Por: Tamer Sarkis.
Alemania nació demasiado tarde y pronto dio muestras de su retardo de incorporación a la cadena de Potencias. Por lo mismo llegaba tarde a la mesa, donde platos y hasta despojos estaban ya puestos y repartidos. Hasta le costaba sentarse sobre la silla, coja como era de una pata: rezumaba flor de industria mientras renqueaba fracturada en centenas de micro-estructuras territoriales con sus propias normativas mercantiles, administrativas, fiscales, de pesos y medidas, con sus principescas exigencias de consenso para acometer cualquier iniciativa, etc. Por eso, cada X tiempo, a ciclos, Alemania se ponía histérica de impotencia e injusticia. Tiraba del mantel, jodía a los comensales, se volvía mosca cojonera reclamando ecuanimidad inter pares (imperialistas), y, pequeñita como era, la mala leche la tenía, la Alemania… Ya en su Era prehistórica prusiana, en tiempos de Federico, había dado en forjarse un Gobierno sátrapa en Ucrania, pieza que Bismarck apuntalaría y entre cuyos alfiles gustaba, la Germania, de mostrarles los dientes a los Zares, compitiendo con ellos en materia de bizantinos legados (Zar: rusificación de la voz “César”; Kaiser: germanización de la voz “César”. La voz latina original se pronuncia [Qesar]).
Llegó un momento en que las Potencias, carroñeras, y los candidatos a serlo, se pusieron a despedazarse como bestias a la carrera por tomar el fornido pero lánguido cuerpo otomano, en vías de descomposición. Todas las hienas habían olido a turco muerto y el asalto -como a la obediencia de una notificada apertura de Rebajas- dio pie a la celebración de su propia carnicería. Aunque en este revolver el status quo mundial imperialista Alemania no había sido la más loca (y hasta puede decirse que había sido, a fin de cuentas, la más racional: ¿acaso no era ya poseído el Globo por la Bestia del Mar, por llamarla a lo Haushofer?), los germanos iban a tener que pagar la vajilla entera rota por el conjunto de comensales. Eso sin olvidar a la debilucha Italia, genuina “cabeza de turco” en el entuerto, y cuya “victoria mutilada” sentaría bases para futuras identificaciones entre ultrajados.
Prestos a darle sus azotes a la revoltosa, los vencedores retozaron juntos en versallesca orgía, vistiendo traje negro de cuero con púas y blandiendo sádicos el látigo. Por el Tratado de Versalles, la Alemania se quedaba sin la Alsacia y sin la Lorena y además Francia podía violar el Ruhr a discreción con sus prospecciones y sus fábricas, ávidas de Fuerza de Trabajo perdedora a hiper-explotar. La Galia se quedaba también con el tejido minero ya desplegado allí. Esto último es aún más importante de lo que parece, pues el torpedo que los vencedores le lanzaban a Alemania iba directo a su línea de flotación industrial: sin hierro no había acero y, sin acero, industria de base. Sin industria de base no podía haber más que dependencia adquisitiva de maquinaria fabril y por tanto sería el mundo vencedor (vendedor) quien troquelaría la industria alemana en lo concerniente a su composición, fragmentación y límites.
Otro punto consistía en “la pérdida de todas sus colonias de ultramar”; cínica cláusula, en cuanto que Alemania disponía poco más que de reductos mientras que eran precisamente las grandes Potencias de ultramar quienes engrosaban su botín. Alemania se quedaba, así mismo, sin Marina militar, sin ejército con potestad normativa para declarar la guerra, se constituía como puro juguete manoseado por los Maestros de Ceremonias en la recién nacida Sociedad de Naciones, le era proscrita cualquier iniciativa diplomática de alianzas, restaba llena de “deudas” y con sus finanzas empeñadas en las famosas “reparaciones de guerra”.
