Slobodan Antonić
24 de marzo, 2014
semanario serbio
Traducción: Milica Panić (gracias)
Porque tenemos que recordar
Con el motivo del 15 aniversario de la agresión de la OTAN contra Serbia, volvemos a publicar un texto ya publicado anteriormente. Nada que añadir, nada que quitar.
En estos días se cumplen diez (ahora ya quince) años desde los ataques de la OTAN contra Serbia. Una parte de nuestra opinión pública, sobre todo la que presume de ser “la otra Serbia”, intentará ignorar este vergonzoso aniversario (vergonzoso para sus amigos de Washington y Bruselas, por supuesto). La otra parte de la opinión pública, aquella “proeuropea, pero patriótica”, estará un poco incómoda. Algo habrá que decir pero no sabrán con certeza el qué. Finalmente, para éstos también se impondrá la factografía y la conclusión que “todos juntos, en cuanto Serbia se convierta en miembro de la UE, olvidaremos estos hechos desagradables” (pero recordaremos eternamente Srebrenica y Vukovar, por supuesto). Sin embargo, una tercera parte de la opinión pública serbia, la que está acostumbrada a pensar con su propia cabeza y no teme querer a su propio país, debería recordar al menos tres cosas: la buena actuación de nuestro ejército, el carácter terrorista de los bombardeos de la OTAN y el vergonzoso comportamiento de los medios occidentales.
Buena actuación de nuestro ejercito
En el año 1999, Serbia luchó contra el país más potente del mundo y sus numerosos aliados. Serbia fue atacada por EE.UU, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Canadá, Italia, España, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Turquía, Noruega, Portugal, Islandia, Grecia, Luxemburgo, Polonia, República Checa y Hungría. A estos países-agresores ayudaron los países-cómplices: Rumanía, Bulgaria, Macedonia, Albania, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina y Eslovaquia. Los países que nos atacaron directamente fueron 228 veces más grandes que Serbia, tenían la población 67 veces más numerosa y fueron 518 veces más ricas que Serbia. Esto fue, posiblemente, después del ataque de los persas a Helada, el enfrentamiento bélico más desigualado de la historia.
Los estadounidenses pensaban, según el historiógrafo semioficial de la OTAN, Michael Ignatieff, que “los bombardeos pararían después de dos días” , o sea, que Serbia después de dos días ya sacaría la bandera blanca. Madeleine Albright, entonces Secretaria de Estado, aseguraba que Serbia “se rendiría como cualquier acosador en el patio del colegio después de dos o tres bofetadas” . Esta seguridad en una victoria rápida venía sobre todo de la clarísima superioridad militar de la OTAN. A bombardear Serbia salieron 371 aviones (210 de EE.UU.), algunos de ellos, lo último en tecnología (como el bombardero B2, invisible para los radares). Por tan acusada supremacía de los atacantes, Serbia tuvo que dejar sus aviones en refugios subterráneos y se defendió exclusivamente con los misiles antiaéreos (Neva y Vojin). Estos eran productos de la tecnología soviética de los años setenta y los manejaban los inexpertos, reclutas novatos o reservistas. ¿Qué podían hacer ellos en combate contra “el sistema más moderno estadounidense de navegación precisa”?, se preguntaban, como cita Ignatieff, los cabecillas de la OTAN.
Segundo, la OTAN disponía de prácticamente toda la información de inteligencia sobre el ejército serbio. A través de los antiguos oficiales de la JNA (Ejército Popular Yugoslavo), ahora miembros de los ejércitos aliados de Croacia, Eslovenia o Bosnia, la OTAN estaba al tanto de la distribución exacta de los sistemas subterráneos de radares y misiles, de los almacenes de combustible, hangares de los aeropuertos, edificios militares y refugios. Aparte de esto, gracias a los Acuerdos de Dayton (1995) y al Tratado sobre la limitación subregional de armamento (Florencia, 1997), la OTAN obtuvo el derecho de poder acceder a los informes sobre el armamento y la composición de las tropas del ejército serbio. Si a todo esto añadimos la detallada y prolongada observación desde el aire y los satélites, se puede decir que la OTAN conocía perfectamente la distribución y la composición del ejército serbio.
