Asco y vergüenza en París

2015-01-12 14.24.27

Fuente: http://raulwoo.blogspot.com.ar

Asco.

Un ejercicio brutal de violencia que deja una veintena de muertos: ocho empleados del semanario satírico CharlieHebdo, un invitado, un trabajador de mantenimiento, dos policías (uno en el edificio y otro a unos cientos de metros de allí), mas una policía de tránsito, cuatro clientes de un supermercado judío, mas los tres sospechosos de cometer los dos atentados, mas un policía encargado de la investigación suicidado en su comisaría.

Un par de individuos encapuchados y con armas largas realizan un asalto al edificio del semanario, ejecutan a algunos miembros de la redacción en plena reunión de staff, se tirotean con el coche de policía que custodia el lugar y, en su huida, acribillan a otro policía en las inmediaciones. Además del testimonio de los testigos sobrevivientes, los individuos son filmados en dos vídeos, uno desde una azotea antes de iniciar la huida y el segundo desde un balcón donde se muestra la ejecución del segundo policía en una calle adyacente. En el audio se registran gritos de que han vengado al Profeta y que Alá es grande. Estos vídeos y que el semanario hubiera sido objeto de atentados atribuídos a su línea editorial islamófoba en particular y anti religiosa en general, validan la presentación del acto criminal como de autoría islamista.

Enfrentado a la noticia, uno puede abocarse automáticamente a la «condena» o la «especulación comprensiva» del acto terrorista, o bien hacer un esfuerzo por atender al relato que se nos brinda —al fin y al cabo, lo único que sabemos del atentado. Tanto los medios alternativos como los foros y redes de internet han puesto de relieve los puntos oscuros de la versión en los medios oficiales: la oportuna filmación del atentado, el listado de periodistas a fusilar, el hecho que los autores se muestren encapuchados, el video del asesinato del policía en la acera, el hallazgo del documento olvidado que permite la inmediata identificación de los autores, la relación de estos con servicios de inteligencia, el conocimiento del gobierno de que algo iba a pasar, la trayectoria errática de la fuga, el reconocimiento de los sospechosos —que seguían encapuchados— por el encargado de una gasolinera, la confusión y contradicciones de la información en tiempo real y, finalmente —previsible como en una película porno— la ejecución policial de los sospechosos, aún cuando ya habían soltado rehenes como en el caso de los hermanos, o cuando ya los habrían asesinado como en el caso del yihadista solitario.

Lo menos que se puede decir es que el relato deja varios interrogantes y el extraordinario esfuerzo de miopía que hay que realizar para que «cierre», suma confusión y aturdimiento al asco o rechazo visceral de la violencia.

Vergüenza.

El segundo acto es una campaña de respuesta y movilización espontánea de la ciudadanía que culmina en una concentración nunca vista en Francia desde la Liberación: un ritual de identificación con la revista atacada, blandiendo la alegoría naif de lápices contra ametralladoras, coronada con la presencia de mandatarios y delegaciones de gobierno. Pobre gente, me digo pensando en los parisinos, les hacen una carnicería en la ciudad y tienen que salir a manifestarse detrás de auténticos carniceros internacionales… los mismos que financian al ente siniestro e indefinido llamado alternativamente Estado Islámico, «rebeldes sirios», AlQaeda, etc. Y qué curiosa la decisión del gobierno, pienso, al permitir que salga todo el mundo a la calle e invitar a tantos mandatarios cuando, habiendo muerto los terroristas, no tienen información acerca de si los dos atentados son hechos aislados o el inicio de una escalada de violencia como es dable suponer…

Qué vergüenza, viendo las cadenas francesas hacer apología de la superioridad moral de la civilización occidental frente a la barbarie, arropadas por un clamor ciudadano que irremediablemente va a legitimar la escalada de la «guerra contra el terrorismo» y la próxima represión en internet de toda duda sobre la versión oficial so pena de colaborar con el terrorismo. La guerra actual es así, auténtico terrorismo, la manipulación de la opinión pública en base a impacto emocional sanguinario.

Esperanza.

Como reflexión positiva me quedo con esto: si bien hoy aborregados como cualquier pueblo de «occidente», los franceses no son tan fáciles de engañar como los estadounidenses y, con el tiempo, la actividad de investigadores y divulgadores permitirá develar qué pasó. Ya hay cierta tradición, recordemos que la primera versión que rebatía la tesis oficial del 11S partió del mundo francófono.

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