Fuente: Pressenza / Guillermo Sullings
El Contexto de la UE
Los Humanistas aspiramos a que en un futuro todos los pueblos del mundo se puedan integrar en una Nación Humana Universal. En ese sentido diferenciamos en ese proceso de integración, lo que denominamos mundialización, de lo que se ha dado en llamar globalización; mientras la primera tiene que ver con la integración de los pueblos con su diversidad cultural, la segunda tiene que ver más con la expansión y penetración del poder económico y financiero global, disciplinando a los países bajo su lógica depredadora.
Desde luego que como Humanistas alentamos todos los avances que se vayan dando en las integraciones regionales, en tanto signifiquen un paso previo a esa Nación Humana Universal futura. Y desde luego que la integración económica debe ser un aspecto importante de esa integración; pero no debería ser el más importante, o en todo caso debiera estar supeditado a un interés superior que tenga que ver con una verdadera integración solidaria de las poblaciones, donde las estructuras económicas estén al servicio del desarrollo humano sin fronteras. Y desde luego que si el uso de una moneda común en una integración regional, contribuyera a ese desarrollo, habría que alentarla.
Pero algo muy distinto ocurre en algunas de las integraciones regionales que se van dando en el mundo, que no parecieran constituirse a partir de las necesidades e intereses de las poblaciones, sino más bien desde los intereses de las multinacionales y del poder financiero global. Y este es el caso de la Unión Europea, cada vez más al servicio de los bancos y las empresas que de la gente; y es el caso del euro, que potencia la expansión de las economías más fuertes, y termina desmantelando y endeudando a las economías más débiles. Mientras tanto, los medios de comunicación, siempre al servicio de los mismos poderes económicos, manipulan a la opinión pública para convencerla de que los países serios son los que aplican la economía neoliberal, y que si a algún país le va mal es solamente porque sus gobernantes son corruptos y sus pueblos flojos. Así dividen a los pueblos, para que luego no se solidaricen cuando alguno cae en desgracia, víctima de las políticas neoliberales, y así sus gobernantes tienen argumentos para ser crueles con los pueblos y generosos con los bancos.
Cuando se conformó la UE y luego la eurozona, ya existían importantes diferencias entre las economías de los países miembros, diferencias en el nivel de productividad y de desarrollo industrial. Históricamente en el mundo, para sobrellevar ese tipo de diferencias los países con menor productividad han manejado el valor de su moneda y han administrado su comercio exterior buscando cierto equilibrio que les permitiera mantener el nivel de empleo. De este modo, cada cual trataba de mantener su equilibrio, para desde allí desarrollarse, y se asumía que el nivel de vida de la población, en promedio, era el que se correspondía con su nivel de desarrollo. Pero cuando se avanzó en la zona de libre comercio y en la unión monetaria en Europa, sus miembros renunciaron a esos instrumentos de política económica, seguramente asumiendo que la nueva organización supranacional contemplaría la resolución de las asimetrías entre los países. Pero la UE organizó su economía bajo los paradigmas del neoliberalismo, suponiendo que el mercado iría regulando todo armoniosamente. Suponiendo que allí donde hubiera desocupados irían los capitales productivos a radicar sus plantas, o también que los desocupados migrarían con facilidad hacia las mismas. Suponiendo que los capitales financieros se movilizarían para cubrir las necesidades de las inversiones productivas. Pero la libertad de movilidad dentro de la eurozona ha dado diferentes resultados a cada protagonista, porque los capitales financieros se pueden movilizar de un lugar a otro en segundos, los capitales productivos requieren más tiempo, y las personas aunque puedan movilizarse libremente por las fronteras, en la práctica el arraigo y las barreras culturales limitan las migraciones. Por otra parte, ya en el resto del mundo se ha visto que las políticas neoliberales han dado lugar a la especulación de los capitales financieros, al endeudamiento sistemático y al desmantelamiento de la industria en numerosos países; han dado lugar a la fuga de capitales hacia paraísos fiscales y de las fábricas hacia paraísos laborales. Y si todo eso pudo hacer el virus del neoliberalismo globalizante con naciones que mantenían su soberanía y su moneda, mucho peor ha sido su efecto en una eurozona donde los países ya estaban con las defensas bajas.