Sin embargo, al mismo principio se podía ver que el ejército serbio era un hueso duro de roer. Durante los bombardeos fueron alcanzados numerosos almacenes de combustible y munición. No obstante, se salvó un número considerable de ellos, escondidos en diferentes lugares. Fueron alcanzados numerosos edificios y cuarteles militares. No obstante, hacía tiempo que allí ya no había soldados. Bombardearon numerosos centros de radar y de comando. Pero éstos estaban demasiado bien enterrados como para ser destruidos. Los refugios militares, construidos en los tiempos de Tito, resultaron ser buena protección, igual que resultó la vieja estrategia del Mariscal de esquivar y engañar al más potente agresor. Los pilotos de Clark (Wesley Clark fue el Comandante Supremo de la OTAN en el ataque a Serbia) estaban frustrados por su incapacidad de alcanzar a las fuerzas serbias en el campo. Los serbios demostraron ser expertos en camuflaje, engaño y uso de cebo. Construían puentes falsos y sobre los colores verdaderos pintaban con los de camuflaje, que absorbían el calor para engañar a los radares. “Los pilotos disparan a una meta pensando que se trata de un tanque, y resulta que es un cebo de goma hinchable que se va desinflando como un globo”, escribe sobre ello Michael Ignatieff.
En general, el proceder del Ejército de Yugoslavia en esta guerra fue extraordinario. A finales de la guerra (el 2 de junio), la OTAN presumía de haber matado “a más de 10.000 soldados serbios”. Ese número, sin embargo, fue considerablemente menor, y comprendía exactamente 546 soldados y 138 policías. La OTAN principalmente pretendía destruir las unidades blindadas, y sobre todo en Kosovo. Clark se jactaba de haber destruido 93 tanques y 153 transportadores blindados, y también de haber eliminado algunas unidades blindadas. Se ridiculizaban las afirmaciones serbias según las que en Kosovo fueron perdidos solamente 13 tanques y 6 transportadores (la mayoría por los ataques guerrilleros de ELK, y no por el éxito de los aviones estadounidenses). Sin embargo, cuando terminó la guerra y empezó la retirada de del ejército serbio de Kosovo, emergieron “por lo menos 220 tanques y más de 300 transportadores blindados” (AFP, 2 de julio de 1999 ). En todo Kosovo, según los informes de la misma OTAN, fueron encontrados los restos de solamente “26 tanques o piezas de artillería autopropulsada” . Y en Paštrik, donde supuestamente fue destruida la entera Brigada de Prizren, entre el fuego cruzado de la aviación de la OTAN y la infantería de ELK, ¡no encontraron nada! “La amarga verdad”, se lamentaba luego Ignatieff en su libro lleno de elogios a Clark y Holbrooke, “es que la potencia aérea más grande del mundo no pudo destruir las tropas de Milošević en tierra” .
La defensa aérea de Serbia también luchó de una manera admirable contra el agresor monstruosamente fuerte. Ya el tercer día de los bombardeos, sobre el pueblo Buđanovci en Srem, fue derribado uno de los aviones “invisibles”, el cazador de tecnología stealth F-117A. Este hecho animó mucho a los antiaéreos serbios, que sacaban el mejor partido posible de sus armas obsoletas. Siguiendo las experiencias de Irak, constantemente cambiaban de sitio a los lanzadores de raquetas, siempre alerta a no encender los radares más de unos segundos, y con fuego denso de pequeños cañones de 20-40 milímetros de calibre y con raquetas antiaéreas disparadas de hombro, no permitían a los bombarderos de la OTAN bajar muy por debajo de de una altura de 4,5 kilómetros. Así fue derribado también el F-16CG, que resultó ser un avión de comando de la escuadra 555 de Aviano (la base de la OTAN en Italia de donde salían casi todos los aviones que bombardearon Yugoslavia).
Los líderes de la OTAN justificaban estos éxitos de nuestros antiaéreos con historias de “traidores y espías serbios”. “En las colinas cerca de Aviano”, nos transmite esas historias Ignatieff, “los radioaficionados yugoslavos escuchaban los despegues de los aviones a través de las radios e informaban a Belgrado sobre las rutas de los ataques próximos a través de los teléfonos móviles.” Asimismo, según esas afirmaciones, del Estado Mayor de la Otan de Bruselas había soplos de inteligencia a Belgrado . Cinco meses antes de los ataques a Serbia fue detenido el Mayor Pierre Bunel, el Ayudante del delegado francés en el Estado Mayor de la OTAN (Bruselas). El Mayor Bunel fue acusado de haber pasado información sobre las metas posibles del bombardeo de la OTAN en Serbia, por “sentimientos proserbios”. Pero estos aislados éxitos de los servicios de inteligencia serbios fueron intencionadamente inflados posteriormente para justificar los fracasos de los generales de la OTAN.
