Por: Alejandro Torres Rivera
El pasado domingo se efectuaron dos importantes elecciones en América del Sur. En el primer caso, Brasil asistió a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales donde la incumbente, Dilma Roussef por el Partido de los Trabajadores de Brasil, se enfrentó al candidato neoliberal del Partido Social Demócrata de Brasil, Aecio Neves. En los comicios efectuados en la primera vuelta, Roussef había obtenido el 42% de los votos frente a Aecio Neves que obtuvo el 34% de los votos, quedando en tercer lugar la candidata del Partido Socialista, Marina Silva con un 21% de los votos.
En el caso de la República Oriental del Uruguay, se llevaron a cabo elecciones donde el Frente Amplio, bajo la candidatura a la presidencia del Dr. Tabaré Vázquez, obtuvo el 47.9% de los votos frente al candidato del Partido Nacional, Luis Alberto Lacalle Pou, quien obtuvo el 30.9% de los votos. En estos comicios, otras agrupaciones obtuvieron un número menor de votos, lo que las elimina de una segunda vuelta. En estas agrupaciones se incluyen el Partido Colorado con un 12.9% de los votos y el Partido Independiente, con 3%. Otras dos agrupaciones obtuvieron un número ínfimos de votos.
El candidato del Frente Amplio, si bien obtuvo una clara victoria sobre su más cercano rival, no alcanzó la mayoría absoluta necesaria para validar la victoria a la presidencia en una primera vuelta.
Cuando nos expresamos hace algunas semanas sobre el resultado de la primera vuelta en las elecciones de Brasil, la segunda vuelta se perfilaba como una elección cerrada dada la incertidumbre en torno hacia dónde giraría el voto de los electores que favorecieron al partido de Marina Silva en la primera vuelta. Causaba suma preocupación las expresiones de algunos directivos vinculados con el Partido Socialista de Marina Silva en las cuales llamaban a respaldar en la segunda vuelta al candidato de la socialdemocracia neoliberal. A este llamado también se sumó la ex candidata Marina Silva.
Si bien la diferencia en votos entre Roussef y Neves en la primera vuelta era de 42 millones de votos de la primera frente a casi 35 millones de votos del segundo, el total de votos acumulados por la candidata del Partido Socialista de 22 millones de votos, podía hacer la diferencia. Si los pronósticos de algunos analistas era correcto, a los fines de que el 60% del voto por Marina Silva podría desplazarse hacia Neves en la segunda vuelta, ciertamente la posibilidad del triunfo del Partido Social Demócrata de Brasil no era imposible en la nueva consulta electoral.
La estrategia seguida por el Partido de los Trabajadores de Brasil de ir a las bases populares del país a defender la continuación de su programa de transformación social, resultó acertada. De cara a las elecciones, el PT había serias críticas a su gestión por parte de aquellos que en un origen le llevaron al triunfo con su candidato Inacio Lula Da Silva. No obstante, frente a la opción neoliberal del regreso al pasado enterrando los avances alcanzados en la pasada década en la lucha contra la pobreza, contra la marginación; la inversión en la educación, la salud y en el mejoramiento de los salarios; junto con la lucha contra el narcotráfico y el contrabando, los controles inflacionarios y el crecimiento del PIB, por solo mencionar algunos aspectos positivos del gobierno del PT; todo esto convocó a millones de brasileños, militantes del Partido de los Trabajadores, a que aceptaron el reto y se lanzaron a las calles, a los poblados, los centros de trabajo y las comunidades a defender las conquistas alcanzadas.
Todo apunta a que la reflexión formulada por el sacerdote Frei Betto de ¨temo al retroceso, y en esta coyuntura, no cambio lo conocido por lo desconocido¨, logró calar en la conciencia del pueblo brasileño.
El resultado de las elecciones en la segunda vuelta reflejó un 51.45% de los votos a favor de la candidata del PT, frente a su rival de PSDB, que obtuvo el 48.55% de los votos. El triunfo de Dilma Roussef, sin embargo, no debemos extrapolarlo como un triunfo donde el electorado brasileño se definió abrumadoramente por el programa del PT. En el contexto de las elecciones legislativas y de las gobernaciones de los diferentes estados del Brasil, la derecha y los sectores fundamentalistas religiosos obtuvieron importantes avances. Éstos son lo suficientemente decisivos como para frenar de alguna manera el proceso de implantación de la consulta propuesta por la presidenta Roussef, de aprobar legislación para la convocatoria a una Asamblea Constituyente desde la cual se logre la reestructuración el Estado brasileño, el cual aún arrastra rémoras del período de la Dictadura Militar. Tales cambios, ha indicado el programa del PT, son necesarios para lograr profundizar las transformaciones necesarias en Brasil.