Entonces, si hoy la UE está en crisis y la eurozona está en duda, no es porque el mundo no esté preparado para la integración regional; es porque se lo quiso hacer bajo el signo neoliberal.
Verdades y mentiras con respecto al endeudamiento
La versión que se ha instalado en buena parte de Europa, y que los medios de comunicación agitan para culpar de todo a los griegos, atribuye la responsabilidad a los gobiernos corruptos, que han endeudado irresponsablemente al país, que han dilapidado los recursos, que han sobredimensionado al sector público con el consecuente déficit fiscal, y que además han falseado su contabilidad para ocultar el déficit y el endeudamiento. Esta responsabilidad de los gobernantes, estaría compartida con la población, que en definitiva los ha votado, se ha beneficiado con las dádivas, con un laxo sistema de pensiones, con el crédito al consumo, y con la ilusoria prosperidad de una burbuja, viviendo por encima de las posibilidades que permitía su economía. Algunas de estas versiones se ilustran con datos reales, y se difunden para exaltar la indignación de los ciudadanos de otros países, como es el caso de los alemanes al enterarse de que la pensión máxima en Grecia es de 3.500 euros, mientras en Alemania es de 3.100; o que las edades en las que muchos trabajadores griegos se jubilan, es inferior a la de otros países para similar actividad. El Instituto de Seguros Sociales (IKA), que es deficitario y se lleva una parte importante del presupuesto estatal, paga algún tipo de pensión a 5,5 millones de personas (prácticamente la mitad de la población); existen más de 600 profesiones en las que es posible retirarse antes y tener una pensión anticipada por considerarse grupo de riesgo, contándose entre ellas a los peluqueros, los camareros, los locutores, los músicos y otras actividades en las que en cualquier país se jubilarían a la misma edad que el resto.
Por el lado de los ingresos estatales también hay mucha ineficiencia, ya que existe una gran evasión, mucho autoempleo y empresarios que no aportan al sistema, y hasta exenciones al IVA en las islas, donde hay importantes ingresos por el turismo, pero que no generan un ingreso proporcional al fisco, que contribuya a reducir el déficit. Aún así Grecia incrementó el gasto público en un 50 % entre 1999 y 2007, y eso se financió con endeudamiento.
Con toda esta información en sus papeles de trabajo es que los representantes de los demás países de la UE, endurecen su posición con Grecia y le exigen más y más ajustes. Y publicando sesgadamente estos datos en los medios de comunicación, es que las poblaciones de esos países también se endurecen y avalan a sus gobiernos en sus exigencias con los griegos. Y seguramente que mucha de esta información es cierta, más allá de los énfasis y el sesgo que le agreguen los medios y los halcones de la UE; pero hay otra información de la que nadie habla, y hay otros responsables de los que ya nadie habla, y que son los bancos, las multinacionales, y los gobiernos que defienden sus intereses.
Cuando alguien se endeuda, es porque hay alguien que le presta. Y si alguien se endeuda irresponsablemente, es porque alguien le presta irresponsablemente. ¿O acaso podemos creer que los bancos que le prestaban a Grecia eran ingenuos filántropos que creían en el país y luego fueron defraudados en su buena fe?
Cuando estalla la crisis financiera mundial, el detonante fueron las hipotecas subprime, o hipotecas basura, sobre las cuales se montó todo un sistema fraudulento de apalancamientos de préstamos sobre préstamos, con un sustento tan endeble como lo eran millones de hipotecas constituidas durante la burbuja financiera, en las que muchos de los deudores eran insolventes desde el inicio, y otros devinieron en insolventes cuando la burbuja explotó y los valores de sus inmuebles bajaron a la cuarta parte de su deuda hipotecaria. A nadie se le ocurriría pensar que los culpables de ese gigantesco
fraude fueron los millones de personas que perdieron sus viviendas, y que los bancos y fondos de inversión que generaron la burbuja y multiplicaron la estafa eran unos ingenuos y bondadosos prestamistas que confiaban inocentemente en sus deudores, y luego fueron defraudados. Sin embargo, los cientos de miles de millones de dólares que se destinaron a paliar la crisis, no fueron destinados a los que perdieron sus viviendas, sino que se destinaron a salvar a los bancos. Y los CEO que protagonizaron esta estafa, luego fueron vergonzosamente premiados con cifras obscenas.