El carácter terrorista de los bombardeos de la OTAN
Wesley Clark y otros cabecillas de la OTAN tuvieron que reconocer que los bombardeos de la OTAN en el sentido estrictamente militar no causaron daños importantes al ejército serbio. Por eso decidieron pasar del bombardeo militar a la destrucción terrorista de la población e infraestructuras civiles. Clark continuamente pedía nuevos aviones y buscaba nuevos objetivos. El número de aviones fue triplicado (a 1.200), así que, durante la segunda fase de la campaña aérea, Serbia fue bombardeada por hasta 44% de los aviones disponibles de la OTAN- más que Irak durante la Guerra del Golfo. El listado de posibles metas también fue ampliado. Fueron bombardeados los puentes, tanto los de carretera como ferroviarios, así que 37 de ellos fueron destruidos o dañados. Jacques Chirac declaró para BBC que Belgrado “debería agradecer a él el hecho de tener todavía puentes sobre Danubio” . Sin reparo bombardearon incluso hospitales y colegios, con la excusa de que allí se encontraban los soldados serbios. Esta fue la más flagrante violación del Convenio de Ginebra (Protocolo 1, capítulo 1, artículo 51) . Las bombas fueron lanzadas por todas partes sin importar mucho las víctimas entre la población. Así fueron alcanzadas 7.643 casas, 300 colegios, 53 hospitales y 50 iglesias y monumentos.
Especialmente fatales para la población civil fueron las bombas de racimo. Fueron lanzadas, por ejemplo, el día 7 de mayo de 1999, por todo el centro de Niš, por el espacio entero entre los dos puentes sobre el río Nišava, el mercado y la estación de autobuses. In situ murieron 15 personas, y al menos 70 fueron heridos. Las heridas eran numerosas y graves, como en el caso de Slađana Anđelković de once años, que tuvo más de veinte heridas graves. De ese modo, en lugar de los bombardeos con «precisión quirúrgica”, Serbia se enfrentó a amputaciones quirúrgicamente precisas en mujeres y niños. Según el reconocimiento de la propia OTAN, solamente en Kosovo fueron tiradas más de 1.100 bombas de racimo. La muerte segó muchas personas inocentes por Serbia. Fueron asesinados 504 civiles, y uno de cada seis fue un niño (se cuentan 88 de ellos).
“Si no tenemos estómago para daños colaterales”, decía el General Michael Short, comandante de las fuerzas aéreas de la OTAN, “y no tenemos estómago para las víctimas accidentales entre los civiles, entonces dejaremos de existir como Alianza” . Por ese motivo, al final recurrieron a los bombardeos terroristas de instalaciones para la producción de electricidad y distribución del agua. Por primera vez “cortaron la luz a Serbia” el 2 de mayo. Ese día tiraron bombas de grafito sobre las instalaciones eléctricas en Niš, Kragujevac i Novi Sad. Al día siguiente, 3 de mayo, fue atacada la Central Hidroeléctrica de Bajna Bašta, y el 7 de mayo, otra vez Obrenovac y Belgrado. En total, durante el mes de mayo, ocho veces “cortaron la luz a Serbia” . También bombardearon las centrales térmicas y estaciones de bombeo. Las instalaciones de producción de agua potable en Sremska Mitrovica fueron bombardeadas los días 22 y 23 de mayo. A finales de la guerra, solamente una tercera parte de belgradenses tenía agua de grifo y las reservas de agua potable disminuyeron a una décima parte de la necesaria.
El General Michael Short hablaba abiertamente sobre sus intenciones de producir sufrimiento entre la población serbia. “La gente de Belgrado también tiene que sufrir”, fue el título de su entrevista en New York Times (14 de mayo de 1999). “No hay luz para vuestras neveras, no hay gas para vuestras cocinas, no podéis ir a trabajar porque el puente está derribado” . Ese fue el verdadero programa del General de la OTAN- destruir las neveras serbias, destruir las cocinas serbias, cortar la luz y el agua a los serbios… Heroico, ¡no cabe duda!
