Tamer Sarkis Fernández
20 de enero, 2014
David Ben Gurion, uno de los “padres fundadores” del Estado de Israel, advertía del llamado “odio gentil”. Desaliñándole el proverbial victimismo, Ben Gurion se refería a que las sociedades civiles “occidentales” no eran, a pesar de espectáculos, fans eternas de Israel. El nuevo Estado no podía fiarse a simpatías tornadizas, debiendo asegurarse, en cambio, profesión de amor a través del temor a terceros en discordia. Hábil conjunción de eso que en Maquiavelo fueron aún antinomias (ser temido, ser amado). Para Israel, ser o no ser. Ben Gurion –y hacía bien- no creía en filias de mil años hacia los electi.
Y quizás vio también que, más allá de poblaciones, de ejércitos y de gobiernos y parlamentos coyunturales, pudieran ser fracciones poderosas enteras entre los sionistas “occidentales” –los que reinan; los de NY, California, Washington y la City- quienes se cansaran un día de su criatura. A las fracciones en uno u otro grado laicas y pragmáticas, cada vez les importa menos el color del gato, y cada vez más el hecho de que cace ratones. ¿Gran Israel?, ¿pequeño Israel?, ¿fronteras fijas?, ¿judaísmo?, ¿islamismo?, ¿hermandad musulmana?, ¿Hamas?, ¿Jerusalén?. Dominio económico-político sionista sobre la totalidad del “Eretz Israel” (desde Egipto a las fronteras iraníes), sí, claro. Pero tanto más sublime y ligera la idea supremacista cuanto tienda a desmaterializarse siquiera parcialmente de su “lastre corporal”, peso muerto para muchos ya, y vuele a poseerlo e “israelizarlo” todo. Efectividad de Bomba H: deja intacta la diferencia morfológica de cada localización territorial sometida. Así, de paso, la Idea se auto-desodoriza: no hay expansionismo político-territorial clásico, con sus banderitas, kibbutzim y kipás. Sino un meta-Sión. Un Sión metafísico inodoro, incoloro, insaboro, perfectamente “arabizado”, como esas aguas del Nilo y del Tigris que enmarcan la bandera israelí.
El sionismo atlántico no se casa con nadie. La que era una sociedad parasitaria bien cebada por el dinero yankie, queda peor atendida desde el estallido de la crisis de sobre-capitales y en consecuencia financiera. No hay ya tanto $ (o hay más, pero vale mucho menos) para paraísos artificiales. Muchos, faltos de apego por una tierra que saben ajena, hacen las maletas y se van. Mientras Israel se empantana en una crisis-reflejo de ésa que afecta al núcleo directriz de su Bloque de pertenencia, Qatar, Dubai, los Emiratos…, se meriendan las Bolsas internacionales de valores. Inversiones sionistas –y las inversiones israelíes sin ir más lejos- proliferan en otras latitudes, como el Golfo.
El sionismo despierta de su viejo sueño: con arreglo a la mera demografía, una extensificación político-estatal clásica israelí jamás fue muy realista después de todo. En lo militar, la Tsahal se ha vuelto vulnerable frente a la Resistencia árabe, demostrado por Hezbu Allah en Líbano. No digamos ya frente a Irán. El punto de inflexión en la correlación de fuerzas, puede marcarlo un Egipto recobrante de dignidad. Localizar y concentrar en el interior de Israel a sectores de la oligarquía financiera y monopolista del sionismo, significa concentrar su vulnerabilidad física. “Renovarse o morir”. En inversión freudiana, “Matar al hijo”, tal y como Abraham se disponía a Sacrificar a Isaac.
A sectores crecientes del sionismo foráneo les molesta relativamente su propia entidad: de no haber un campo de concentración por cuyas fuerzas productivas, capitales, simbología y rebaño tener que velar, OTAN y marines camparían con más soltura invadiendo y pillando en ésa que pretenden “su zona por derecho” medio-oriental. Es verdad que Israel anima el belicismo sionista, pero también lo frena y lo limita, porque el sionismo teme acabar provocándose un reverso destructor en aquellos valores capitalistas acumulados y ultra-condensados en el micro-territorio. Otros sionistas, mordiéndose las manos por no desencadenar su gula de guerra total contra Irán, protegen su propia imagen: ¿cómo los supuestos paladines de los judíos, exponiéndolos a riesgo de destrucción general?. “Por la paz de Israel” se comeden, pero, en el fondo, les incordia tener que guardar las formas.