Es bueno recordar todo esto, porque los bancos que hicieron jugosos negociados prestándole a los gobernantes corruptos que tuvo Grecia, no solamente tenían claro que Grecia era insolvente, sino que en realidad no les importaba, porque sabían que en última instancia también a ellos los iban a rescatar. Y de hecho fue así, los bancos franceses redujeron sus créditos contra Grecia de 79.000 millones a 1.300 millones; los bancos alemanes de 45.000 millones a 10.000 millones, y los italianos de 12.000 millones a 1.000. Y ahora la mayor parte de la deuda pasó a manos de los países de la UE, en forma directa o a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad (145.000 millones de euros), y también en manos del FMI y el BCE. Es decir, nuevamente los gobiernos y los organismos internacionales decidieron salvar a los bancos que prestaron irresponsablemente, y ahora le dicen a sus ciudadanos que hay que recuperar lo que los griegos le deben a sus países, y de alguna manera les dan a entender que los ciudadanos alemanes, franceses, italianos o españoles, han pagado impuestos para solventar a los irresponsables griegos que malgastaron el dinero. Una farsa mediática para poner a unos pueblos en contra de otros, disimulando la cómplice sumisión de los gobernantes con el poder financiero.
Los bancos saben el poder que tienen. No solamente controlan a muchos gobernantes en cuanto son socios, sino que además, debido al complejo entramado de las finanzas tal como está organizado el sistema bancario en la economía neoliberal, chantajean a toda la sociedad, ya que cuando un banco quiebra, arrastra en la ruptura de la cadena de pagos a una porción importante de la economía real, provocando un efecto dominó que ningún gobierno desea, y se genera una situación de chantaje en la que los gobernantes más allá de sus convicciones terminan claudicando a favor de los bancos. Pero como si esto no fuera suficiente para comprender la perversidad del sistema, también hay que entender que cuando un banco o un fondo de inversión compra deuda a un país poco solvente, quienes toman esas decisiones no son los dueños del dinero; los que toman las decisiones son los administradores de esos fondos, que saben que en última instancia el que pierde es el ahorrista, luego de que ellos retiraron sus cuantiosas ganancias. Es por todo esto que la mayor responsabilidad en la trampa del endeudamiento, es de los prestamistas y no de los deudores poco solventes. Desde ya que para que un país se endeude más allá de sus posibilidades, se requiere de gobernantes irresponsables y corruptos; pero precisamente ese es uno de los problemas de las democracias formales, que la gente tiene que elegir entre falsas opciones, con los medios de comunicación manipulando, para que la mesa quede servida a los buitres de las finanzas, que luego de depredar dejan a los países en crisis, ellos se vuelan y los responsables visibles son sólo sus gobiernos títeres. Y desde luego que cuando se conforman estas burbujas de ilusoria prosperidad financiada con endeudamiento, mucha gente siente que su nivel de vida mejora, que puede consumir más, y que recibe beneficios que con el tiempo considera derechos adquiridos, y luego se resiste a perderlos cuando le explican que se acabó la fiesta. Pero no se puede responsabilizar a las poblaciones de eso, porque no tienen por qué conocer las turbias maniobras financieras que hay detrás de cada burbuja.