Demonización de los serbios en los medios occidentales
Short se podía permitir ser tan heladamente abierto solamente porque en los ojos del público occidental los serbios ya estaban tan demonizados que no se les consideraba seres humanos. Serbia ya estaba calumniada hasta tal punto que Wesley Clark y Michael Short podían destruirla a sus anchas, sin que nadie se lo reprochase. En ese triste negocio de azuzamiento tomaron parte casi todos los representantes de la élite occidental. Primero los políticos, como Clinton, creaban una imagen de Serbia como “el corazón de tinieblas europeas, la región de mezquitas bombardeadas, hombres y niños asesinados, jóvenes violadas, huellas de historia individual o colectiva, reescrita o borrada” . El 19 de abril, el Departamento de Estado de EE.UU. dio una estimación oficial de 500.000 albaneses desaparecidos en Kosovo, “por los que se teme que hayan muerto”. Un mes más tarde, el Ministro de Defensa estadounidense, William Cohen, declaró a la cadena CBS que “desaparecieron” sobre 100.000 hombres aptos para el ejército, y que ¡“es posible que hayan sido asesinados”! Y el Secretario General de la OTAN, Javier Solana, dijo para BBC que en Kosovo “ya no se pueden ver hombres de entre 30 y 60 años. Eso será aclarado cuando entremos en Kosovo, y probablemente veremos hechos tan dramáticos que ni siquiera podemos imaginar” . ¡Qué mentiras más abiertas, desvergonzadas, repugnantes..!
En esa vergonzosa propaganda de odio participaron también los periodistas rasos. No les bastaba con los crímenes que se inventaban los propagandistas de la OTAN, sino creaban sus propias mentiras originales. Así Rebecca Chamberlain y David E. Powell, periodistas de Philadelphia Inquirer, publicaron el 25 de mayo un artículo titulado “El sistema serbio de violación”. En ese artículo se les informaba a los lectores americanos que los serbios, para atemorizar aún más a los albaneses, empezaron unas “violaciones masivas en las plazas de los pueblos”. A los habitantes albaneses de los pueblos, según estos periodistas, ¡“se les reunía a fuerza para que observaran ese acontecimiento espeluznante”, para “incitarles a huir voluntariamente”! Los editores de periódicos conocidos, como The Sun, ponían a sus artículos titulares como “¡Disparadles como a los perros!”. Siendo “perros”, los serbios, por supuesto.
Columnistas más serios de diarios distinguidos, como William Pfaff de International Herald Tribune (31/05/1999), también escribían que los serbios tenían que ser castigados como pueblo y que toda la población debería sufrir: “Son los votantes serbios los que mantuvieron a Slobodan Milošević en poder durante la última década. No está claro por qué deberíamos ahorrarles el sufrimiento que él ha causado a sus vecinos”. El columnista Thomas L. Friedman, “uno de los intelectuales líderes del Times” , también escribía: “Estamos en guerra con la nación serbia y todo el que esté paseando por Belgrado debería entenderlo (…) ¡Dad una oportunidad a la guerra! (…) ¿Queréis los años 50? Os los daremos. ¿Queréis el 1389 ? También podemos crear el 1389.”
Allí estaban también, por supuesto, numerosos intelectuales “liberales”. Cuanto más se pronunciaban a favor de la guerra y de los asesinatos, más se sentían “liberales”. Lo que unía a todos sus escritos era-como en Susan Sontag- la satisfacción de ver a los serbios “finalmente vivir la pequeña parte del sufrimiento del que Miloševiæ ha causado a otros pueblos” (The New York Times, 3 de mayo de 1999). A principios de la guerra, Madeleine Albright se dirigió al pueblo serbio para asegurarles que la OTAN iba contra Milošević y que “no tiene nada en contra del pueblo serbio”. ¡Pero no!, vociferaba Slavoj Žižek, el occidente está y debe estar en guerra con los serbios. “Es un hecho triste que el agresivo nacionalismo serbio cuenta con el apoyo de la mayoría de la población”, escribía, y que los serbios “con un placer obsceno se dejan manipular”. Y por eso, dice Žižek, «precisamente como un hombre de izquierdas, a la pregunta: bombas sí o no, yo contesto ’todavía no hay bombas suficientes y han llegado tarde’.“ «La gran mayoría de los serbios“, asimismo daba su opinión experta Daniel Goldhagen, el autor de un libro renombrado sobre la complicidad del pueblo aleman en los crimenes nazis, «esta bajo la influencia de una especie maligna de nacionalismo“. «La mayor parte del pueblo serbio que no se opone a la política eliminacionista de Milošević e incluso la apoya, se ha hecho incompetente legal y moralmente para llevar sus propios asuntos.” Por eso Goldhagen propone que “su país debe ser puesto bajo control” (es decir, ocupado) y “a los que apoyaban a los criminales, que es un alto porcentaje de la población serbia, hay que obligarles a comprender sus errores” (es decir, a la mayoría de los ciudadanos de Serbia el nuevo gobierno ocupacionalista debería lavarles el cerebro).