No importa seguir citando cláusulas ni desarrollar con mayor finura las expuestas. Lo importante es que el lector haya comprendido cuál era la Contradicción Principal entre Alemania y las Potencias en el plano de las relaciones inter-imperialistas: su raíz estribó siempre en la propia Contradicción interna alemana entre (1) potencial económico capitalista y (2) acotación de perímetro político y territorial, y, en tal medida, déficit rentable de condiciones acumulativas de Capital Circulante (materias primas combustibles, vegetales y minerales) que integrar en calidad de Factores de Producción industrial. Al compás de la agudización de esta Contradicción interna, la Contradicción externa también se agudizaba y las “relaciones internacionales” no podían más que ir deteriorándose hasta un grado X de ebullición o conflicto abierto, ya desde tiempos del 2º Imperio francés.
La “solución” interpuesta por el entorno sistémico jamás había sido de tipo integrativo; había estribado siempre en romperle a Alemania los cuatro miembros y la cabeza (destripamiento territorial, militar, productivo, financiero, institucional-gubernamental). Como la “solución” era siempre hacer trizas la economía política y la geopolítica germanas embutiéndolas a ambas en moldes conciliables con las hegemonías constituidas, la Contradicción volvía a estallar con periodicidad, adoptando una fisonomía “cíclica-natural”. La mosca cojonera siempre, como fatal Ley de hierro, remontaba el vuelo y volvía a zumbar. ¿Porqué?: pues porque, en el acto de segar violentamente el eslabón germano respecto de la cadena imperialista, anidaba la propia negación del acto. Se encerraba a la niña dentro de un cuarto asfixiante y oscuro y la niña empezaba arañando las paredes para acabar montándose a la sombra su propia vida de desarrollo hasta -potencia renovada- terminar tumbando el cavernáculo y salir hecha una Furia.
Esta “eterna” retro-alimentación cambia drásticamente al acabar la 2ª guerra mundial, cuyo “ajuste de cuentas” convierte a los Estados Unidos en el único concentrador del juego de hegemonías imperialistas pasadas. El Hegemonismo estadounidense va, por supuesto, a proceder una vez más con la tradicional demolición de las estructuras política y militar alemanas: Alemania pronto queda domesticada bajo la OTAN, no podrá lanzardiscrecional ni unilateralmente operaciones fuera de sus fronteras, tampoco podrá tener iniciativa defensiva más que dentro de su territorio, se la parte en dos mientras Berlín queda dividido en 4 zonas de ocupación, en la ONU no va a pintar nada más que cuando se la requiera de comparsa, se le endosarán otra vez “deudas de reparación”, el arca acumulativa y la sede decisoria del nuevo Deutsche Bank pronto pasará a residir nada menos que en Israel (se trata de un tercer organismo bancario matricial empleador del Deutsche Bank y centralizador de las «indemnizaciones» recaudadas), la OIT, OMC, OCDE… y demás organismos “internacionales” actuarán como mera pantalla del Hegemonismo en materias respectivas, etc. No voy a extenderme en lo ya sabido.
El cambio estratégico operado por el Hegemonismo consiste en que éste, inéditamente y cobrándose el precio de atar a Alemania al vasallaje político de gestión regional sobre Europa, consagra todo un Proyecto de inyecciones financieras a restaurar las bases económicas alemanas en lugar de defenestrarlas, integrando también a los monopolios de Estado germanos en los centros de inversión y bursátiles, así como en la estructura internacional capitalista de división del trabajo. A la pregunta, naive y vulgar, que oímos hasta la náusea, respecto del misterio del “milagro alemán” y de su “pronta re-edificación nacional”, deberemos responder señalando la enormidad del Proyecto yankie para con la postrada:
“En relación a Europa, tú serás mi perro, mi policía político y mi extorsionador territorial en aras de mi reto de concentración de plusvalías, que van a adoptar formen financieras en los vértices neoyorquinos de la Pirámide. Te voy a infectar desde la médula con un arquitrabe de servicios secretos y de Inteligencia que te va a dejar presta a ser mi avanzadilla de Operaciones orientadas a minar el Este y a Rusia, y, si pensaras negarte, con esos mismos dispositivos activados yo te haría estallar a ti misma de inmediato. Pero perra: como yo mismo he obrado tu colosal mutación histórica de mosca cojonera a perra, del suelo europeo hago yo, Graciosamente, tu Reino y tu pipí-can, donde vas a disponer de cargamentos de carnes y de huesitos que roer y que morder y de cuyo tuétano engordar. ¡Oh, Alemania y tus terminales periféricas gobernadas por sendas corporaciones bancarias dependientes, que te entregarán la cabeza de sus países a cambio de crédito!. Alemania: mi perra parásita. Te llamaré Mundo Libre, te llamaré Comunidad, Europa, Occidente, te llamaré Unión”.