El sobreendeudamiento de los países ya tiene varias décadas. En los años ochenta fue la crisis de las deudas latinoamericanas, y entonces llegó el Plan Brady para salvar a los bancos y cambiar de manos las deudas. Luego en los noventa el neoliberalismo fomentó nuevamente el endeudamiento y las burbujas, generando varias crisis entre las que se destaca el default de Argentina, con una situación muy semejante a la de Grecia. Y durante lo que va del nuevo siglo, se fueron incubando nuevamente las burbujas, hasta que estalló la más grande con epicentro en USA, y con ese estallido se produjo la crisis de la deuda en varios países de Europa. Los gobiernos van cambiando, los países van cambiando, pero hay un actor que siempre está en todas las crisis: el poder financiero mundial, depredando, endeudando y comiendo la carroña de lo que queda de sus víctimas a través de las privatizaciones.
Por eso nos parece que los griegos deberán hacer su parte, mejorando su sistema tributario, recortando privilegios insostenibles, saneando su corrupción. Y posiblemente tengan que adecuarse a vivir con lo que realmente generan, mientras se esfuerzan por crecer y desarrollarse. Pero de ninguna manera tienen que pasar hambre y privaciones, ni privatizar todo su patrimonio durante décadas para intentar cancelar una deuda impagable. Tampoco esa deuda debieran pagarla otros pueblos con sus impuestos, ni tampoco debieran perder sus ahorros los inversores de buena fe. La deuda debieran pagarla quienes manejan el poder financiero en el mundo, y para que no sigan depredando habría que desmantelar su poder. Pero mientras los gobiernos de las potencias no se atrevan a desmantelar el poder financiero global, tendrán que explicarles a sus contribuyentes y a sus ahorristas que les toca pagar el precio de la complicidad de sus gobernantes con ese poder.
Hay otro aspecto del endeudamiento, y que también se relaciona con la mecánica neoliberal, porque esta se sostiene alimentando el consumismo. En un mundo donde la riqueza se concentra cada vez más, donde las ganancias empresariales cada vez crecen más frente a los ingresos de los asalariados, y mientras las ganancias de la especulación financiera succionan cada vez más los recursos que debieran ir a la producción y el trabajo; en ese mundo donde
los asalariados cada vez reciben una porción menor de la torta, solamente se pueden mantener los niveles de consumo mediante el endeudamiento. Entonces, como una operación de pinzas, aparece de un lado el poder financiero endeudando a países y personas para que consuman, y por otro lado aparecen las multinacionales ofreciendo los productos que se deben comprar con esos préstamos. Así fue como en el caso de Grecia, bancos alemanes y franceses financiaban el consumo de los griegos, y ese consumo en buena parte eran productos alemanes y franceses (incluyendo armas).
La situación actual de Grecia
Hoy Grecia tiene una deuda de 340.000 millones de euros, equivalente al 175 % de su PBI. Después de todos los ajustes realizados en los últimos años por exigencias de la Troika, a cambio de refinanciar su deuda, su PBI cayó un 25 %, y la desocupación alcanzó el 26 % en promedio y el 60 % entre los jóvenes. Esto llevó a un empobrecimiento de una parte importante de la población, con numerosos desalojos y el más alto índice de suicidios en Europa. Y todo este sacrificio inhumano ha sido para apenas acercarse al equilibrio fiscal, y ahora debería redoblar estos ajustes y sacrificios para llegar en un par de años al 3 % de superávit primario que le permita amortizar por goteo una deuda, que a ese ritmo en el mejor de los casos se demoraría unos 50 años en cancelarla. Esta deuda es impagable, y todos lo saben, solo que antes de que se declare el inevitable default, pretenden quedarse con el patrimonio griego, obligando a privatizarlo a cambio de unos 50.000 millones de euros que irían directamente a cancelar una parte de la deuda. Es decir, que el camino que tienen por delante, de acuerdo a las exigencias de la Troika, es el de atormentar a su pueblo con más ajustes, rematar todos los bienes del Estado, y después de todos modos habrá default, y en ese caso una salida forzosa del euro.