La llamada de Goldhagen a la guerra total con Serbia y su ocupación fue realmente bien acogida en la opinión pública occidental. Eso se puede ver por ejemplo en el artículo de Blaine Harden “¿Qué Haría Falta para Limpiar Serbia?” (“What Would it Take to Cleanse Serbia”, The New York Times, 9 de mayo 1999). Harden nombra como mejor testigo de la irremediabilidad de Serbia a Sonja Biserko, que justamente durante esos días visitó a Madeleine Albright y “le exhortaba que tomara en consideración la ocupación como medida posible”. A continuación, Harden transmite detalladamente la opinión de Sonja Biserko sobre Serbia, expuesta el 22 de abril en IWPR’s Balkan Crisis Report: “Impulsada por una propaganda salvaje y un bandidismo criminal creciente”, dice allí Sonja Biserko, “Serbia ha emprendido un camino sin retorno. (…) Después de una década entera de políticas fracasadas en los Balcanes, es de suma importancia que los Estados Unidos y las democracias europeas articulen una visión a largo plazo para la región entera. Eso tiene que empezar por la denacificación de Serbia. (…) El Occidente podría polemizar sobre las fuerzas terrestres en Kosovo. No obstante, es un hecho real que, a largo plazo, las fuerzas internacionales serán necesarias en Serbia.” Es una invitación abierta por parte de Sonja Biserko a la ocupación militar de Serbia y su sumisión.
Moraleja
Sí, esas tres cosas- la buena actuación de nuestro ejército, el carácter terrorista de los bombardeos de la OTAN y el vergonzoso comportamiento de los medios- cada ciudadano pensante de este país debería recordar. Intentarán desviar nuestra atención, en estas fechas, cuando se cumplen diez años de sus crímenes, hacia otras cosas. Como a un niño de dos años, nos intentarán engañar con un juguete, para que nos olvidemos de su verdadera cara, falsa y deformada. Nos hablarán de “la nueva era que empieza con Obama”, nos hablarán de “los esfuerzos de la comunidad internacional de superar la crisis económica global”, incluso nos darán lecciones sobre el campo de concentración en Staro sajmište, y sobre como “Serbia se olvidó conscientemente” de ese campo, porque “no quiere acordarse de que fue el segundo país que limpió su territorio de judíos”. (¡Como si Serbia entonces no hubiera sido ocupada, como si en Serbia entonces no hubieran gobernado los gauleiter del nuevo orden mundial y de una Europa unida!) Nos hablarán de todo. No nos hablarán únicamente de ese marzo, hace diez años, de ese abril y mayo de 1999, cuando, “por nuestro propio bien”, y “como nuestros verdaderos amigos”, nos inundaron con toneladas de bombas de uranio empobrecido (por el que hoy en día en Serbia, un 40% más de personas padece de cáncer que antes del 1999).
Sin embargo, cuanto más ellos intenten que olvidemos algo, tanto más nosotros tenemos que intentar recordar. Recordemos el nombre del piloto Milenko Pavlović, comandante del 204 Regimiento Aéreo de Cazadores, que se hartó de mirar las orgías de los aviones OTAN sobre Valjevo, así que subió a su MIG29, el 4 de mayo, y solo se enfrentó a cuatro bombarderos de la OTAN. Recordemos los nombres de Marko Simić, un niño de dos años, de Bojana Tošović de once meses, de Milica Rakić de tres años, de Branimir Stanijanović de seis años, de Dejana Pavlović de cinco años, o cualquier otro nombre de todos aquellos niños perecidos bajo los bombarderos de la OTAN. Recordemos también los nombres de Wesley Clark, Michael Short y el resto de los generales-asesinos, los que, aquella primavera, “con misericordia” nos liberaban de las vidas de nuestros hijos y de nuestros hogares. Recordemos los nombres de los que, en aquellas fechas, clamaban histéricamente la ocupación de Serbia y el lavado de nuestros cerebros de todo pensamiento libre y de toda noción de verdad y justicia.
Tenemos que recordar. Porque nuestros “amigos” siguen aquí. Con un ardiente deseo de seguir “liberando” y “haciéndonos felices”. Ellos tienen más dinero y más armas. Pero nosotros debemos tener más cabeza. Debemos pensar mejor y recordar más que ellos. En el combate con armas y dinero ellos ganaron. Pero, en el combate de recordar, ¡la victoria tiene que ser nuestra!
original NSPM.
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