La funcionalidad israelí en calidad de porta-aviones ha sido ya ampliamente superada. Es un asunto material, que atañe a la historia de las fuerzas productivas y militares. Sión está por cada territorio regional alojando bases estadounidenses, en un perímetro que va de Sudán del Sur a Oman y da la vuelta por Turquía hasta cerrar el círculo alrededor de Siria y también alrededor de Irán si tenemos en cuenta las bases yankies afganas e israelíes en Azerbayán… Cuando el sionismo foráneo (anglosajón, holandés, francés…) consiguiera un Mursi al frente de cada Estado del “Eretz Israel”, desde ese momento Israel dejaría de hacerle las más mínima falta a ese sionismo extra-israelí. En ello están. Aunque ni siquiera cumplida tal hipótesis, se procedería al desmantelamiento israelí: es y será útil al menos como idea-fuerza entre las masas judías, tanto como coartada criminal cuya “pobrecita población expuesta” proteger. Nadie va a desmantelarlo, claro, y sin embargo el sionismo endo-israelí sabe que va a limitársele tanto su rol político-militar en la Región como las partidas presupuestarias estadounidenses y los avales a nuevos asentamientos, si en los Estados Unidos lograran imponerse de forma estable las fracciones laicas y NO fundamentalistas teológicas del sionismo extra-israelí (los judíos liberals de New York, capital judía mundial).
Y hace 65 años, estas cuestiones, aún inmateriales y no puestas aún a la orden del día por la evolución histórica del Bloque anglo-sionista, merodeaban la cabeza visionaria de David Ben Gurion: (1) La relación entre Israel y el complejo sionismo extra o exo-israelí, definidas sobre todo por cómo se resuelven las contradicciones en el seno del último. (2) La relación ideológica de Israel con las sociedades y poblaciones “occidentales” bajo el sionismo.
Percibió –y es ésta la base de la Doctrina Ben Gurion-, que la única vía para garantizarse el futuro era presentar y re-presentar a Israel ante “occidente” y ante el sionismo foráneo, nada menos que como Marca fronteriza frente al Medievo; como “reserva espiritual de occidente”; como parachoques indispensable; como el más alejado bastión guardián de la civilización, parafraseando a Oswald Splenger. El miedo a “los nuevos bárbaros” árabes o musulmanes sería para Israel su seguro de vida y de holgado mantenimiento. Más de medio siglo antes de la aparición académica de Samuel Huntington, Ben Gurion estaba prefigurando la Doctrina del “Choque de Civilizaciones” y sus materializaciones tanto regionales como internacionales.
En esa lógica, hoy en proceso de implementación, NO interesa a Israel un Mundo Árabe real, complejo, plural por excelencia, multi-confesional (16 religiones y 83 corrientes religionas alberga Siria, algunas de ellas en vía de extinción ahora), sino la monocromía; NO Estados laicos, sino Sharías; NO modernidades, sino oscuridad a contraluz del “occidente amenazado”; NO Estados nacionales, sino descomposición; NO economías sociales con sanidad, educación, independencia ni Soberanía, sino sátrapas siembras de miseria social a la que “denunciar” y respecto de la que contrastarse con complacencia; NO interesa la corbata, sino el estereotipo fácil; NO interesa la igualdad de género, sino la sumisión. NO interesa Siria, ni aquel Iraq baasista, sino Arabia Saudí (codo a codo cooperando con Israel, pero representando la farsa de ausencia de relaciones diplomáticas oficiales); NO la Universalidad ni el hilo común de humanidad, sino configurar “el Otro”, el supuesto “archi-enemigo cultural”.
Tamer Sarkis Fernández,
DIARIO UNIDAD.
by