Grecia tiene constantes vencimientos a cancelar por las diversas refinanciaciones de enorme deuda, y como no puede pagarlos con su presupuesto, debe refinanciarlos permanentemente con paquetes de ayuda de la Troika, y esa ayuda es a cambio de más ajustes y recortes. Si Grecia no aceptara los ajustes, la Troika no refinanciaría la deuda y al primer vencimiento que no pague caería en default. Y si cayera en default no recibiría más fondos de ningún tipo, por lo cual sus bancos no tendrían liquidez, ya que los euros no los imprime Grecia sino el BCE, y frente a esta posibilidad habría corridas bancarias para retirar fondos, y muy pronto el gobierno debería empezar a pagar las pensiones y los salarios públicos emitiendo algún tipo de bono, que en la práctica sería como una nueva moneda. Es decir, sería una salida del euro de hecho, aunque no está prevista en la UE. Esta situación es la que estuvo por ocurrir en los últimos días, cuando se instaló el corralito y las restricciones para extraer fondos de los bancos, de modo que Tsipras tuvo que ir a negociar el nuevo acuerdo bajo amenaza, y a pesar del resultado del referéndum terminó capitulando por temor a peores consecuencias. Posiblemente Tsipras creyó que con el apoyo del referéndum en el que el pueblo griego votó por el No a los ajustes, podría negociar con mayor fuerza ante la Troika y esta flexibilizaría su postura, pero resultó lo contrario.
En realidad el gobierno griego ya antes del referéndum manifestaba que su intención no era salirse del euro sino morigerar los ajustes del nuevo acuerdo. Pero la debilidad de esa postura fue que precisamente, si no estaban dispuestos a salir del euro, entonces no tenían un plan B para el caso en que la Troika no flexibilizara sus exigencias, porque el único modo de permanecer en el euro era con la ayuda financiera de la Troika, y esta puso sus condiciones.
Está claro que la situación es muy delicada, y no existe ninguna salida fácil y cualquier salida tendrá su costo, y será alto. Muchos comparan la situación de Grecia con la que sufrió Argentina entre fines del 2001 y el 2002, y efectivamente hay muchos puntos en común. Argentina tenía en esos tiempos, desde hacía varios años, un régimen de convertibilidad en el que un peso equivalía a un dólar; eso había provocado una sobrevaluación del peso que encarecía enormemente las exportaciones y abarataba las importaciones, con lo cual la balanza comercial era deficitaria y se sostenía en base a endeudamiento, al igual que el déficit fiscal. Llegó un momento en que la deuda se hizo impagable, no se consiguió más financiación para refinanciarla, se generó una corrida bancaria y cambiaria por lo que se estableció un corralito; luego se cayó en default y luego hubo que derogar la convertibilidad y la moneda se devaluó un 300 %. La crisis social fue enorme, hubo un empobrecimiento de gran parte de la población, aumentó la desocupación, y hubo numerosas demandas legales cuando se pesificaron los depósitos y las deudas y créditos que estaban nominados en dólares. Pero después de un año Argentina empezó a recuperarse, gracias a esa devaluación se recompuso la industria sustituyendo importaciones, se reactivó el mercado interno, y crecieron las exportaciones que aportaron divisas. Recién en el 2005, después de recuperarse y crecer la economía a altas tasas, el gobierno renegoció la deuda en default, con una quita de casi dos tercios de la deuda.
Seguramente que Tsipras conoce este ejemplo, que también lo citan los premios nobeles de economía, Krugman y Stiglitz, cuando critican los ajustes a los que se somete a Grecia, y sugieren, en el caso de Krugman, que la salida del euro sería una solución. Pero también hay que recordar algo para comprender las dudas de Tsipras: el presidente Kirchner, que fue quien gobernó el período de la recuperación y el crecimiento de Argentina desde el 2003, en cierto modo encontró un camino allanado respecto a las decisiones económicas drásticas, porque previo a su llegada, fue otro presidente el que se vio forzado a imponer el corralito a los depósitos bancarios, y terminó renunciando en medio de un caos social; un segundo presidente tuvo que declarar el default, y a los pocos días renunció, y un tercero fue el que decidió la salida de la convertibilidad, y si bien estuvo en el poder un año y medio hasta entregarlo a Kirchner, se retiró con pésima imagen pública. Es decir, que la crisis se devoró a tres presidentes, a pesar de que las medidas que tomaron no tenían opción, porque el país se había quedado sin divisas para pagar la deuda y sostener la convertibilidad. Para Tsipras es difícil discernir si rechazando las exigencias de la Troika y saliendo del euro, terminará siendo el gobernante que conduzca a Grecia a su recuperación, o si el caos inicial se lo devorará, y cuando Grecia vea la luz al final del túnel, el ya sea un cadáver político, y otro sea el que gobierne, y quizá de otro partido político.