Nos dice Aram Aharomian que el triunfo de la presidenta Roussef en estas elecciones no debemos analizarlo fuera del contexto regional. A tales efectos, nos indica la importancia que el mismo reviste cuando tomamos en consideración la contundente victoria de Evo Morales en las recientes elecciones en Bolivia, el número de votos obtenidos por Tabaré Vázquez en Uruguay en una primera vuelta, y añadiríamos nosotros, la continuidad de la Revolución Bolivariana en Venezuela. La importancia del triunfo de Roussef tiene también un importante significado a la luz el papel que hoy juega Brasil en el conjunto de países que conformar el Mercosur, particularmente con Argentina y Venezuela, y sus aportaciones y compromisos con el desarrollo de otros países de América Latina y el Caribe, particularmente sus compromisos financieros con Cuba.
Es de esperar que en este nuevo mandato, el Partido de los Trabajadores de Brasil ponga su oído en tierra, prestando atención a los señalamientos críticos que en el pasado se han hecho demandando una mayor ampliación de sus política sociales y económicas hacia sectores que aún aguardan por los cambios y transformaciones sociales prometidas. Los próximos cuatro años, en consecuencia, serán años críticos para el proyecto histórico que impulsa el PT y como parte del mismo, las organizaciones que han respaldado a su candidata como presidenta para un nuevo término.
En el caso de Uruguay, como también anticipáramos, será necesario acudir a una segunda vuelta dado que el candidato del Frente Amplio, a pesar de contar con una clara mayoría sobre su más cercano opositor, no logró el cincuenta por ciento más uno de los votos necesarios para prevalecer en la primera vuelta. En Uruguay, sin embargo, a diferencia del Brasil, el Frente Amplio logró la mayoría en las cámaras legislativas (30 senadores y 99 diputados), lo que le permitirá, si el Dr. Tabaré Vázquez gana la presidencia en la segunda vuelta, mayores opciones para el desarrollo e implantación del programa del FA en Uruguay.
En estas elecciones, además, se sometió a consulta popular mediante referéndum, resultante de un proceso de recolección de firmas para su convocatoria promovido por el Partido Colorado, reducir la edad para la responsabilidad penal de 18 años a 16 años. La consulta, sin embargo, no fue ratificada por la mayoría de los electores, teniendo el NO el 53% de los votos y el SI el 46.9% de los votos.
En Uruguay existe una clara tendencia de los sectores de derecha de unificarse de cara a una segunda vuelta electoral cerrando filas entre ellos. En este caso, el más cercano rival del FA después del Partido Nacional, es el Partido Colorado, que obtuvo en estas elecciones un total de 16.1% de los votos. El Partido Nacional, también conocido como el Partido Blanco, junto con el Partido Colorado, representan los partidos de la oligarquía uruguaya, los cuales vivieron en alternancia política del poder durante muchas décadas. Se trata de partidos que, aún con sus discrepancias, fueron sostenes de la Dictadura Militar, promotores del proyecto neoliberal en el país, por lo que deberíamos esperar esfuerzos entre estas dos agrupaciones con miras a procurar la derrota del Frente Amplio en la segunda vuelta. Sobre el particular ya se ha expresado el candidato del Partido Nacional al indicar que irá tras ese compromiso con el Partido Colorado.
Como señaláramos en un escrito anterior, en estas elecciones concurrieron a las urnas cerca de 250 mil nuevos electores, en su mayoría jóvenes que no vivieron los horrores de la Dictadura. Se trata de una masa electoral crítica que puede ser el fiel de la balanza en el resultado de las votaciones en la segunda vuelta. Hacia ellos cada una de las fuerzas políticas hará sus mayores esfuerzos en pro de la captación de ese voto joven. El Frente Amplio tiene la posibilidad, tomando como base la experiencia del Partido de los Trabajadores de Brasil en la pasada segunda vuelta electoral, de lanzarse a las calles, barrios, comunidades, centros de trabajo, etc. a defender lo que han sido sus conquistas de las pasadas elecciones, pidiendo y recabando el voto de los uruguayos para profundizar los cambios y transformaciones que hoy vive el país.
No es la primera vez que el Frente Amplio enfrenta la opción de tener que ir a una segunda vuelta. Así ocurrió en las pasadas elecciones de 2009, donde al final del camino, resultó electo el presidente saliente José (Pepe) Mújica. En aquel momento Mújica obtuvo en la primera vuelta obtuvo el 47.96% de los votos emitidos, porciento similar al obtenido en las recientes elecciones por Tabaré Vázquez.
La segunda vuelta electoral en la República Oriental del Uruguay está pautada para el próximo 30 de noviembre. Con un programa de gobierno como el del Frente Amplio, que ha demostrado su capacidad para desarrollar importantes avances sociales en Uruguay reduciendo la pobreza en una década para 900 mil personas, reduciendo el desempleo a un 6%, logrando un crecimiento económico promedio estimado en 5.5% y con una ampliación sin precedentes de la alfabetización, escolaridad, mejoramiento en las viviendas y condiciones de salud de la población, tiene todas las posibilidades de revalidar en su mandato. Es de esperar que la experiencia del año 2009 pueda repetirse y que en esta próxima segunda vuelta, el candidato del Frente Amplio, quien en las elecciones de 2005 fue electo a la presidencia en una primera vuelta, revalide en el triunfo de dicha agrupación obteniendo la presidencia de la República por un término adicional de cinco años.
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