Nüremberg fue un juicio militar, mientras los Estados Unidos se dedicaban a importación de cerebros: técnicos, científicos, ingenieros, inventores, estrategas, todos ex-III Reich. Los célebres monopolios alemanes fueron financieramente rearmados y devueltos a funcionar: el carbón, la petroquímica, la industria farmacéutica, los laboratorios, la electrónica y telecomunicaciones, la maquinaria doméstica e industrial, las grandes máquinas de locomoción y de transporte, la investigación tecnológica, la ropa especializada, la metalurgia, la automoción. Desde antes de la guerra uno de los pulmones financieros de su expansión había funcionado desde USA (Rockefeller y su cartel petrolero), así que las transferencias no tuvieron que hacer más que proseguir; se abrió la Bolsa de Frankfurt, se confeccionó un Índice. Potenciándose la concentración productiva en el perímetro alemándentro de un contexto regional de campo imperialista, los Estados Unidos sabían perfectamente lo que hacían. Estaban facilitando a Alemania un futuro monopolio de patentes, de manejo de secreto industrial, tanto como de exportación de derechos de registro hacia países terceros y de operación en esos países. Sólo hacía falta envolver, a todo el recinto, de las estructuras financieras e institucionales consonantes, proceso que iba a materializarse en Tratados sucesivos.
Hoy día, España misma es un producto de aquel (de este) doble juego yankie de contención/domesticación político-militar practicada sobre Alemania a la vez que de su encumbramiento económico. Los conceptos de “Bloque”, de “Unión”, de “neoliberalismo carente de rectorías estatales”, de una abstracta “Europa del Capital” o de una “Alianza inter-imperialista” o “entre Estados capitalistas”, son conceptos todos inaplicables al caso y verosímiles solamente tras ser machacados día y noche por los apologetas directos e indirectos del IV Reich, no importa desde qué extremo del griterío “europeísta”. Más allá de estas risibles apariencias yace una realidad imperial. La realidad alemana y de sus relaciones materiales en los niveles europeo y mundial es el fruto de una concesión habilitante de imperialismo, expedida desde el Hegemonismo estadounidense en relación al primer nivel, a condición de impedir que Alemania «se saliera de madre» en relación al segundo nivel. Deutschland über alles, sí, pero restrictamente al entorno. Alemania será, pues, la primera “vocación imperial” en la historia que se proyecta en sentido no centrífugo, sino centrípeto, acotada al Viejo Continente. Apenas si puede expandirse ni dilatarse ni filtrarse allende los Mares; por más que las disidencias latinoamericanas le hayan abierto ciertas puertas de inversión, en Ecuador o en Brasil, antes vedadas por los Jefes, Alemania no se dejará asomar más de lo permisible por la tolerancia yankie, pues ella no está dispuesta a perder su Reino (su “nicho ecológico”) por un caballo ni por una aventura.
Alemania no deja de concentrarse, reconcentrarse y densificarse, premiada y a la vez desterrada a su intramuros continental-mediterráneo. Hitler y su imperialismo ya se habían revelado bizarramente centrípetos por imperativo de circunstancias; el Mundo-despensa estaba ya demasiado conquistado. Quedaba el Este y el entorno. La ideología del Lebensraum parte, pragmática, de hechos consumados. El Hegemonismo no haría más que poner el Lebensraum teutón a orbitar alrededor de su propio democranazismo impositor, aquí y allá, de “la raza de los Señores”, no siempre rubicunda ni sonrosada. Raza no racial, compuesta por millones de distróficos y tolerantes espectadores predadores; con el culo aposentado sobre parias ruinas sangrantes que divierten, molestan, atemorizan, excitan, enternecen u ocasionalmente apenan. Dualismo de razas antagónicas bajo un democranazismo-Mundo.
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