Por otra parte, podemos decir que la situación económica de Grecia, es aún peor que la de Argentina de aquellos años; no solamente porque la deuda es mayor, tanto nominalmente como en relación a su PBI, sino sobre todo porque Grecia no tiene el potencial productivo que tenía Argentina, con una industria que operaba al 30 % de su capacidad, como consecuencia del auge importador bajo el régimen de convertibilidad, y que se recuperó como un resorte al salirse de ese régimen. Y además porque Argentina tiene una gran capacidad exportadora de alimentos.
De manera que económicamente hablando, la recuperación de Grecia después de una hipotética salida del euro, seguramente sería algo más lenta que la de Argentina, pero siempre implicará una mejora sustancial con respecto a la situación actual, y sobre todo con un futuro posibilitario.
Pero por otra parte, también hay que decir, siguiendo con las comparaciones, que la situación geopolítica de Grecia, es más ventajosa que la que tenía Argentina cuando estalló su crisis. En ese momento el país sudamericano estuvo sumamente aislado, sobre todo por parte de las potencias, y solo contó con el apoyo de algunos países de Latinoamérica, y estuvo obligado a subsistir y crecer exclusivamente con recursos propios. En cambio Grecia podría apelar a otras estrategias de política internacional para lograr una salida del euro más ordenada. Si bien la UE acaba de aprobar la profundización de las exigencias de ajustes, hay diferentes posturas entre sus miembros; y dentro de la misma Troika, hasta el propio FMI está argumentando que habría que reestructurar la deuda que es impagable. Y fuera de la eurozona, ya Rusia ha manifestado su ofrecimiento de apoyo a Grecia, y esto podría extenderse a China también. Y en USA están sumamente alertas, porque también consideran que las exigencias a Grecia son inviables, y sobre todo están preocupados porque este país ocupa una posición estratégica para la OTAN, y a no les caería en gracia su acercamiento con Rusia. Con esto queremos decir que no necesariamente la salida del euro debiera ser todo lo traumática que sería si se tratara de un desenlace forzado en un contexto de estampida financiera. En el caso de Argentina, ya en 1998 había indicadores de lo que podría pasar a futuro, y el Partido Humanista fue el único que propuso una salida ordenada del régimen de convertibilidad; si se hubiera realizado de ese modo, tal vez se habría evitado el caos social del 2001 y 2002; sin embargo, se insistió hasta último momento con ese régimen inviable, y la salida fue forzada y tortuosa. Consideramos que Grecia está en condiciones de elaborar una estrategia política buscando aliados que lo respalden financieramente para conformar un nivel de reservas en divisas fuertes que le permitan volver al dracma sin caer en una hiperinflación.
Hay otras soluciones, o solamente la salida del euro?
Como decíamos antes, el problema de fondo es que la integración europea no se diseñó a la medida de los pueblos, sino a la medida de los capitales financieros y las multinacionales. Por lo tanto es muy difícil que desde la UE surjan otro tipo de soluciones. Pero desde luego que si reflexionaran y decidieran reformular los paradigmas de la región, hay otras opciones de solución, no sólo para Grecia, sino para los demás países en crisis. Ya ha habido propuestas de emisión de eurobonos para reestructurar y refinanciar las deudas de los países con apremios, pero fueron desechadas. Alemania y sus halcones aliados dentro de la UE, se resisten a que el BCE genere una expansión monetaria para financiar el rescate de las deudas, argumentando que en ese caso se incumplirían las metas del 2 % máximo de inflación que pretenden para la eurozona. Algunos afirman que Alemania teme un incremento de la inflación debido a la traumática experiencia hiperinflacionaria que padeció después de la primera guerra mundial, lo que favoreció el surgimiento del nazismo. Pero resulta poco creíble ese argumento, porque se está hablando de algo que ocurrió hace casi un siglo, en una coyuntura totalmente diferente. La única razón que explica tanta preocupación por utilizar una política monetaria más expansiva, que a lo sumo podría temporalmente subir 2 o 3 puntos más la inflación en la eurozona, es la protección que se quiere brindar a los sectores con activos financieros importantes, que se desvalorizarían.
