acalladas si se confirma finalmente el contrato del siglo. Aquí es cuando piden –y logran- la intervención del rey. La discrepancia baja el tono cuando los saudíes se comprometen a pagar los servicios prestados.
El 26 de octubre de 2011 la Agencia EFE da la noticia de que el contrato del AVE La Meca-Medina por unos 6.500 millones, ha sido adjudicado a un consorcio español. La información ampliamente difundida por la práctica totalidad de los medios de comunicación españoles dice así:
“España se ha enganchado al «megacontrato» de construcción del tren de alta velocidad (AVE) entre La Meca y Medina, que con un presupuesto de 6.736 millones de euros acaba de ser adjudicado por el gobierno de Arabia Saudí a un consorcio integrado por doce empresas españolas y dos saudíes, que supone el montaje de 450 kilómetros de vía férrea de altas prestaciones y otras instalaciones relacionadas con el tren. El consorcio adjudicatario está integrado por las sociedades públicas Renfe, Adif e Ineco, dependientes del ministerio de Fomento. También participan las privadas OHL, Cobra (del grupo ACS), Consultrans, Copasa, Imanthia, Inabensa, Dimetronic, Indra y Talgo, que será la encargada de suministrar los trenes. En conjunto, las empresas españolas copan el 88% del consorcio, denominado «Al-Shoula», y que se completa con dos sociedades saudíes (Al Shoula y Al Rosan)”. No es la primera vez que algunas de las mencionadas empresas (que, por cierto, son de sus accionistas y no de España) se benefician de las guerras.
De nuevo interviene el rey, para agradecer al sátrapa de Arabia Saudí la adjudicación de estas obras.
El 14 de enero de 2012, ya con el gobierno del PP, los ministros de Fomento, Ana Pastor y Asuntos Exteriores, García Margallo, ratifican en Riad el contrato del AVE La Meca- Medina, con el Príncipe Abdul Aziz Bin Mishal Bin Abdulazidy los ministros de Hacienda y Transportes de Arabia Saudí, como contraparte.
El 15 de febrero de 2014 varios medios de comunicación informan de que “Ana Pastor visita las obras del AVE que unirá La Meca con la ciudad de Medina”
Pero el AVE Medina-La Meca no solo vale 6.736 millones de euros. Vale también la destrucción del país más próspero de África, el asesinato de más de 200.000 libios, el vil linchamiento del coronel Gadafi, la imposición en Libia de un gobierno mercenario dirigido por Al Qaeda (incluso con algunos de sus dirigentes relacionados con los atentados del 11-M)*, que supone una amenaza para toda Europa, y la pérdida de miles de contratos diversificados de una multitud de empresas españolas que trabajaban en Libia ¿Hay quien de más?
Por eso afirmamos que este contrato chorrea sangre.
(escrito el 16 de mayo de 2012 y revisado el 14 de febrero de 2014)
* Abu Abdullah al Sadeq, el hasta hace poco jefe supremo del Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL), y el comandante rebelde Belhadj reconocieron sus relaciones con los cabecillas del 11- M
http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/economia/trinidad-jimenez-busca-dinero-arabia-saudi-20110525
http://www.lasprovincias.es/videos/actualidad/espana/930980289001-trinidad-jimenez-defiende-intervencion-libia.html
http://www.lavanguardia.com/economia/20120114/54244921554/espana-arabia-saudi-ratifican-contrato-ave-la-meca-medina.htm
http://economia.elpais.com/economia/2011/10/26/actualidad/1319614379_850215
http://elpais.com/tag/abu_abdullah_al_sadeq/a/
http://www.peonesnegros.es/descargas/acusacion_11-M.pdf
Firma del Contrato del AVE, que se adjudicó a un consorcio de empresas públicas y privadas en el que participa Copasa, además de las dependientes de Fomento Renfe, Adif e Ineco. Hay que sumar a FCC. Todas ellas chorrean sangre libia..
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