Por: Eduardo Luque Guerrero
El campo de fútbol del Dombass Arena no acogerá los partidos de la actual Copa de la “Champions”. Un estadio declarado de categoría-élite por la UEFA y que albergó los partidos de la Eurocopa en el 2012 hoy está destruido. La guerra en Ucrania no se produce en algún remoto país sino que implica la centralidad del continente europeo.
La crisis ucraniana tal y como era previsible avanza hasta convertirse en el punto central de fricción entre Occidente y Rusia. Los acuerdos de Minsk van camino de ser papel mojado desde el mismo instante que EEUU no quiso participar en las negociaciones y sus enviados, la señora Merkel y el presidente francés Hollande pusieron como condición “sine die” o “el acuerdo o la guerra”. Lanzar ultimatuns no es precisamente un buen camino para la negociación. Ha sido la primera vez que dirigentes políticos europeos han utilizado esa expresión amenazadora desde la II Guerra Mundial; esto debería darnos una idea de la profundidad de la crisis. La pregunta que flota en las cancillerías de la UE es: ¿arderá Europa?
La tregua, rota desde el mismo momento que se hizo público la posibilidad de acuerdo, fue saludada por ataques masivos de las fuerzas de Kiev contra población civil, ahora tratada como enemiga. La derrota militar del gobierno ucraniano al tener embolsadas y sin posibilidad de escape a cerca de 6000 hombres en Debátsevo, la presión militar sobre la ciudad- puerto de Mariupol que implicaría la pérdida del acceso al mar de Azov han sido uno de los argumentos que obligaron al gobierno a sentarse en la silla de las negociaciones, el enorme costo de la guerra entorno a los 10 millones de dólares diarios es otro. Los acuerdos de Minsk sólo son para el gobierno una forma de evitar el colapso militar. La extrema derecha fascista que hoy controla una cuarta parte del parlamento ya se ha negado a admitir el Alto el fuego, han asegurado que sus acciones militares continuarán en el sureste de Ucrania.
La canciller Merkel y el presidente Hollande están dispuestos a admitir todas las violaciones de la tregua que provoquen las fuerzas de Kiev. Alemania, Francia y EEUU ven en suelo ucraniano una enorme fuente de negocio. La empresa Monsanto, como denuncian diputados alemanes, ha iniciado una política de compras vía privatización obligatoria de la riqueza agrícola del país. En este momento las compañías agrícolas extranjeras controlan más de la mitad de las tierras ucranianas: 17 de los 32 millones de hectáreas. Es un bocado demasiado sustancioso como para abandonarlo. En la venta de tierras de cultivo participan empresas extranjeras apoyadas por el Banco Mundial, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) y el grupo bancario alemán Bankengruppe KfW. Esos grupos a cambio de partidas de rescate al sistema financiero ucraniano obligan a políticas de expropiación y privatización salvaje sobre las riquezas presentes y futuras del país. De nuevo para Berlín, igual que sucedió en la época del Tercer Reich, Ucrania había de ser el mercado que los proveyera de cereales y energía. Mientras, compañías francesas y norteamericanas compiten por la compra de los sistemas de transporte de gas hacia Europa y sus reservas energéticas. Las empresas norteamericanas amparadas en grupos armados han iniciado la carrera por apropiarse el gas de esquito.
La UE se ha convertido en un apéndice de los planes militares de la OTAN que ya ha intervenido indirectamente en la guerra. Los cadáveres de soldados con uniformes y anagramas de la Alianza Atlántica entre los restos del aeropuerto de Lugansk tomado por las milicias lo confirman. El proceso viene de antiguo desde el 2006 se estaba preparando la “revolución de los colores” que culminó con el golpe de Estado de Maidan. Durante la primavera del 2014, Estados Unidos comenzó a entrenar y armar a la Guardia Nacional ucraniana. Para ello utilizó campos de entrenamiento en Polonia con unos efectivos de entre 45 a 50000 hombres, a este contingente rápidamente se unieron las formaciones nazis ya entrenadas anteriormente por instructores de la OTAN provenientes de los países Bálticos, Polonia y Europa central. Se crearon los batallones Donbas, Azov, Aidar, Dniepr-1, Dniepr-2 y otros que fueron la fuerza de choque de la actual Guardia Nacional. Amnistía Internacional acusó al gobierno de Kiev de ser responsable de los crímenes cometidos por esas fuerzas militares. EEUU siguió apoyándolos.
Una parte de la administración Obama sigue interesada en una guerra generalizada que permita proyectar a la OTAN hacia las puertas mismas de Rusia. Armamento, entrenamiento y asesores son enviados a apoyar al gobierno de Poroshenko que se muestra incapaz de tomar la iniciativa militar; el gobierno no controla las operaciones militares, en gran parte por el nivel de corrupción de la oficialidad y la existencia de batallones privados que sólo responden a sus “oligarcas”. El nivel de deserciones de la tropa es tal que el gobierno ha autorizado a crear batallones de castigo y permitir la ejecución de los soldados que retrocedan.
La guerra en Ucrania va a continuar. Poroschenko ha recibido la orden “de arriba” y necesita asegurar alguna victoria militar para mantener su propio “estatus quo”. Confía en la ayuda occidental europea y estadounidense para ganar la guerra aunque como dijo en su momento «No tengo temor de emprender acciones militares contra el ejército ruso y estamos dispuestos a enfrentar una guerra a gran escala.» Susan Rice a la sazón asesora del presidente Obama para la Seguridad Nacional declaró el 6 de febrero que Washington estudiaba la posibilidad de involucrarse directamente en el conflicto, la escala militar sería entonces imprevisible. El propio Poroschenko ha declarado que su objetivo real es “reocupar” la península de Crimea, hoy anexionada por voluntad popular a Rusia.
Occidente no tiene interés en pacificar la situación tanto es así que un día después de los acuerdos de Minsk, la UE imponía más sanciones a Rusia. EEUU y la UE pretenden sabotear la economía rusa, aún a costa de dispararse en su propio pie, las pérdida para la UE superan ya los 23000 millones de euros.
El objetivo último es evitar que se cree un nuevo orden mundial que sustituya al predominio unilateral de los EEUU. Rusia está condicionando el poderío de Washington en la medida que está liderando a los países BRICS y en paralelo está sustituyendo en sus intercambios comerciales al dólar por el rublo. Los últimos acuerdos de centenares de miles de millones, entre Rusia, Irán, Brasil, India o Turquía realizados con monedas nacionales al margen del dólar encendieron hace tiempo todas las alarmas en el gobierno estadounidense.
Como podemos apreciar todo lo que está pasando no es por la «libertad de Ucrania» a Occidente no le preocupa la suerte de ese país ni de su gente. Es por ello que las víctimas ucranianas serán rápidamente olvidadas si es que no nos quemamos todos en esa misma hoguera.
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