De las recesiones no se sale con más ajustes y austeridad, se sale con políticas activas, y allí debe cumplir su rol el BCE, absorbiendo una parte importante de las deudas de los países, y financiando la inversión y el consumo para impulsar la recuperación económica. Eso tendría como costo una devaluación del euro, con lo cual se socializarán las pérdidas entre países deudores y no deudores, porque el enfoque debiera ser la solidaridad entre los miembros de la UE, y no el cálculo mezquino. Pero parece ser que el paradigma de la solidaridad no es el baluarte en esta conformación regional, por lo cual los países con problemas deben resolverlos por sus propios medios. Y por el momento es bajo ese condicionamiento que Grecia debe manejar sus opciones, y no son otras que: o la agonía de los ajustes, para de todos modos terminar tarde o temprano en la salida forzosa; o una salida voluntaria del modo más ordenado posible.
Paul Krugman (premio nobel de economía) que antes dudaba de la conveniencia de que Grecia salga del euro, recientemente ha manifestado que esa es la solución, y ha dicho que, teniendo en cuenta las penurias por las que están pasando los griegos, más les vale salirse del euro para al menos tener los beneficios de tal salida, dado que el infierno ya lo tienen ahora.
Pero en realidad, no se trata solamente de que por la imposibilidad de pagar la deuda Grecia caiga en default, y eso conlleve a la salida de la eurozona, al no poder recibir más euros del BCE. O no se trata solamente que Grecia renuncie a pagar su deuda con el hambre de su pueblo, y por esa decisión deba abandonar la eurozona. Se trata además de que precisamente, uno de los principales factores por los que Grecia se endeudó, ha sido por tener una moneda común con otras naciones con las que no puede competir. La salida del euro, independientemente de la situación de la deuda, permitirá que Grecia mejore su balanza comercial, aumente sus exportaciones y potencie aún más el turismo, generando mayores ingresos y empleos.
Podríamos preguntarnos también si para la mejora de la competitividad, no hay otra solución que la salida del euro. Volvemos a lo mismo; si la Eurozona estuviera construida en base a la solidaridad, el rol del BCE debiera ser llevar adelantes políticas expansivas, no solamente para morigerar el endeudamiento de algunos países, sino también para impulsar el desarrollo, y ese desarrollo debiera planificarse en el ámbito de la UE, poniendo la prioridad en la aceleración de los países menos desarrollados. Y debiera ser en ese marco y en esa dinámica que podrían hacerse las correcciones presupuestarias que ayuden a Grecia a disminuir el peso del estado sobre la economía; porque en una economía en desarrollo, es posible ir disminuyendo el empleo público y trasladarlo a la economía privada, sin afectar el nivel de empleo. Entonces, se atacaría el problema desde varios flancos y se podría mejorar la competitividad sin salirse del euro. Pero esa sería una aspiración que no se corresponde con las actuales prioridades de la UE.
En definitiva, desde luego que sería posible resolver el tema del endeudamiento de Grecia sin salirse de la Eurozona. Desde luego que podrían compensarse las asimetrías en el desarrollo, para que la moneda común no descompense la balanza comercial de algunos países. Pero esa posibilidad hoy está muy lejos de las intenciones de la mayor parte de los miembros de la UE, por lo cual la mejor opción que le queda a Grecia, es la salida.
Qué consecuencias tendría el Grexit?
Desde ya que nada será fácil, y cualquier decisión será difícil y traerá problemas por resolver. Pero en la salida del euro habrá una luz al final del túnel, mientras que en el camino de los ajustes crecientes, solo se visualiza el abismo.
Uno de los primeros problemas que tendría el grexit es la presión a la fuga de capitales, de los que ya se fueron 42.000 millones en los últimos 9 meses, y se supone que si Grecia vuelve al dracma habría una estampida, ya que todo el mundo iría a los bancos a sacar sus euros. Esto es cierto, pero para eso existen los mecanismos de control de entrada y salida de divisas que como medida de emergencia se pueden implementar, como han hecho y hacen otros países. Desde luego que de todos modos habrá fuga, y desde luego que habrá quejas y protestas de miles de ahorristas por las restricciones. Habrá turbulencias fuertes los primeros tiempos.
Otro problema a resolver es el logístico, ya que no se trata solamente de una devaluación de una moneda ya existente, sino de acuñar una nueva, hacerla llegar a todos lados, adecuar sistemas y cajeros; una complejidad logística que se dará durante los primeros meses, y los obligará a una transición tortuosa.
Otro conflicto serán las deudas de griegos con griegos y de griegos con el exterior. Internamente los que sean acreedores protestarán bastante porque el que les debía euros ahora les pagará con dracmas, por lo que su crédito se licuará. Y los que tengan deudas con el exterior, o bien tendrán que ahorrar mucho para poder pagarlas, ya que sus ingresos serán en dracmas y sus deudas seguirán en euros, o bien entrarán en cesación de pagos hasta que se recompongan los precios relativos.
Grecia importa muchos productos, incluyendo alimentos y medicamentos, y su balanza comercial es deficitaria, así que con la salida del euro habrá un encarecimiento de los productos importados, y por lo tanto una baja en el poder adquisitivo de la población en relación al resto de la eurozona. Claro que ese empobrecimiento relativo podrá redistribuirse en diversos sectores, según el gobierno maneje su presupuesto en dracmas, asistiendo a los más desprotegidos. A diferencia de la situación actual, en la que quienes van quedando desocupados se llevan la peor parte, la devaluación redistribuirá mejor las cargas, y entre todos tendrán que asumir ese empobrecimiento relativo, hasta que la economía comience a recuperarse y a mejorar, y entonces recompondrán su situación.
Las consecuencias positivas de la salida del euro serán importantes, aunque sus frutos llegarán un tiempo más tarde. Grecia será un país con menores costos relativos, por lo que se potenciará aún más su turismo y la exportación de algunos productos, lo cual implicará una entrada de divisas importante, que ayudará a equilibrar la balanza comercial y estabilizará el tipo de cambio. Habrá más empleos en las áreas vinculadas al turismo y la exportación, y habrá oportunidad de sustituir algunas importaciones.
Como se asume que si Grecia sale del euro es porque también entró en default, entonces tampoco se ocupará por un largo tiempo de su deuda externa, lo cual le traerá problemas de financiamiento externo, y algunos conflictos políticos, pero al menos se habrá cortado la sangría actual, tendrán que vivir con sus propios recursos, pero no tendrán que ajustarse más aún para amortizar deudas impagables. Y desde luego que la soberanía monetaria y en el manejo de su política económica, le permitirán al gobierno adecuar el presupuesto público en función del desarrollo; para lo cual indefectiblemente tendrán que mejorar su sistema tributario y sanear la administración pública.
Podríamos sintetizar diciendo que actualmente los griegos se están empobreciendo paulatina y progresivamente, y la tendencia de seguir así los llevará a estar cada vez peor, y de todos modos no lograrán pagar la deuda, por lo cual tendrán que privatizar todo su patrimonio, y cuando ya no tengan nada caerán en default y saldrán del euro a la fuerza, pero en un estado mucho peor que el actual. Mientras que si se salen del euro ahora, pasarán por un período difícil, pero poco a poco se recuperarán, y luego estarán creciendo de nuevo, recuperando el empleo y el nivel de vida, tal vez no el nivel de vida del que en algún momento disfrutaron algunos gracias el endeudamiento, pero si un nivel mejor que el que tienen ahora con los ajustes.
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